En en el Bosque

Prólogo

Transilvania, año 1400

Ya hacía tiempo que el último rayo de luz había terminado por ocultarse en el horizonte y en lo más profundo del bosque el silencio era sepulcral. La espesa niebla, muy característica de esta región, cubría cada pequeño y recóndito lugar, imposibilitando a cualquier persona normal ver poco más de dos pasos por delante de sí mismo. El viento aullaba suave pero veloz, anunciando la inminente llegada del próximo invierno, dando un panorama que podría llegar a parecer incluso fantasmal para quien no está acostumbrado a él.

De repente, la tranquilidad del lugar es irrumpida por el singular y acompasado sonido del metal contra la madera, haciendo que varios pequeños animales corrieran dispersos buscando protección ante los intrusos.

–Creo que con esto tenemos más que suficiente para la próxima semana –dijo el hombre que había estado talando frenéticamente el árbol mientras se secaba con una pequeña toalla unas gotas de sudor que resbalaban por su cansada frente –¿Qué pensáis John?

El aludido le da una crítica mirada a la carreta medio llena de leña y, colocando cuidadosamente su hacha en la cima de todo, estira su maltrecha espalda para conseguir que los dormidos músculos, entumecidos por el frío, vuelvan a actuar correctamente. Ya no es tan joven como antes, quizás debería tomarse un descanso de vez en cuando.

–Podríamos haber conseguido un poco más, el objetivo era llenar la carreta –le comunica John algo decepcionado –Pero supongo que esto es todo lo que podemos hacer, si nos quedamos más podríamos correr el riesgo de morir congelados, esta noche está más fría que de costumbre.

–Ja ja ja ja mi buen amigo, vos como siempre tan dramático –se burla su compañero en tono jovial –Pero en algo si tenéis razón, ya es tarde y debemos volver, quizás mañana podamos trabajar algo más para compensar lo perdido hoy.

–¡Ni hablar Neal! –niega rotundamente John mientras ve como su amigo, al ser el más joven, carga con la carreta y comienza a caminar en dirección al hogar –Helen me mataría si os hago trabajar horas extras, además... la pequeña Marian nunca me perdonaría que le quitase más tiempo de estar con su padre.

–Probablemente tengáis razón, esa fierecilla sacó el carácter de su madre –Neal no había podido evitar sonreír ante la mención de su adorada hija –Pero es una niña muy inteligente y comprenderá la importancia de guardar leña para el invierno, en cuanto a Helen... bueno... eso si ya es otro cantar y con todo esto del nuevo embarazo... No sé yo... pero creo que puedo intentar entenderme con ella.

–Ja ja ja ja os deseo suerte con eso mi buen amigo, pero yo que vos no me arriesgaría –el hombre mayor le sonríe con humor –vuestra mujer es verdaderamente de armas tomar, por cierto... ¿qué edad tiene la pequeña?

– ¿Quien? –pregunto Neal que se había quedado algo distraído por algún motivo desconocido y no le había prestado atención a las palabras de John.

–Vuestra hija ¿qué edad tiene?

– ¡Oh! Perdonadme, no venía prestando atención –se disculpó el aludido –acaba de cumplir los ocho años la semana pasada.

– ¡Pero si ya es toda una mujercita! –Alabó su amigo –Dentro de muy poco tendréis que comenzar a buscarle un pretendiente adecuado para casarla.

–Calmaos abuelo, aún es demasiado pronto para eso, es solo una niña –a pesar de encontrarse bromeando, Neal se vislumbraba tenso, como si algo lo molestase.

–No creáis, el tiempo pasa volando –John le toca el hombro con camaradería y cambia su expresión por una más seria –Ahora quiero que me digáis eso que os viene molestando desde hace rato.

–No os preocupéis, no es na-...

– ¡Ni se os ocurra decirme que no es nada! –Lo reprendió el anciano –estoy viejo no ciego, ciertamente hay algo que os preocupa y quiero que me digáis que es.

–En tal caso como prefiráis –dijo Neal soltando un largo suspiro –Paraos y decidme que veis.

El hombre mayor detuvo su marcha tal como le habían indicado y observo curioso su alrededor. A su vista todo permanecía igual, no había nada fuera de lo común, todo estaba tranquilo, quizás incluso demasiado, pero era perfectamente normal dadas las fechas. Se volteó hacia su compañero con una mirada que delataba su incomprensión,  tal vez hubiese algo en lo que su amigo se había fijado y a él se le escapaba.

–Quizás sea que mis ojos no son tan buenos como antes, pero sinceramente no veo nada fuera de lo común, todo está exactamente igual que hace rato –expresó John mientras se frotaba la cien.

–Exactamente eso –le responde Neal pensativo –llevamos una media hora de camino y teniendo en cuenta que no nos adentramos mucho ya deberíamos ver las primeras casas del poblado, temo que nos hayamos perdido.

John se quedó un momento en silencio para seguidamente estallar en sonoras carcajadas ante la mirada atónita de Neal que no creía que su amigo se tomara así de bien la noticia que acababa de darle. Quizás la edad en verdad le estaba pasando factura, pues aunque que, con ya 50 años, John siguiera con la salud y fuerza de un roble la mente era mucho más delicada y el joven comenzó a pensar que quizás su amigo podría haberse vuelto loco.

– ¿Era esa toda vuestra preocupación? –Exclama el anciano con un suspiro de alivio –por un momento pensé que sería algo más serio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.