Eidan salió de la cueva, sintiéndose diferente. La energía que había absorbido lo llenaba de una fuerza desconocida. Con el corazón aún acelerado, decidió regresar a su casa. A medida que se acercaba a la aldea, notó que algo no estaba bien. Los aldeanos corrían despavoridos, y en el aire se percibía una sensación de peligro inminente.
—¡Eidan! —gritó su amigo Marcus, corriendo hacia él—. ¡Tenemos que irnos, rápido!
—¿Qué está pasando? —preguntó Eidan, preocupado.
—Unos soldados han llegado buscando a alguien con habilidades mágicas —dijo Marcus, jadeando—. Dicen que es una orden del rey, pero no parece algo bueno.
Eidan sintió un escalofrío recorrer su espalda. (¿Podrían estar buscando a alguien como yo?). Sin perder tiempo, corrió hacia su casa para avisar a su madre.
Mientras tanto, en el castillo, Aria y Selene discutían estrategias con el rey y sus consejeros. La tensión en la sala era palpable.
—Debemos actuar rápido —dijo Aria, mirando al rey—. Si esta perturbación en la magia es tan peligrosa como parece, no podemos esperar.
Selene asintió.
—Estoy de acuerdo. Además, debemos asegurar la protección de los ciudadanos. Enviaré a mis hermanos a patrullar las ciudades cercanas.
El rey, con una expresión seria, asintió.
—Que así sea. Aria, necesito que te dirijas a la Academia y reúnas a los mejores magos. Selene, encárgate de coordinar a los guardias y asegurarte de que todos estén preparados.
En la aldea, Eidan llegó a su casa y encontró a su madre empacando apresuradamente.
—Mamá, ¿qué haces?
—Eidan, debemos irnos. No sé qué está pasando, pero siento que es peligroso quedarnos aquí.
De repente, la puerta se abrió de golpe y un grupo de soldados entró a la casa.
—¿Eidan? —preguntó el líder de los soldados—. Ven con nosotros. El rey te necesita.
Eidan miró a su madre, que estaba aterrorizada. Sin embargo, algo dentro de él se encendió. No podía permitir que dañaran a su madre.
—¡No iré a ninguna parte con ustedes! —gritó, sintiendo una oleada de energía recorrer su cuerpo.
Uno de los soldados se acercó a Eidan con intención de atraparlo, pero en ese momento, la energía dentro de él se liberó. Un destello de luz cegadora llenó la habitación y los soldados fueron arrojados hacia atrás.
Eidan miró sus manos, asombrado por el poder que había desatado.
—¡Corre, mamá! —le dijo, mientras se preparaba para enfrentar a los soldados.
Mientras tanto, en la Academia Real de Magia, Aria reunía a los estudiantes más talentosos.
—Escuchen todos —dijo, su voz firme—. El reino está en peligro y necesitamos su ayuda. Esto no es un ejercicio. Es la realidad, y debemos estar preparados para luchar.
Entre los estudiantes, había nerviosismo pero también determinación. Sabían que el destino del reino dependía de ellos.
De vuelta en la aldea, Eidan luchaba contra los soldados con una habilidad que jamás había sabido que poseía. La magia fluía a través de él como un río desbordado, y por primera vez, sintió que realmente tenía el poder de cambiar su destino.
Cuando los soldados finalmente se retiraron, derrotados, Eidan miró a su madre, que lo observaba con lágrimas en los ojos.
—Eidan, ¿qué has hecho? —preguntó, pero en su voz había más orgullo que miedo.
—No lo sé, mamá —respondió él, exhausto pero decidido—. Pero sé que debemos ir al castillo. Algo grande está ocurriendo y necesito respuestas.
Con una mezcla de temor y esperanza, Eidan y su madre emprendieron el camino hacia la capital, donde sus destinos, y los de Aria y Selene, se entrelazarían en formas que aún no podían imaginar.
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Editado: 18.08.2024