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Prólogo.

Mis zapatillas deportivas derraparon sobre el suelo al cruzar la entrada del comedor a toda velocidad. Sin darme tiempo de recuperar el aliento me escabullí a empujones entre la multitud de chismosos que se aglomeraban frente a una persona, y al llegar al frente ahí estaba.

Una persona sobre una de las mesas del comedor de la preparatoria, con una sonrisa de satisfacción sobre su rostro y a punto de hacer pedazos mi vida social más de lo que ya lo había hecho, de leer en voz alta la cosa mas humillante y personal que había escrito en aquel maldito cuaderno, y de lograr que él no quisiera verme ni en pintura probablemente. ¿Y aquí es donde tenía una epifanía ¿no? Donde dejaba que el karma hiciese lo suyo por no haber sido una persona ejemplar durante mi corta e insípida vida?

¿No?

No.

Nuevamente a base de empujones me salí de la multitud en dirección hacia la mesa junto a la que estaba parado ese ser aun mas despreciable que yo. Me subí en la silla que se ocupaba en dicha mesa aprovechando que a nadie le importaba lo que estaba haciendo ya que parecía como si simplemente estuviera ubicándome mejor para ver el chisme y al chismoso y, sin pensarlo demasiado ni darle tiempo de abrir la boca... me lancé.

Okey sí, literalmente me lancé sobre alguien que se encontraba encima de una mesa y terminamos cayendo al suelo, y para mi suerte no fui quien amortiguó la caída.

Ahora la verdadera incógnita era, ¿cómo y por qué había llegado a tales extremos?




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