En la cima del reino, durmiendo profundamente, estaba Lynthae Dusbov, hija de un importante emperador, y sobrina del Rey. La privilegiada vida de la joven era también, una avalancha de responsabilidades y tareas, que la atosigaban día y noche, su condición de hija única le daba como resultado la obligación de ser emperatriz, lo cual conllevaba mucho trabajo y preparación. Tarde o temprano llegaría el día de asumir su puesto, pero ella no sabía que haría, pues el miedo de tener que dirigir a una ciudad entera, la capital de la región, la espantaba, sobre todo porque con suerte podía controlarse a ella misma.
Su miedo más profundo era perder a su padre, no solo por su muerte en sí, lo cual le preocupaba muchísimo dado su pésimo estado de salud, sino porque eso significaría que ya era su turno. No tenía idea de que haría con su vida, el miedo la consumía, no quería casarse con alguien a quien no quisiese, con un hombre extraño, ella buscaba el amor verdadero, un amor real, puro, buscaba su príncipe azul.
Aunque ella ya amaba a alguien, ese alguien parecía no amarla a ella, la veía como una amiga, nada más. Cydoc Roughsun era su amor platónico, hijo del jefe del ejército, En su mente él era perfecto, tenía todo lo que una chica pudiera desear, era bueno, gracioso, generoso, humilde y protector, para Lyn se trataba de su príncipe azul, solo que con el pequeño detalle de que no sentía ningún tipo de atracción hacía ella.
La situación amorosa de la joven la ponía de muy mal humor, y en más de una ocasión su padre, Naaself, le había dado consejos, aunque había uno en específico que la marcó para siempre. Recuerda a su padre, en ese momento él ya estaba enfermo, pero con muchísimas más fuerzas que ahora, ella se sentó a su lado, y le contó lo que pasaba con aquel chico. Naaself, sabio como siempre, comenzó a hablar.
ーHija, esto no tiene que ver contigo, el amor existe o no existe, es difícil aceptarlo, pero cuando tu estas enamorado de alguien que no corresponde, alguien que no te quiere, sientes que el corazón se parte en mil pedazos, sientes que nunca saldrás, como si una nube gris se plantara justo encima tuyo, te preguntas qué has hecho mal, en que has fallado, si tú eres el problema, ¿Por qué no me elige?, sientes que cada poema de desamor que existe está inspirado en tí, te puedes enojar y pensar en por qué no es recíproco. Pero lamentablemente no es culpa de ninguno, todos en la vida tenemos un amor que no nos corresponde, así andamos, toda la vida buscando el amor, sin darnos cuenta de que hay alguien detrás nuestro que está buscando nuestro amor. Por más difícil que parezca en algún momento coincidimos, cuando la persona correcta hace aparición, recoge todas las piezas rotas, vuelve a armar tu corazón. Tú tienes que quedarte tranquila mi amor, eres muy joven, tienes toda una vida por delante, muchos amores no correspondidos, muchas caídas, pero siempre debes levantarte y seguir intentando. El mundo no se acaba por un fallo, dos, tres o cien, siempre hay otra oportunidad. Te amo peque, ya vas a encontrar quien te ame de verdad, como te lo mereces
Lyn no había podido contener las lágrimas, y en ese momento recibió un último abrazo de su padre. Desde ese entonces está cada vez más débil, por lo que el contacto físico suele herirlo.
Pese a su enamoramiento, la amistad de ella y Cydoc era hermosa, ambos sabían cómo contener al otro, se conocían desde muy pequeños, Lynthae estuvo con él en su peor momento, cuando perdió a su padre. La chica pensaba que él ya estaba enterado de sus sentimientos, pero prefería no indagar mucho en el tema.
Eran muy cercanos, a puntos de que si los veías de lejos podías pensar que eran pareja, pero al menos por el momento no era así. No sabía por qué amaba tanto a ese chico, pues aunque fuera bueno con ella, su corazón parecía de piedra. Era malo expresando lo que sentía, pero ella de alguna manera lo entendía, podía comprender esa inexpresión y había aprendido a consolarlo.
La forma de ser de él podía ser algo arisca, seria y reservada, todo lo contrario a Lynthae, pero cuando estaban juntos eran dos almas simultáneas, que conectaban increíblemente bien, ella podía transformarlo en eso, solo ella.
Lynthae pensó que él era el príncipe de su cuento de hadas desde que era chiquita. Él siempre se le hizo muy atractivo y se prometió a sí misma que él sería el gobernador, cueste lo que cueste.
La joven despertó rodeada de sirvientes, que la apuraron para salir de la cama. De repente todos se abalanzaron hacia ella, comenzaron a arreglar su cabello y la vistieron. Esto era cotidiano para ella, su rutina no cambiaba y eso le fastidiaba mucho, Lyn quería acción, aventura, buscaba una historia propia, poder vivir sin estar al pendiente de la enfermedad de su padre, de las tareas del reino, de la guerra, de la magia. Solo buscaba un poco de paz, quería un día sin preocupaciones. Deseaba poder detener el tiempo cuando le plazca, aprovechar ese tiempo para descansar.
Luego de terminar algunos de sus pendientes, decidió juntarse con Cydoc. Lo buscó en su casa y salieron a caminar, mirando vidrieras Lyn encontró un vestido que le encantó, era rosado y tenía un corte divino, el chico sin mucha idea de moda decidió quedarse afuera mientras ella consultaba el precio y se lo probaba. Él permaneció allí parado, un poco aburrido pero prefería eso a sufrir mirando vestidos y tacones. Todo iba bien, hasta que algo golpeó su espalda.
一¿Qué carajo?一Maldijo, al mirar hacia abajo pudo ver un pequeño cuervo, tirado en el piso一Oh一Procedió a agacharse y recogerlo con sus manos, al ver que se encontraba bien se alivió un poco, sin embargo cuando el ave abrió los ojos Cyd quedó petrificado y la dejó caer nuevamente. Los ojos morados solo podían significar una cosa, brujos. Intentó pisar la cabeza de esa criatura, sin embargo esa cosa fue más rápida, escapando fácilmente.