Agité las manos en señal de despedida y me subí al taxi, bajo la mirada de Elric quien permanecía de pie en el porche de su casa. Cuando el conductor finalmente arrancó y el castaño estuvo fuera de mi vista, solté un suspiro tembloroso; mis manos sudorosas se estrujaron entre sí y el característico sabor salado bajo mis labios se hizo presente, mientras entornaba la vista a diferentes partes del auto como excusa para mover los ojos y no derramar lágrimas.
La burbuja se había roto.
Acababa de pasar prácticamente el mejor día de mi vida, pero solo podía sentir una desoladora tristeza, como si los recientes acontecimientos fuesen solo un aviso de que no debería acostumbrarme a ellos. Las pocas veces que lo tengo se siente todo tan perfecto, que cuando la magia acaba recuerdo que solo es un ilusión mía... que él no ve nuestras interacciones de la misma forma que yo.
A veces me pregunto por qué siento esto por él, por qué mi corazón insiste en anhelar algo que mi mente dice que está fuera de mi alcance. Me miro al espejo y busco respuestas, tratando de encontrar en mí lo que tal vez él nunca vería. Cada palabra que digo, cada gesto que hago, lo analizo después pensando si fue suficiente, si me acerqué un poco más a lo que necesita. Pero al final del día, el miedo siempre regresa: el miedo a no ser suficiente, a que lo que siento por él sea solo un reflejo de lo que jamás podré tener.
Salí del taxi más depresivo que cuando entré y tras un escueto agradecimiento al conductor, entré a casa. Escuché la jovial voz de mi padre instalando una conversación con mi hermana, probablemente preparaban la cena entre ambos. Grité que había llegado, pero antes de poder apresurarme hacia mi habitación, mi hermana salió de la cocina.
—Oye, lávate las manos mientras papá pone la mesa —avisó Madeline. La rubia llevaba su corto cabello en una colita que apenas y los sostenía y portaba un florido delantal que dejaba entrever el femenino outfit que usó hoy para la universidad.
—No tengo hambre, Mad. Cenen ustedes —Respondí.
—Hicimos canelones... —canturreó, pero aun así negué— ¿Tienes fiebre?
—No, solo no tengo apetito.
Mi padre salió de la cocina con los platos a mano y salí corriendo escaleras arriba, antes de que se le ocurriese unirse a la conversación y obligarme a confesar. Antes de abrir la puerta de mi habitación pude escuchar como le cuestionaba a Mad sobre mi comportamiento y esta negaba saber nada.
Después de quitarme los zapatos, saqué mi celular el cual vibraba en mi pantalón y me arrojé a la cama. Elric estaba llamando...
Mi barbilla tembló ligeramente mientras la pantalla iluminaba mi rostro, y en cuanto la llamada cayó, busqué entre mi lista de contactos y llamé a quien sabría que decir en ese momento.
—Karlita...
Escuché un suspiro a través de todo el ruido al otro lado de la línea, esperé unos segundos en los que escuché una puerta cerrarse, y el ruido cesó.
—Listo, cuenta todo.
—¿Cómo sabes que me pasa algo? —murmuré acongojado.
—Vamos, para ti tengo cara de terapeuta. En casi tres años de amistad solo me has llamado durante crisis emocionales, y por tu tono no puedo decir que esta no sea una noche de esas.
—¿Y eso te molesta? —pregunté inseguro, abrazando mis rodillas.
—Si me molestara te colgaría, ¿necesitas que vaya a tu casa?
—No, así está bien ¿Interrumpí algo?
—No, una aburrida fiesta. Anda, dime que pasó.
No necesité mucha preparación mental para contarle los acontecimientos del día, con Karla las conversaciones fluían naturalmente a pesar de su aparente desinterés.
—Al final su madre insistió para que me quedara a cenar y conociera a su esposo, pero sentí que lo mejor era irme porque mi padre se preocuparía por la hora.
—Bien, según entiendo visitaste la casa de tu crush y pasaste un día prácticamente de ensueño junto a él, ahora ¿y lo malo?
—Todo Karlita, todo está mal. A veces toco pasto y me doy cuenta de que me estoy ilusionando demasiado cuando lo más probable es que él no sienta lo mismo.
—Mark... eso ya lo sabías y nunca te detuvo. ¿Por qué te lo cuestionas ahora en vez de seguir intentando?
—¿Y si la forma en la que me doy cuenta de que no podré tener nada con él me rompe el corazón? Algo como que tenga novia —dije, con una risa amarga que intentaba ocultar mi miedo real—. Siento que me estoy volviendo dependiente de su presencia, como si me acostumbrara demasiado rápido a su compañía.
Me detuve, mirando al suelo, antes de soltar lo que realmente me carcomía:
—Lo que más me da miedo es que, justo cuando empiece a necesitarlo, él no esté ahí o que todo esto solo esté en mi cabeza. Me apresuro a necesitarlo cuando solo hemos estado más cerca unos días. Y no puedo evitar pensar que me confundí... que pasé tanto tiempo queriéndolo de lejos que, al acercarnos, me ilusioné como si él hubiera confesado amor.
—Que... complicado —La pelinegra guardó silencio unos segundos antes de darme su más honesta opinión—. Mark, eso de adelantarte a las tragedias que ni siquiera han pasado te va a volver loco. Si Elric tiene novia o no siente lo mismo, te dolerá, sí, pero lo enfrentarás en su momento. Mientras tanto, ¿por qué no disfrutas lo que tienes ahora? No te digo que te lances de cabeza, pero al menos, vive su cercanía de forma sana... o deja de pensar tanto y pregúntale directamente si es gay o siente algo por ti.
—No creo que pueda preguntárselo pronto, con solo pensar en hacerlo siento que se me sale el corazón. Pero gracias por escucharme, Karlita.
—Siempre, bonito. Y no te guardes mis consejos, aplícalos o págame.
Me solté a reír sin poder evitarlo.
—Mezquina —dije. En ese momento, su nombre se escuchó al otro lado—. Ya, vuelve a tu fiesta, perdón por quitarte tanto tiempo.
—Descuida, tomaré un trago a tu nombre.
Al terminar la llamada, me agazapé en la cama acostándome en posición fetal.
#1047 en Joven Adulto
#8065 en Novela romántica
diario diario extraviado, juvenil romance juvenil, amor crush crush to lovers
Editado: 05.03.2025