En la Senda de la Fuerza Eterna

Capitulo 19 Hacia un Territorio Propio

La mañana se estiraba gris, atascada de un sol cansado que no lograba calentar las paredes acristaladas del despacho. Allí dentro, la atmósfera olía a café, a papel limpio, y a un miedo que nadie quería nombrar en voz alta.

Helena se mantenía sentada, con la espalda recta, como un monumento frágil que se negaba a inclinarse. Frente a ella, la mesa estaba limpia salvo por el portafolio negro que había pedido la noche anterior.

Selena entró sin llamar, su caminar silencioso, implacable, tan preciso como el latido de un reloj de guerra. Depositó otro conjunto de documentos sobre la mesa, apenas un leve golpe seco.

—He reunido todo —dijo con la serenidad quirúrgica que la definía—. Cada huella, cada registro, cada cámara. Hasta donde el mundo puede verlo.

Helena respiró hondo, la mirada fija en su protegida.
—Muéstramelo.

Selena se acomodó de pie, sin sentarse, y comenzó a desplegar las hojas con método implacable.
—Empieza aquí —señaló—. Coincidencia genética verificada con la madre archivada.
El banco de datos lo reconoció como Sebastián Solís. El registro ciudadano le reactivó el código de identidad hace apenas tres días.

Helena asintió en silencio, recordando el resplandor espiralado de aquellos ojos que no parecían propios de ningún humano.

Selena continuó:
—El día de la reactivación de identidad, apareció en el Archivo de Conservación, pidiendo el retiro del cuerpo de su madre.
El protocolo no fue seguido correctamente: no presentó acta médica ni autorización legal para la liberación, solo…
—Selena se interrumpió, buscando la palabra exacta—
…solo su voz.

Helena arqueó una ceja.
—¿Intimidó?
—Intimidó —confirmó Selena—. Nadie quiso discutir con él. Se marchó con el cuerpo.

Helena bajó la vista, pensativa, repasando con la yema de los dedos la orilla del informe.
—Y luego… desapareció —concluyó.

Selena asintió.
—A partir de ahí, no hay rastro oficial durante horas. Ninguna cámara lo registró saliendo de la zona urbana, como si se hubiera desvanecido.

Helena se tensó, pero no replicó.

Selena pasó a la siguiente carpeta.
—horas después, nueva localización: un restaurante en la periferia comercial.
—¿Un restaurante? —repitió Helena, desconcertada.
—Sí. Las cámaras interiores confirman la identidad. Estaba acompañado de una mujer sin registro en la base de datos —cabello negro, ojos rojos, contextura poco común— y de una criatura clasificada como probable bestia exótica, aún sin nombre técnico.

Helena presionó los labios, conteniendo un escalofrío.
—¿Hizo algo allí?
—Solo comió —respondió Selena, sin vacilar—. Conversó. Pidió estofado de carne y pan.
No generó ningún conflicto.
Las cámaras lo muestran tranquilo.

Helena sintió un estremecimiento recorrerle la columna.
—Un monstruo… almorzando.
—Sí —replicó Selena, con el filo de su voz imperturbable—.
Un monstruo con modales.

Un momento de silencio pesó sobre ambas.

Helena retomó fuerzas.
—¿Después del restaurante?

Selena mostró la última página.
—Salieron caminando. Luego abordaron la vía periférica hacia un tramo sin cámaras públicas.
Desde ahí no tenemos más datos.
Solo testigos dispersos: una mujer mayor en la gasolinera mencionó haber visto “a un hombre con ojos imposibles” caminando hacia el mirador del acantilado, acompañado de la misma mujer y la bestia.

Helena frotó las sienes, cerrando los ojos, cansada.
—Y ahí desapareció otra vez.

Selena asintió con precisión militar.
—No hubo reportes de violencia.
No hubo denuncias.
Solo un vacío.

Helena dejó caer las manos sobre la mesa, exhausta.
—El mundo —susurró— ni siquiera sabe qué hacer con él.
—Porque no cabe en sus casillas —afirmó Selena—.
No pueden definirlo.
No pueden detenerlo.

Helena se recostó en su silla, sintiendo la madera ceder bajo el peso de sus recuerdos.
—¿Y la mujer?
—Desconocida. Ningún documento, ningún archivo. Sin rastro.

Helena tragó saliva, recordando la forma en que aquella mujer se movía: silenciosa, salvaje, casi felina.
—No parecía esclava.
—No lo era —confirmó Selena—.
No la obligaba.
Se movía como una loba junto a su manada.




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