En cada página, tú (lgbt+).

Un pervertido.

Mi expresión no pudo desencajarse más en confusión antes sus palabras. No bastando con ese peculiar saludo, los tres me rodearon de forma que me hizo sentir sofocado, incluido Elric quien estaba tan cerca como para ver las motas de marrón en sus ojos grises. En otro contexto, un sueño cumplido, ahora los tres estaban a nada de causarme un ataque de ansiedad diciendo cosas ininteligibles.

—Tú vida básicamente está arruinada —Dijo Jez.

—No es para exagerar tanto —habló Elric.

—¡Sí lo es! —intervino Gabe— Todos están murmurando, será el chisme de la semana.

—Además, el capitán del equipo de Vóley te está buscando—continuó Jezabel.

—Y Seth tuvo que detener a Karla de matar a alguien.

—¿Matar a alguien? —cuestioné, cada vez más confundido.

—¿Por qué no te vas a casa? —sugirió Elric. Su ceño permanecía fruncido— puedo acompañarte.

Ya no entendía por dónde iba la cosa hasta que Jason intervino:

—A ver, si no le dan el contexto hará corto circuito —el pelirrojo tomó el hombro de Jezabel y la echó hacia atrás para acercarse a mí. Lo miré agradecido—. Alguien publicó una foto de la página de un diario que supuestamente es tuyo y se te está jodiendo la existencia junto con tu poca vida social.

Mi boca se abrió y cerró múltiples veces en un balbuceo que no terminaba de articular, tratando de procesar la información que acaba de ser soltada de forma tan brusca.

Mi maldito diario había acabado en el peor lugar posible. Sentí las manos de Gabe acariciando mis hombros y respiré profundamente mientras pasaba mis manos por mi rostro. Esto estaba mal, muy mal. Prefería cambiarme de escuela antes que soportar las burlas por todo lo que había escrito ahí. No eran cosas realmente graves pero los adolescentes sabían cómo ser crueles.

Para rematar, Jezabel me extendió su celular para ver la publicación en la página del periódico escolar. No hizo falta fijarme en las dos fotos de las hojas blancas de mi diario que habían sido subidas para comprobar que eran, efectivamente, de mi diario. En una de ellas estaba escrito de mi puño y letra que me gustaba Samuel Bowen (actual capitán del equipo escolar de voleibol) y que accidentalmente lo había visto desnudo en las duchas luego de la clase de física. En la segunda hoja, había un maldito dibujo del torso desnudo de este.

—Oye, calma —habló Gabe.

—¿Tienes más cosas igual de vergonzosas que esas ahí? —preguntó Jez.

—Sí... esto definitivamente no es bueno —respondí.

—Descuida, te apoyaremos contra cualquier cosa —Aseguró el pelinegro, mostrando una sonrisa confiada— Nadie tiene derecho a molestarte porque te guste un chico.

—Que le guste un chico no es el problema, cerebro de ardilla —intervino Jason—. Hasta yo que en mi vida he hablado con él se que le van los chicos, el problema aquí y por el cual no lo dejarán en paz involucra tres factores: que tenga un diario como si fuese un nene, que le guste alguien tan popular como Samuel Bowen y ese extraño dibujo de él semidesnudo.

Los demás asintieron de acuerdo con los argumentos del pelirrojo.

—En otras palabras, eres un pervertido —declaró Gabe. Maldije la risa que soltó Elric.

—¡No soy un pervertido! —Exclamé— Además, eso lo escribí hace más de año medio. No me gusta Samuel.

—A nadie le importará que fuese hace cinco o diez años, chisme es chisme —comentó Jez. Solté un gruñido de frustración y retomé mi camino hacia el aula.

—¿Entrarás a clases? —cuestionó Jason.

—A los profesores no les importa si hay un chisme estudiantil o el presidente se casa, los estudios seguirán ahí —le respondió Elric.

—Exacto —concordé. Ahora que sabía el motivo, las risas y los murmullos se escuchaban más fuertes a mi alrededor, pero lo único que podía hacer era ignorarlos y limitarme a rodar los ojos para no arrancarme las orejas o arrancarle la lengua a alguno. Lo que ocurriera primero.

—No te preocupes, siempre puedes romperle la cara a alguien —sugirió el castaño.

Le sonreí levemente, preguntándome por qué carajos parecía querer ser tan cercano a mí si hace dos días parecía no saber de mi existencia, pero pronto deseché la duda porque me distraje con sus ojos. Él al parecer tomó mi sonrisa como una afirmación por lo que se despidió con un asentimiento y su camino se desvió del nuestro hacia su clase.

Al llegar, solo tuve que poner un pie dentro del aula para que las miradas cobraran fuerza, sentía que hasta los borradores me miraban, susurraban y se reían. Jez y Gabe se dirigieron hacia sus asientos mientras que Seth y Karla solo me observaron de lejos con semblantes de preocupación idénticos. Supuse que no acudieron a mí por la presencia del maestro organizando sus cosas sobre su escritorio.

Pero como no se me era permitida tanta paz, alguien tuvo que abrir la boca:

—¡Oye Simons, Samuel estará en las duchas a las tres, ¿no quieres ir a darle una mamada?! —el comentario fue hecho por algún cucarachón sentado en la parte posterior del aula, pero de igual forma celebrado por la mayoría entre vitoreo o risas.

—¡Una mamada le vas a dar al piso cuando estrelle tu puta cabeza!

Y esa había sido Karla.

—Hey, hey. Dejen las palabras malsonantes o los envío a todos a detención —intervino el maestro—. Joven Simons, tome asiento. La clase ya va a comenzar.

Rodé los ojos por enésima vez en el día y tomé asiento junto a Isaac. El rubio me sonrió un poco cohibido, como si quisiese decir algo y a la vez no.

—No tengo problema si quieres cambiarte de asiento, pero deberías hacerlo antes de que inicie la clase —comenté sacando mis útiles.

—¡No, no es eso! —se apresuró a aclarar. Le miré con una ceja alzada— Solo quería preguntarte si eran ciertas esas cosas que subieron.

—Bueno, me parece un poco obvio que sí.

—Mmm, ya veo. Es que esas cosas son fáciles de falsificar hoy en día, ¿sabes?

Suspiré y sacudí mi cabeza para dejar de comportarme como un idiota cuando él fue la única persona que cuestionó la veracidad de aquella publicación.




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