Elvoria: El destino de la piedra mágica

CAPÍTULO 1: EL DESPERTAR DE UN PODER

El sol apenas se alzaba sobre el horizonte cuando Eidan despertó sobresaltado de un sueño inquietante. Había soñado con un bosque oscuro y una voz susurrante que le advertía de un gran peligro. Aún temblando, se levantó de la cama y miró por la ventana de su humilde habitación, observando los primeros rayos de luz que iluminaban la aldea.

—Eidan, ¿estás despierto? —llamó su madre desde la cocina—. ¡El desayuno está listo!

Sacudiéndose la sensación de inquietud, Eidan se vistió rápidamente y bajó las escaleras. El aroma del pan recién horneado y el té caliente lo reconfortaron. Su madre lo miró con preocupación al notar las ojeras bajo sus ojos.

—¿No has dormido bien? —preguntó ella, colocando un plato frente a él.

—Solo tuve un sueño raro, eso es todo —respondió Eidan, tratando de sonar despreocupado.

Mientras desayunaba, su mente volvía al sueño y a la voz misteriosa. (Algo dentro de mí siente que aquel sueño no era solo una ilusión, sino un presagio de algo grande que está por venir).

En la Academia Real de Magia, Aria estaba inmersa en sus estudios. La biblioteca era su refugio, un lugar donde podía perderse entre libros antiguos y descubrir nuevos hechizos. Sin embargo, aquella mañana, su mente estaba distraída. Había recibido una carta del rey, solicitando su presencia en el castillo. No era común que el rey se comunicara directamente con ella, y eso la inquietaba.

Llegó al castillo justo antes del mediodía, siendo recibida por los guardias con respeto. La llevaron al gran salón, donde el rey la esperaba sentado en su trono. A su lado estaba la princesa Selene, cuya presencia solo aumentó la curiosidad de Aria.

—Aria, gracias por venir —dijo el rey con una sonrisa cansada—. Necesitamos tu ayuda con un asunto urgente.

Selene dio un paso adelante, mirando a Aria con intensidad.

—Hemos sentido una perturbación en la magia del reino. Algo oscuro se está acercando, y necesitamos todas las manos posibles para enfrentarlo.

Aria asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Haré todo lo que pueda, su majestad.

Mientras tanto, en la aldea, Eidan estaba en el bosque, intentando despejar su mente. Fue entonces cuando escuchó un ruido extraño, como un susurro en el viento. Siguiendo el sonido, encontró una cueva oculta entre los árboles. La cueva emanaba una energía poderosa que lo atraía.

Sin pensarlo dos veces, Eidan entró en la cueva. A medida que avanzaba, la oscuridad lo envolvía, pero una luz suave empezó a brillar frente a él. Al acercarse, vio una antigua piedra con inscripciones mágicas. Sin saber por qué, sintió la necesidad de tocarla.

Al hacerlo, una oleada de energía recorrió su cuerpo. En ese instante, Eidan supo que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.




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