En la carne de Naiela Bales

Parte III: Larvas, moscas y cucarachas

No tuve palabras para contestar a esa aseveración.

En realidad, ni siquiera sabía qué pensar. Qué sentir. Qué creer. Yo misma me estaba convirtiendo en mi propia enemiga, ¿algo tenía que ver aquel collar?

Comenzaba a sofocarme, cada latido dolía. Sentí un hormigueo en mi brazo izquierdo, por lo que no dudé en observarlo; mi mano reposaba sobre el cuero negro del asiento. La sensación de tener una larva en el brazo, moviéndose…; con mi mano derecha rasguñé y golpeé esa extremidad, mi mano izquierda comenzó a sentir la textura de una tierra salitrosa, húmeda y dura; detuve mis movimientos y me enfoqué en la mano y vi las larvas de mosca.

Plañí horrorizada.

¡¡No, no, no!!

Me estaba pudriendo viva, quise quitar esos gusanos de mí pero no podía mover mi cuerpo, y luego, partes de mi cuerpo comenzaron a sentir sensaciones extrañas, que no pertenecían a mi realidad, sino, a la que estaba viviendo justo ahora; y con el paso de los segundos, pude sentir todo, desde un dolor agonizante en mi tobillo izquierdo, hasta los gusanos dentro de mi boca, los cuales me asfixiaban, estaban en cada orificio de mi cuerpo.

Sentía cómo el aire se volvía escaso, palpé mi piel fría y rígida, y por primera vez sentía vivir la muerte en cada pedazo de mi cuerpo, en cada rincón de mis pensamientos, sentía la muerte en su esplendor, visitándome, visitándome mientras yo me resignaba a perderme en esa realidad, olvidándome incluso lo que había significado vivir, olvidando mi existencia, mi hogar, mi familia, quién era, olvidando todo en exactitud...

Y luego, una ráfaga caliente envolvía mi cuerpo, y esa era la esperanza de vivir, y esa era la noción de no querer morir, y esa era la fuerza de voluntad; moví lentamente mi dedo índice de mi mano izquierda y traté de arrastrarme hacia cualquier lugar que no fuese ese, y en ello las moscas, larvas y cucarachas se movieron, haciendo que las sintiera caminar sobre mí.

¿Quién era? Eso era lo de menos. «Quiero vivir», eran las únicas palabras que escuchaba en mi interior.

Tomé la pata de una silla polillada y vieja, la cual se encontraba muy cerca mío, y tomé impulso para levantarme de allí, y cuando lo hice detecté varias cosas, y comenzaba a confirmar de que esto no era solo un sueño.

Las larvas cayeron, babosas, gordas, con un gran hedor a putrefacto.

Náuseas.

Sentí un extraño apretón en mi hombro derecho, giré mi rostro y observé al señor Tórrenson mirarme con preocupación y miedo.

—Señorita Naiela... —dijo asustado.

Lo empujé hacia un lado y bajé del auto hacia el bosque, vomitando sin poder evitarlo, cerré mis ojos lagrimosos y los abrí nuevamente viendo el vómito sobre el suelo salitroso, y yo tirada sobre él; volví a cerrar los ojos y cuando los volví a abrir mi alrededor se encontraba borroso, notándose únicamente un color verdoso que indicaba estar en el bosque, con el señor Tórrenson; eso me tranquilizó, sonreí minuciosamente y luego caí sobre el suelo perdiendo el total conocimiento.

Estaba volviéndome loca o ya lo estaba.

Pero cuando desperté, apreté mis manos recordando lo que había visto.

Esa pequeña cosa que podría darle sentido a lo ocurrido... o algo muy distinto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.