En la Senda de la Fuerza Eterna

Capitulo 21 Cuando los Monstruos Inspiran Deseo

La noche no lo había abandonado.
No realmente.

Aunque el cielo comenzaba a palidecer en el horizonte, Sebastián seguía allí,
sentado en el centro del claro,
con las piernas cruzadas sobre la tierra que ya no le era ajena.

Desde que todos se retiraron, no se había movido.
El Qi había fluido por su cuerpo como una corriente imparable,
y su núcleo lo había tragado todo:
briznas de energía suelta,
fragmentos del aire,
ecos residuales del mundo.

Nada quedaba puro al tocarlo.
Nada sobrevivía a su paso sin ser reconstruido.

Sus ojos se abrieron despacio,
rojizos, encendidos,
con la espiral del Vacío girando lenta hasta el abismo negro de su pupila.

El sol apenas acariciaba la cima de las montañas cuando Virka se acercó,
descalza, silenciosa,
con su cabello enredado por la brisa.

—No dormiste —murmuró, más como certeza que como pregunta.

Sebastián no respondió.
Su respiración era estable,
pero el aire a su alrededor aún temblaba como si algo invisible estuviera latiendo con fuerza.

—La tierra ya no es la misma —dijo él finalmente—.
Me reconoce.

Virka lo observó en silencio.
No había duda en su mirada. Solo una intensidad salvaje, orgullosa.

Narka emergió del lago a unos metros, encogiéndose en su forma más pequeña, trepando al hombro de Virka como un espíritu protector.

—Han pasado solo unas horas —gruñó con voz seca—
y el terreno ya responde al Vacío.
Esto…
esto crecerá.

Sebastián se incorporó.
Su cuerpo parecía tallado en algo más denso que carne.
Era músculo, sí.
Pero también presión contenida.
El reflejo de algo que aún no era completo… pero inevitable.

Fue entonces que lo sintió.

—Vienen —dijo, sin mirar.

A lo lejos, el zumbido del motor cortó el aire,
y unos minutos después, el vehículo negro descendía por el camino de tierra, con la precisión de una hoja afilada.

El reloj marcaba las 08:03 a.m.
La hora exacta.

Helena salió primero.
Traje oscuro, cabello recogido, mirada sin concesiones.
Selena descendió tras ella, como una sombra vestida de exactitud.

Ninguna de las dos mostró sorpresa al ver a Sebastián ya de pie,
esperándolas con el rostro calmo y la espalda recta.

—Estamos listas —dijo Helena.
—¿Y lo demás? —preguntó Sebastián.

Selena extendió una tableta delgada.
Pero no habló.
En su lugar, fue Helena quien lo explicó:

—La construcción ya empezó.
Tendrás tu casa… como la pediste.

Sus ojos se desviaron hacia el terreno baldío,
donde las primeras marcas habían sido grabadas en la tierra:
círculos de energía, líneas de canalización,
espacios delimitados con exactitud.

—No será una mansión común —continuó Helena—.
No tendría sentido construirle una jaula a una tormenta.

La estructura será amplia,
tres niveles escalonados,
espacios abiertos que respiren con el entorno.

Piedra, madera sintética de alta resistencia, refuerzos internos moldeados por capas.
No para contenerte.
Sino para no romperse contigo.

—¿Y el espacio para mí? —intervino Virka, sin rodeos.

Helena no vaciló.
—Tu habitación está conectada a la de él.
Sin puertas entre ustedes, pero con distancia suficiente si lo requieren.
Refuerzos internos para tus movimientos… y tus colmillos.

Narka gruñó suavemente.
—¿Y el agua?

—El lago será tuyo —confirmó Helena—.
El agua vendrá de la montaña. Pura. Sin químicos.
Filtrada solo por presión y gravedad.

Sebastián observó todo sin moverse.
Apenas una contracción en la comisura de su labio.
Su aceptación no fue verbal.
Pero se sintió.

Selena habló entonces.
—La sala de entrenamiento estará lista en cinco días.
Los cimientos ya están vertidos.
El espacio para cultivo fue cavado anoche.
Tendrá aislamiento completo.




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