Ella y Él

Capitulo 4

La música suave se mezclaba con el murmullo constante de la multitud.

Brindis, risas, flashes de cámaras de celulares iluminando la terraza decorada con luces cálidas. El ambiente parecía perfecto para cualquiera… menos para Elliot Gardner.

Caminaba de la mano con Megan Fischer entre la gente, ambos impecables.

Megan, con un vestido negro que brillaba con cada destello de luz; Elliot, traje oscuro perfectamente ajustado, el cabello apenas peinado hacia atrás. Su sonrisa era cordial, pero sus ojos no dejaban de moverse. Escaneaba el lugar. Observaba demasiado.

Se acomodaron en dos sillones bajos, apartados del bullicio, aunque el sonido de la fiesta los envolvía igual.

“Este evento… ¿para qué es, realmente? Más gente mirando pantallas que hablando entre sí. Esto apesta.”

pensó Elliot, mirando de reojo a los asistentes que posaban para las redes sociales.

Se reclinó en el sillón, pero la calma duró poco.

André Russell apareció frente a ellos. Hombre de unos cincuenta años, cabello con canas, traje algo arrugado. Su rostro, amable pero cansado.

—Perdonen la molestia —dijo con voz grave—. Sé que están disfrutando de la noche, pero esto es importante… para mí y para mi familia.

Elliot y Megan intercambiaron una mirada educada. Asintieron con una sonrisa. André extendió un sobre. Elliot lo tomó.

Era una fotografía.

La imagen mostraba a un joven sonriendo, radiante, lleno de vida. Elliot sintió un frío extraño recorrerle la espalda. Su expresión cambió.

Se quedó mirando la foto unos segundos, en silencio. Sus dedos temblaron levemente.

“Puta madre...”

Lo reconocía.

—Es… mi hijo —dijo André, con voz rota—. O lo era. Desapareció hace un año. Lo dieron por desaparecido, pero la policía… reabrió el caso.

Elliot levantó la mirada. Su sonrisa era una máscara perfecta.

—Lamento escucharlo —dijo con tono amable—. De verdad, lo sentimos mucho Megan y yo.

Megan inclinó apenas la cabeza, con la foto aún en su campo de visión. Por dentro, se sentía helada. Miró de reojo a Elliot, buscando una respuesta en su expresión.

—Si sabemos algo, no dude que le avisaremos —añadió Megan, educada.

André esbozó una leve sonrisa de agradecimiento.

—Gracias. Cualquier cosa puede ser importante. Seguiré repartiendo esto —dijo, antes de alejarse con el mismo sobre en la mano.

Elliot y Megan lo siguieron con la mirada hasta que se perdió entre la multitud. El ruido de la fiesta volvió a devorarlos, pero algo en el aire ya había cambiado.

Megan giró hacia Elliot, su voz apenas audible.

—¿Qué mierda significa esto?

Elliot se pasó una mano por el rostro. Inspiró hondo.

—No lo sé… —respondió, intentando sonar sereno.

Megan estaba inquieta, los ojos brillando con una mezcla de miedo y rabia contenida.

—¿Por qué ahora? Ha pasado un año. Deberían dejar esto atrás. Esto nos pone en el centro… no me gusta —susurró—. Deberíamos irnos. Somos demasiado visibles aquí.

Elliot le tomó la mano. Su mirada era calma por fuera. Por dentro, sabía lo que esto significaba.

—Cielo… tranquila. No es tan grave.

“Sí lo es. Pero si la altero, será peor.” pensó.

Se inclinó hacia ella.

—Quédate aquí. Voy a ver si puedo enterarme de por qué reabrieron el caso.

Megan asintió con un gesto casi imperceptible. Elliot se levantó y se perdió entre la gente con un paso controlado, casual. Su objetivo estaba claro.

Riley Ford estaba sentada en un sofá rodeada de un pequeño grupo. Su celular, siempre en mano. Elliot se acercó, sonrió y se sentó a su lado. Ella lo recibió con entusiasmo.

—Elliot, ¡qué bueno que viniste! —dijo Riley, con su tono siempre alegre.

Elliot tosió suavemente, buscó el ángulo perfecto para la pregunta.

—Riley… ¿quién es ese hombre? —señaló discretamente hacia donde André seguía hablando con otros asistentes—. Me entregó esto.

Le mostró la fotografía.

—Es André Russell —respondió Riley de inmediato—. Está repartiendo esas fotos a todos los que puede. Busca justicia para su hijo.

Elliot asintió lentamente.

—El caso de Jhonatan Russell… ¿verdad? Era su hijo.

—Sí. Todos lo recordamos. Lo dieron por muerto. Pero hace poco, la policía encontró… algo. Nueva información. Algo que podría señalar a un responsable —susurró Riley, bajando el tono—. Se habla de que fue asesinato.

Elliot se quedó un segundo procesando.

Mierda. Esto se está complicando más de lo que puedo manejar.

Sonrió, aunque era falsa.

—Entiendo. Eso explica todo. Espero que la familia Russell encuentre respuestas. Nadie merece algo así.

Se levantó con cortesía, agradeció a Riley y se dirigió de nuevo hacia Megan. Su rostro no mostraba nada… pero por dentro, la alarma ya estaba sonando.

---

El evento seguía su curso. Copas chocando, cámaras grabando, risas fabricadas. Influencers narraban todo a sus seguidores en tiempo real, ajenos al hecho de que entre ellos se colaba alguien que no pertenecía a ese mundo.

Liam entró cubierto con una capucha negra, desentonando por completo entre los trajes de diseñador y los vestidos brillantes.

Caminaba con lentitud, pegado a las sombras, los hombros tensos, el cuerpo aún húmedo bajo la ropa por el sudor, ansiedad y deseo mezclados.

Pasaba desapercibido. Nadie lo notaba. Todos demasiado ocupados en sus celulares, demasiado enamorados de su propia imagen. Eso jugaba a su favor.

Sus ojos buscaban. Se movían con precisión quirúrgica entre la multitud. Hasta que la vio.

Megan.

De pie, riendo, hablando con otras mujeres. Su vestido negro la abrazaba como si la luz la eligiera a ella. Liam se quedó helado. Su pecho se agitó.

“Eres tú... claro que eres tú. Mi Megan.”

Se sentó en una silla alejada. La música era un ruido lejano. Solo existía ella.

“No estás con él... perfecto. Estás sola. No pertenecés a este lugar. Me perteneces a mí.”



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En el texto hay: crimen, doble vida, amor retorcido

Editado: 01.08.2025

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