Era una mañana fría. Las ventanas no cesaban de dar luz, por lo que tenía que cerrarlas para no lastimar mis ojos. Mi cabeza dolía. Cansada, me senté en mi cama y pose mis manos en mi frente, tratando de parar el dolor. Gemi. Caminé hasta la cocina y agarré unas pastillas, tome un poco de agua y luego las tabletas, y tragué suavemente.
— Mierda... —suspire, adolorida.
Escuché la puerta tocar. Esto no podía ir peor. Caminé hacia ella, y la abrí lentamente.
— ¡Sarah! —gritó mi hermana Hanna, y me dió un fuerte abrazo.
Yo le respondí devolviéndole el abrazo, boquiabierta. Hanna es mi hermana menor, tiene diecinueve años. Se fue hace tres años a vivir a Europa, y no volvió desde ese tiempo. Dijo que quería empezar de cero.
— ¡Hanna, que haces aquí! —le dije, sorprendida.
— Quería volver a verlos, a todos. Todavía no decido si quedarme o irme, pero nada puede ser permanente. —me dijo.
Llevaba tres valijas gigantes en sus manos, seguramente llenas de ropa. Era una chica obsesionada con los vestidos, nunca se ponía un pantalón, solo en las ocasiones especiales.
— ¿Entonces, puedo quedarme? —me preguntó, picara.
— ¡Obviamente! —le respondí, sin pensar seriamente en las consecuencias.
Entró arrastrando el fuerte peso de las valijas, luego, cerró la puerta.
— Iré a dejar mis cosas, el dormitorio de invitados ¿No? —me preguntó.
— Tienes suerte que lo siga teniendo y no lo haya remodelado. —reí.
Ella respondió con una sonrisa, y empezó a subir las escaleras. Todavía no podía creer que estaba aquí, ni siquiera dió un previo aviso. Debía haber una verdadera razón más profunda, y la iba a averiguar. Caminé hacia el salón, y me senté en la punta del sofá. Luego, miré fijamente la foto de mi hermano, Josh. Estaba sonriendo tan felizmente... Extrañaba cuando mi familia y yo aún éramos unidos. Una verdadera familia.
En fin, la historia de mi hermano mayor Josh Miller es algo triste. El lo era todo para mí. Era mi otra mitad, quién me apoyaba cuando estaba triste, quién me defendía en cualquier ocasión, quién me ayudaba en las tareas. Bueno, era una oscura noche el veinticuatro de noviembre de 2010, cuando escuché un fuerte ruido proveniente de abajo. No le hice caso, y seguí durmiendo. Solo tenía trece años, no sabía qué hacer en situaciones de peligro. En fin, mis padres bajaron y encontraron el cuerpo muerto de mi hermano. Ese día mi corazón se partió en dos. Me habían sacado a mi hermano, mi vida se desmoronó. Empecé a cortarme... En pensar en suicidarme.
Mi familia tampoco podían llevar bien la situación, es decir, uno de sus hijos había sído asesinado. Cinco años después, me mudé. No podía seguir viviendo en ese escenario, me hacía mal. Todavía no se habían recuperado, pero yo sí. Mi hermana se fue a Europa un tiempo después que yo me fui, y desde entonces mi familia y yo no nos hablamos mucho.
Mi mayor deseo es encontrar al asesino de mi hermano. Quiero tener venganza, justicia. Y es por eso que me convertí en policía.