El calor de la selva se hace cada vez más insoportable a medida que el viaje se prolonga en la pequeña camioneta que he rentado. Ni el aire acondicionado al máximo sirven para apaciguar el calor que ciento. Pero aquello es irrelevante, siempre que llegue a mi destino.
Como un antropólogo con doctorado en la Universidad Nacional de México, fui escogido junto con otros colegas por el gobierno para catalogar e investigar unas ruinas recién descubiertas en las inmediaciones de un pequeño pueblo indígena en medio de la gran selva de Yucateca. Lo que hasta la fecha se consideraría como un gran descubrimiento en nuestro país. En especial si lo que había leído en el informe entregado era cierto y las construcciones podrían estar casi intactas, sin deterioro por parte de la naturaleza o acciones de erosión del viento y el agua.
Podría que estas ruinas, si se les podía llamar de esta manera, pasarían a ser consideradas como uno de los mejores monumentos históricos hechos por la humanidad mejor conservado en Latinoamérica, talvez incluso podría ser nombrado como patrimonio de la humanidad. Tal pensamiento hizo que casi por un momento olvidase el calor del exterior y la humedad que me aquejaba. Sin embargo, el camino irregular y la agitación del asiento hacían hincapié en la situación en la que me encontraba.
Pero gracias a dios, aquello pronto termino.
El campamento pronto comenzó a distinguirse entre la vegetación del lugar. Las carpas y tiendas de acampar pequeñas coloridas resaltaban tras el trasfondo verde, la gente que iba y venia de la fogata donde la comida era preparada, le daban un aire de excursión turística. Si no fuese por los equipos de comunicación sofisticados, herramientas para excavación con los que contaba y soldados que supervisaban los límites del lugar.
Estacione junto otros vehículos del lugar, tome todas las pertenencias que traía conmigo y me apresure en llagar la carpa más grande. Dentro se hallaba el líder de la operación, doctor Carlos Cruz Gracia. Un hombre de cincuenta y tres años, de aspecto frágil y elegante, pero se sabía que su temperamento no encajaba mucho con aquella apariencia. Que al verme frunció el ceño debido a lo tarde que llagaba al campamento. Pero rápidamente quito esa expresión y se dirigió a saludarme cortes mente.
— Bienvenido doctor Palestina, espero que encuentre el lugar agradable.
Yo solo correspondí a sus palabras con cortesía, y tomé asiento junto con los otros especialistas sentados en la mesa. Entre ellos uno fue el que resaltaba por su aspecto, la única mujer incluida, mi querida amiga María Luisa. Una increíble traductora de leguajes Mayas e intérprete de murales, además de su vasto conocimiento de prácticas religiosas y cultos a dioses conocidos. Pero además de enorgullecerse de su profesión, ella era una madre soltera devota a su familia. Nunca descuido sus obligaciones a con sus hijos y eso era lo que la hacía ante mis ojos una verdadera profesionista.
Luego pase mi atención al resto del equipo, otros dos hombres desconocidos, que no pintaba a ser investigadores. Carlos noto mi incomodidad hacia estas personas, las cuales presento. El hombre que se encontrar en frete era Oscar Jesús Tejeda un especialista en expediciones de descenso en cavernas con varis años de experiencia. Y a lado de él, el general Armando Quirino López. Aquellos dos hombres eran los encargados de suministrar la seguridad durante todo el tiempo en que el equipo se trasladara y permaneciera dentro de las ruinas.
Ahora aclarada esto, Carlo trajo la atención de todos ante el mapa sobre la mesa. El cual mostraba los puntos en que se encontraba marcado el lugar de las ruinas y el campamento, como el complejo de cavernas y cenotes que le conformaba toda el área circundante. Pero al fijarme detenidamente en las ruinas, casi me dio un infarto. Las ruinas no se encontraban precisamente en un área sólida en medio de la selva, más bien, se encontraban en medio del sistema de cavernas, a los que Carlos argumento que la estructura se localizaba en los podría ser una caverna natural bajo tierra a más de dos o tres kilómetros de la superficie, o al menos eso es lo que estimaban los geólogos del equipo secundario. Esta información no se encontraba en el informe que leí semanas antes. Pero si aquello resultaba verídico, pasaría a ser conocida como la segunda ciudad de los dioses como la antigua Ciudad Tenochtitlan construida por los Aztecas antes de la llagada de los españoles. A lo que también nació una duda ¿Cómo fueron capaces de construir una ciudad en tal terreno? Y ¿Por qué? Pero ponto lo sabría en cuanto llegara.
Calos continúo mencionando que esto punto importante sobre la ubicación lo hacía una expedición peligrosa por lo que solo se permitirá descender a los presentes y tres hombres de apoyo más, haciéndolo un equipo de ocho personas. De las cuales una seria uno soldado recomendado por Armando y dos guías de alpinismo por parte de Oscar.
— ¿Cuándo se llevará a cabo el viaje? —pregunto María con impaciencia.