En el nombre del amor

Capítulo 5

Estela

 

            —Disculpa. —Chasqueo sus dedos—. Te estoy hablando. Atiende.

Parpadee perpleja en un intento de regresar completamente a la realidad, al conseguirlo mire al hombre castaño y de traje oscuro que me tensa con su ceño fruncido, parece que no ha recibido la mayor atención de mi parte o más bien, de la mesera—. Lo siento—logro decir en un tono apenado—, ¿puedo tomar su orden? —gruñe, al mismo tiempo que me pide su comida de manera veloz como si este fuera mi castigo por hacerlo esperar. Claro es rico, hace lo que quiere. Al terminar de anotar me dirijo a la cocina, cruzando con un chico de abrigo largo color marrón, muy parecido al de Cristian, pero no es él. Lo sé por el tatuaje de dragón que asoma en el cuello del chico que sigue su rumbo hacia la salida en donde lo espera una mujer alta, de rostro extremadamente retocado por maquillaje que no es afectado cuando él le da un beso en el pómulo. De prisa regreso mi vista al lado contrario; estoy sufriendo las consecuencias de recordar la noche de ayer en mi casa, con Cristian…besando mi mejilla. Siento el estómago vibrarme de emoción y el corazón a punto de desbordarse en una alegría descomunal, pero es justamente lo que me aterra. ¿Qué me está pasando? No me entiendo. Quisiera hablar con alguien acerca de cómo me siento; sin embargo, no tengo amigos y mi madre no es alguien con quién se pueda conversar. Es lo malo de ser una chica solitaria.

            —Estela, ¿verdad?

Levante la mirada, encontrándome con un chico rubio, un poco más alto que yo, de camisa blanca sin planchar y pantalones de mezclilla. No es un cliente. Arqueo una ceja mientras estudio su rostro, llegando a la conclusión de que tampoco es parte del personal. Capaz de entender mi confusión, habló:

            —Soy el nuevo —sonrió, dejando a la vista un par de hoyuelos—. Perdona que te moleste, pero el jefe me dijo que tú me explicarías cómo es el trabajo por aquí.

No sabía que estaban contratando.

            —Me permites tu gafete—pedí.

            —¡Claro! —Lo sacó de su bolsillo y me lo entregó.

Axel Wood. 16 años. Geren…

—¿Gerente? —Lo volví a examinar, esta vez con mayor desconfianza.

En caso de ser nuevo, ¿por qué lo ascendieron tan rápido?

            —Antes ya había trabajado en un restaurante como gerente y me dijeron que la anterior subjefa renunció repentinamente. —Me estremecí—. Al parecer dejó mucha desorganización en la parte administrativa, y por eso conseguí el puesto. Es una pena que esa mujer no supiera hacer bien su trabajo.

Tich. Habla como si la hubiera conocido.

            —Su nombre era Ana. Y no era solo la “subjefa” —contesté, molesta—, ella solía ser la jefa de este lugar hasta que injustamente ese estúpido se lo quito. —Cubrí mi boca con la mano. Había revelado la verdad de manera inconsciente.

Sus ojos grisáceos me miraron sorprendidos. Luego aclaro su garganta—. Parece que eran muy cercanas. —Esas palabras me estrujaron en el interior, aunque me mantuve firme. Este no es un lugar apropiado para mostrar mis sentimientos, menos con un extraño. Volvió a carraspear—. Lamento haber hablado de una forma inapropiada. —Es lo mínimo que puede hacer—. Comencemos de nuevo, ¿te parece? —Extendió su mano—. Un gustó en conocerte, Estela.

Trague saliva e intente corresponder a su saludo, pero el temblor en mis manos fue más fuerte. Suspire—. Bienvenido, Wood. —Me incliné para no parecer tan grosera. A veces me abruma no poder tocar a nadie más que a él… La imagen de su rostro me vino a la mente.

            —¿Todo en orden?, tu cara esta roja.

            —Mmm. —Baje el rostro, avergonzada, pero su intensa mirada me obligo a hablar—. Solo no puedo sacarme un pensamiento de la cabeza.

            —Te entiendo, a veces también me pasa—Asintió—. Si puedo ayudarte en algo dímelo, me gustaría no solo quedarme como amigo tuyo.

Alce una ceja—. ¿Quieres ser mi mejor amigo?

Él rio—. Ya lo descubrirás.

Quisiera que eso fuera posible, pero en el restaurante es más peligroso convivir; estoy segura de que hay cientos de ojos espiándome, y entre ellos puede que se encuentre Uziel, el jefe. Además, ella ya me dejo en claro que cualquier otro movimiento sospechoso será castigado, como lo fue Ana… Cada día la extraño más; su forma de hablar, expresarse, regañarme, apoyarme…, me hacían sentir menos sola en un lugar donde todos me menosprecian. Ana, si que era mi mejor amiga. Odio haberme dado cuenta hasta ahora.

            —Bueno, te mostraré el lugar. Sígueme.

Comenzamos a avanzar por los pasillos traseros del restaurante. Le explique cada lugar y movimiento de administración, justo como Ana lo hubiese hecho. <<Cuando tengas tu empresa de ropa, lo que te he enseñado te ayudara>> Siempre solía decírmelo con la esperanza de sus ojos puestos en mi futuro. Va a ser muy difícil seguir adelante sin mi compañera de vida. Toque su collar. Si tan solo hubiera muer…. <<En tus ojos vi la necesidad de ayuda y no de muerte>> Cristian... Sacudí la cabeza. Debería dejar de pensar en mi muerte o a cada rato él se meterá en mis pensamientos.




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