En cada página, tú (lgbt+).

Sobornos y dulces de mostaza.

El silencio prevaleció en la llamada y tuve que separar el celular de mi oreja para comprobar si Elric había descolgado. Y efectivamente, el castaño la había tomado pero no parecía estar muy presente.

—¿Elric? —volví a hablar.

—Mark... son las malditas putas una de la madrugada —respondió finalmente. Su voz enronquecida me estremeció y me dio ternura en partes iguales.

Excepto la parte de las malas palabras. Observé la hora en el reloj portátil de mi pared y confirmé lo dicho por el castaño.

—Lo siento... —murmuré. Lo escuché suspirar.

—Descuida. Perdóname tú, el sueño me pone de mal humor. ¿Para que necesitas mi ayuda?

Me sentí mal por haber interrumpido su sueño. Después de todo no le iba a decir la cura del cáncer o algo parecido. Podía haber esperado hasta mañana.

—M-Mejor dejémoslo para mañana, no es tan importante —sugerí.

—Ya me despertaste, no hay forma de que duerma sin saber —declaró. Suspiré.

—Bien. Lo que sucede es que estaba revisando mis mensajes y vi que una amiga me había enviado captura de pantalla de la publicación. Me puse a hacer zoom por curiosidad y vi que la foto parecía haber sido tomada mientras se sostenía el cuaderno, pero apuntando hacia abajo.

—Ajá...

—¡Y en el piso había una envoltura de gomitas de mostaza!

—¿Y eso que...?

Rodé los ojos y me senté en la cama con la espalda recargada en la pared. Mayor comodidad, mejor contexto.

—Son tus dulces favoritos, por lo que probablemente la foto fue tomada y publicada desde el club del periódico escolar.

—No soy el único que come gomitas de mostaza.

—Seamos honestos, conozco a muchas personas y entre ellos eres el único que come esas cosas. Saben horrible.

—Dejando de lado que acabas de decir que mis dulces favoritos saben horribles, tu teoría tiene sentido. A menos que fuese desde mi computadora personal, nadie puede publicar en la página ya que solo los ordenadores de nuestra sala de redacción tienen el acceso directo a la página.

—¡Bingo! Ahora solo hay que saber quiénes han sido los últimos en entrar y salir —argumenté.

—Es un club de preparatoria, ni que tuviéramos cámaras de seguridad.

—Cierto... —concordé. Mis ánimos desaparecieron casi por completo.

—Pero puedo intentar averiguarlo mañana —sugirió. Sonreí aunque no fuese visible para él.

—Gracias, Elric.

—No hay de qué —respondió él—. Por cierto, ¿Cómo sabes que las gomitas de mostaza son mis dulces favoritos?

Mi corazón se disparó con latidos acelerados.

—A-Ah.... S-se me va a apagar el celular. Oh, está muy descargado —mentí—. ¡Hablamos mañana, buenas noches!

Colgué la llamada sin darle el chance de responder y me deslicé de la pared hasta caer tieso de costado en la cama. Sujeté mi celular con fuerza y una sonrisa emocionada se abrió paso en mis labios.

....

Seguí a Elric por los pasillos hasta que se detuvo en la puerta de un salón. Sacó una llave del bolsillo de su pantalón y empujó la puerta para adentrarse en el aula. Entré después de él, observando la fachada del lugar.

Era un aula un poco más grandes que en las que se impartían clases y con una distribución diferente. Había unos cinco ordenadores distribuidos en escritorios distanciados unos de los otros y con elementos que dejaban ver que cada uno tenía su dueño, cosas como pegatinas, vasos, mochilas y estuches los ocupaban. También se dejaban ver carteles de actividades escolares pertenecientes a años pasados decorando las paredes.

Silbé impresionado.

—Vaya, tienen mejores cosas que los demás clubes —comenté. Elric se sentó en una de la sillas frente a un ordenador. Específicamente en el puesto que tenía envolturas de gomitas de mostaza sobre la mesa.

—Muchos creen que nuestro único trabajo es mantener la página del periódico que usan más como página de chismes, pero somos un tipo de "prensa escolar". Tenemos que organizar torneos, estar al pendiente de actividades en otras escuelas, organizar y documentar cada festejo anual, redactar los permisos y cartas para viajes escolares o solicitudes para padres. Entre tantas otras cosas. Es una preparatoria privada después de todo.

—¿Ustedes redactan los permisos y cartas? Pensé que era trabajo de la dirección —inquirí, genuinamente sorprendido.

—Sí, pero al menos nos pagan. Por eso uno de los requisitos para el club es la mayoría de edad, así no se considera explotación infantil y nadie sería tan tonto para dejarse explotar de gratis.

Empezó a teclear en su computadora como un profesional, mis ojos ni siquiera intentaron seguir el contenido en la pantalla.

—Wow, si hubiese sabido entraba en este, a mí no me pagan más que los premios monetarios si son torneos importantes. Aunque he escuchado que eres muy estricto para las admisiones.

—Muchos solo vienen por la paga y no estoy dispuesto a aceptar holgazanes que solo atrasarán mi trabajo —Respondió. La frialdad con la que fueron pronunciadas esas palabras me hizo sentir que tenía bastante experiencia lidiando con el tipo de gente que acababa de describir.

—Entiendo... —murmuré.

Permanecimos unos minutos en silencio donde él solo tecleaba y yo fisgoneaba alrededor, sin tocar nada para no tener problemas.

En cierto punto dos chicas y dos chicos entraron al club y por la familiaridad con la que venían bromeando, supuse de inmediato que eran los demás miembros. Esto se confirmó al ver como cada uno se acomodaba en sus asientos y saludaban a Elric con entusiasmo, quien solo respondía con asentimientos.

Una de las chicas se dio cuenta de mi presencia y me sonrió tiernamente.

—¿Tenemos nuevo miembro? —preguntó, más hacia Elric que a mí.

—No —respondió el castaño—. Mark solo está aquí acompañándome.

—¿Mark Simons? ¿el de la publicación? —preguntó la otra chica mirándome. Asentí incómodo.

Uno de los varones silbó insinuante.

—¿Qué, ahora le gusta Elric? —inquirió. El susodicho se puso de pie y apagó su ordenador.




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