Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para no ponerme a llorar de preocupación mientras la encargada de los objetos extraviados negaba. La misma respuesta que me había dado la orientadora de la preparatoria cuando le pregunté si nadie había dejado un cuaderno de tapa azul en la dirección.
Ya no había donde más buscar.
—Esta bien, gracias —forcé una sonrisa y la señora asintió con una maternal mirada de pena.
Seguí mi camino hacia el salón de clases arrastrando los pies y entornando la mirada hacia cada rincón entre pasillos, con la esperanza de encontrar el santo diario en algún lugar. La idea de que alguien lo encontrara y lo leyera no me hacía nadita de ilusión.
Aunque bueno, al menos ese no era mi primer diario, el más personal. En el extraviado solo se encontraban experiencias que fueron pasando desde que entré desde mi segundo año en la preparatoria, cosas que iban desde chismes, crushes y algunas que otras cosas que tampoco quería que nadie supiera que hice.
Debido a que me disocié demasiado solo sentí como alguien me tomaba de los hombros, al levantar la vista lo primero que vi fue un angélico rostro que iluminó mi día con su sola presencia. Sonreí como un tonto.
—¿Estás bien? Casi chocamos... otra vez —inquirió. Alejó sus manos de mis hombros con una maldita y superflua suavidad que me arrancó un escalofrío.
—S-si —tartamudeé—. Lo siento, iba un poco distraído.
—Más bien decaído, diría yo. ¿Vamos juntos a la clase?
Asentí vacilante, apreté las correas de mi mochila para disipar un poco los nervios y empezamos a caminar a la par. No podía negar que me sentía un poco ridículo al volverme un manojo de nervios cada que le veía.
—Sé que no somos cercanos, pero ya que pasaremos tiempo juntos por el artículo deberíamos conocernos más —sugirió. La idea me tomó por sorpresa pero no pude controlar el calorcillo de emoción que se instaló en mi pecho.
—Claro, me parece buena idea, Elric —me atreví a decir. Mi corazón latía desbocado de por sí, pero se detuvo por completo cuando una sonrisa ligera adornó sus labios.
—Perfecto —nos detuvimos frente al aula—. Entonces iré a verte al club de natación esta tarde.
Empezó a alejarse para ir hacia su salón que quedaba más adelante.
—¿Eh? Pero hoy no tengo prácticas.
—¡No importa, así es mejor! —vociferó caminando en reversa y se dio la vuelta para trotar hacia su destino.
Entré al aula con un sonrojo permanente y la cabeza en las nubes. Mis labios retenían un suspiro bobo, mientras pensaba en qué había hecho para merecer tal milagro. O sea, mi crush, la persona de la que llevaba enamorado año y medio de mis tres años en la preparatoria me había hablado y no solo eso ¡también quería conocerme! Esta probablemente estaba haciendo la mejor semana de mi vida. Dejé mi mochila en mi pupitre y tomé asiento.
Aunque por otro lado ¿Qué habrá querido decir con "así es mejor"? ¿mejor que cosa, que no tuviese prácticas para así no vernos? Solo pensar en la respuesta me causaba ansiedad.
—Si suspiras tanto te vas a desinflar.
Di un leve brinco en mi lugar al escuchar esa jovial voz tan de cerca y me di cuenta de que venía de mi compañero de asiento. ¿Qué mi compañero no era Gabe?
—Hola —saludó sonriente. Era rubio, al igual que yo, solo que mi cabello era lacio y mas normal mientras que el suyo era una maraña de risos. Sus ojos café tenían un bonito brillo de simpatía.
—Hola —respondí, un poco cohibido ante su mirada insistente. Paseé la vista por el aula y vi a Gabe bastante lejos, peleando con Seth quien al parecer era su nuevo compañero—. ¿Cuándo llegaste?
—Ayer. Un poco antes de que te castigaran, por eso no nos habíamos conocido.
Asentí y extendí mi mano.
—Un placer entonces. Mi nombre es Mark Simons —me presenté. Él estrechó mi mano gustoso.
—Isaac Hawkins.
—Bien, Isaac. ¿Eres bueno en matemáticas?
—Si... —respondió con una mirada de confusión.
—Genial, ayúdame a salvar la materia entonces.
Ambos reímos y empecé a sacar mis útiles.
—No hay problema. ¿Tú eres bueno en historia? —preguntó— Porque yo me duermo.
—Ten por seguro que no, pero podemos despertarnos el uno al otro —dije. Volví a escuchar su risa y me pareció agradable lo rápido que me sentí cómodo en su presencia.
—Y dime, Mark —fruncí inconscientemente el entrecejo al escuchar como mi nombre era arrastrado entre sus labios de una forma extraña— ¿estás en algún club?
—Oh, sí. De hecho soy el capitán del club de natación.
—Se escucha genial. Yo hacía natación de pequeño, pero una mala experiencia con un calambre me hizo dejarlo —comentó. Palmeé su hombro.
—Los calambres son un problema.
—Si...
—¿Pero no hay algún club que te interese? —le pregunté.
—Sí, planeo entrar al del periódico escolar. Me dijeron que necesito hablar con el presidente de dicho club.
Alcé las cejas con momentánea sorpresa.
—Oh, lo conozco. Bueno... no somos cercanos, pero lo veré más tarde porque hará un articulo sobre mi club, por las competencias que se aproximan. Se llama Elric Hoffman.
—Me alegro por tu club. ¿Me lo podrías presentar? Si no es molestia, claro.
—¡No hay problema! Vayamos a la piscina del club después de clases, lo veré allí —sugerí.
—Eres muy amable, Mark...
...
Me dirigí al segundo edificio de la preparatoria de camino al club de natación, con Isaac siguiéndome el paso y hablando trivialidades. Era sorprendente lo bien que nos llevábamos a medio día de conocernos.
Isaac era elocuente, divertido e interesante, tenía increíbles gustos musicales y sabía sobre todo un poco. Además tenia un toque de misterio en los detalles que no contaba que resultaba atrayente. Y sé que podía sonar arrogante, pero aunque era atractivo no me interesaba de esa forma ya que tenía claro que no me iban los rubios. Era extraño, pero aunque no nos pareciéramos se sentía como mirarse en un espejo.
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Editado: 18.12.2024