¿Qué?, ¿quién diablos era ese tal Carlo Montemayor, que en sus veinticinco años de existencia no lo había escuchado nombrar?, ¿o sí? La verdad es que intentó recordar cada conversación con su padre en la que pudiera figurar el nombre, pero no lo logró. Fue fiel asistente a infinidad de fiestas donde su papá se encargó de presentarla con los más importantes miembros de la alta sociedad, pero nunca, ninguno se llamó Carlo Montemayor.
¿Por qué ese hombre quería casarse con ella sin conocerla siquiera?, ¿Qué clase de mente retorcida tendría esa clase de idea, sobre hacerla su mujer a cambio de dinero y propiedades? Eso le sonaba a prostitución y ella no era una cualquiera como para venderse, mucho menos por su patrimonio, lo que sin duda le pertenecía. Sin embargo, a pesar de tener muy clara su negativa, no sabía cómo solucionar todo. Se sentía atada de manos.
Vio marcharse al abogado y también escuchó romperse el silencio de manera abrumadora. Sus tíos estaban enardecidos, lanzando improperios contra Carlo. Ella seguía sin comprender nada. ¿En qué momento su mundo se trastornó al punto de que si no aceptaba casarse con un desconocido, se quedaría en la calle? Sí, en la calle por una deuda que no reconocía. De la noche a la mañana pasó de ser Eliana Torreblanca, hija del importante Gerardo Torreblanca y la distinguida Ana Cristina de Torreblanca, a ser una huérfana desheredada por un perfecto extraño.
El hermano mayor de su padre, Gilberto, su tía Laura la hermana menor y sus respectivas parejas se quejaban cómo si fueran ellos a los que les era arrebatado todo.
—Es que no queda otro remedio que Elianita se case; es la única manera de salvar el prestigio y el dinero de la familia Torreblanca —exclamó la arpía de Xaviera, esposa de Gilberto. Tercera esposa, de hecho, así que no se merecía el que la llamara tía.
—¡Me llamo Eliana!, ¡Eliana! —intervino exasperada—. Tío, explícame de dónde salió ese tal Carlo Montemayor ¿Y qué es esa locura de que mi papá le debía toda su fortuna?
—No es posible que ni siquiera estés enterada —reclamó Laura—. Sobrina, Carlo Montemayor es si acaso uno de los hombres más adinerados y poderosos del país, no puede ser que no lo sepas.
—¡¿De dónde demonios salió?!
—Al parecer, tú eres la única que no sabe quién es —respondió el tío Gilberto—. Es el dueño de M&T en la más grande empresa de telecomunicaciones en México y se está abriendo paso en el extranjero como una de las más importantes y redituables.
Eliana sí reconoció la importancia de la empresa. Ella incluso usaba el plan de telefonía M&T y siempre consideró que tenía la mejor cobertura. Aunque sabía también que las Telecomunicaciones no solo se basaban en planes telefónicos, sino que a nivel empresarial era de los negocios con más alcances.
—Pero... ¿Cómo es que papá permitió que ese hombre se quedará con mi dinero? —cuestionó resentida.
¡Para un momento, Eliana! Nos harás pensar que solo te importa el dinero. Mejor regresemos al momento de tu llegada a México, cuando destrozada bajaste del avión y te diste cuenta que tus padres habían quedado completamente calcinados y te dieron solo un par de cajas con sus cenizas, sin estar segura de cual era cada uno. O los días que pasaste en la cama, abrazando los restos de quienes te dieron la vida, sin comer, sin querer pensar, hasta que tuviste el valor de depositarlos en la cripta familiar, o cómo te pesaba también, que las últimas palabras que les diste fueron despreciables y no supieron nunca lo mucho que los amabas.
—Escucha, Elianita —continuó Gilberto—. Tu padre era un hombre íntegro, incapaz de poner en riesgo su patrimonio. Carlo es un depredador cuando de negocios se trata y está claro que envolvió a tu padre.
—Gerardo, tenía tiempo delatándose nervioso —intervino Laura—. Ana Cristina estaba muy preocupada.
—Ellos no querían preocuparte, por supuesto. Estoy seguro de que Gerardo iba a resolver lo que fuera, pero sucedió está desgracia y ... —Gilberto procuró que todos notaran su dificultad para seguir hablando.
—Sin embargo —habló ahora Demetrio, esposo de Laura—. Ya está el problema y Gerardo no puede resolverlo, solo Elianita.
—¿Yo? ¿Te refieres a la absurda idea de aceptar casarme con ese sujeto? Tal vez es calvo, panzón, chaparro —fingió un escalofrío—. Además, el abogado dijo que teníamos un plazo para pagar o aceptar esa estúpida propuesta. Y te juro que no quiero casarme, por ahora —puntualizó enardecida.
❤️♀️❤️♂️❤️
—Eliana... —llamó Martha, quien era la encargada de personal en su casa.
Eli se encontraba frente al tocador, a medio maquillar. La verdad es que no tenía ganas de lucir perfecta como siempre lo hacía.
—Dime, Martha —respondió sin ganas.
—Lamento darte más pesares, pero el personal de la casa está inquieto y quieren hablar contigo.
—¿Inquietos?, ¿por qué? —Se levantó preocupada.
—Vino el señor Gilberto y les explicó la situación de la familia y sobre que ni siquiera tienes como pagarles.
El mundo se le cayó a los pies. Ella no estaba acostumbrada a resolver ese tipo de conflictos, además, ¿por qué Gilberto tenía que meterse en asuntos que no le correspondían? Claro que lo que menos deseaba era enfrentarse a los empleados y decirles que no tenía manera de cubrir sus sueldos.
—Gracias, Martha, ahorita bajo a hablar con ellos —dijo tratando de que la voz no se le quebrara de angustia.
Cuando la encargada se retiró, Eliana tomó el teléfono y le llamó su tío.
—¿Cómo se te ocurre ponerme en evidencia con el personal? —preguntó al escuchar que su tío aceptó la llamada y sin dejarlo hablar continuó reclamando—. No se te ocurrió consultarme antes de cualquier cosa.
—Sé que estás molesta, Elianita, pero tú no estás acostumbrada a lidiar con este tipo de conflictos. Solo trato de ayudar.
—Pues lo único que lograste fue alterar a todos.
—No los estoy alterando, sobrina. Les estoy hablando con la verdad. Ninguno de nosotros tenemos para soportar la vida que estamos acostumbrados y los préstamos que se han pedido, se nos han negado. ¿Qué más podemos hacer? Si tú tienes la solución, dínoslo. Aunque si lo piensas bien está en tus manos el sacarnos de este atolladero. Solo debes aceptar la propuesta de Montemayor y nos salvamos de la miseria, piénsalo; piensa en tu futuro, Elianita.
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Editado: 09.11.2024