En las Fauces del Lobo

27. La melodía de una armónica hacia una ventana

 

No puedo hacer el banner porque no tengo laptop *cries in panic*, pero bueno, me prestan una y puedo escribir. ¿Qué le pasó a la mía? No tengo ni idea, los aparatos han estado en mi contra estos días:)

p.d si les interesa, me llega como en dos semanas o algo así.

Bueno, disfruten el capítulo, jeje. Éste me gusta muchito.

27 | La melodía de una armónica hacia una ventana

Cúmulo de emociones. Náuseas. Confusión.

Eso era lo que sentía y pensaba Rowena cuando despertó en su cama, había regresado cuando ya era demasiado oscuro, se había despertado a mitad de la noche, con la medialuna sobre ella.

Ya no escuchaba que la llamaran. Había ganado. Se levantó de la tierra y caminó todo el trayecto para regresar al pueblo, estaba tan oscuro que no podía ver nada y se lastimaba los pies al andar. No tardó en encontrarse con la manada de perros, quienes al verla, la escoltaron hasta la casa.

Ya no estaba tan sola como antes... tenía a los canes.

Estaba demasiado sucia.

Se levantó de la cama de un salto, observó la cama llena de tierra, ramitas y hojias. Comenzó a preparar la tina para limpiarse. Yen estaba recostada en el sofá de siempre, se había levantado más temprano. Rowena no podía quedarse quieta, pegaba brinquitos si debía detenerse y una vez más echaba a correr por toda la casa. Yen estaba confundida, levantó su oreja y observó a la chica.

Rowena se tranquilizó una vez que se hubo metido en el agua, el calor la hacía sentir de forma distinta. El agua parecía curar las heridas que no podían verse, e incluso las que sí se podían apreciar. Los moretones y cicatrices que tenía y que parecían multiplicarse.

Su piel ya no era la porcelana de siempre, ahora tenía nuevas heridas que le recordaban catástrofes.

En su cabeza no dejaba de producirse una escena, una sensación... quizá miles de sensaciones.

Lo que Darion la hizo sentir con sus hostiles palabras. ¿En serio las personas eran capaces de decir algo que realmente no pensaban? Su padre siempre le decían que debía conectar la lengua con el cerebro, hablar con lógica, saber qué decir. Era impulsiva, pero jamás hablaba con mentiras, jamás decía algo que no sintiera o no pensara.

¿O Darion había hablado con toda la verdad?

La cabeza de Rowena daba vueltas, hasta que se detuvo en Terrence.

¿Por qué se habían hablado tan abiertamente? ¿Se conocían ya formalmente? Ella no los había presentado, ¿por qué no lo había hecho? ¿De dónde se conocían? ¿Por qué se tuteaban de esa forma?

Rowena hizo una mueca y decidió tallar su cuerpo, frotarlo con fuerza aun así doliera. Luego salió del baño, se dirigó a su habitación, y sacó del armario el vestido blanco. El blanco siempre la hacía sentir limpia.

Necesitaba despejar su mente de otra forma. Entonces vio el diario de su padre sobre su escritorio. Caminó a él y recorrió sus dedos sobre la piel. Lo sujetó y salió de la habitación para sentarse en la sala con Yen, pero su plan se vio obstruido cuando llamaron a la puerta.

Rowena dejó escapar un suspiro.

¿Sería el Sabio otra vez? ¿La condenarían por fin?

Con pasos pesados se dirigó a la entrada y abrió la puerta. La luz del sol golpeó su rostro y deseó que no hubiese hecho eso. No quería...

Terrence estaba delante de ella, con una sonrisa nerviosa, entonces dejó escapar otro suspiro, esta vez de alivio.

Lo abrazó con fuerza, sin meditarlo antes y él le regresó el abrazo.

—Estaba muy preocupado por ti, Row.

Ella asintió lentamente con la cabeza, aún abrazándolo. No dijo nada.

—Quisiera hablar contigo de algunas cosas.

Rowena lo soltó y lo guió al interior, cerrando la puerta tras de él. Se sentaron en el sofá y Rowena preparó té.

Cuando estuvieron los dos con sus tazas y sentados, Terrence comenzó a hablar.

—Primero quiero habalr de ese idiota.

Rowena ladeó una mueca.

—Nadie aquí es un idiota.

Terrence alzó una ceja.

—No sé qué pasó después de lo de ayer. Ambos te buscamos sin parar, pero yo tuve que regresar a la granja, allá están ocurriendo una cuestiones.

—Cuando fui no había nadie, quería esconderme ahí. Estaba cerrado.

Terrence asintió con la cabeza y le prometió que luego le explicaría aquello.

—No me importa lo que te haya dicho después, y realmente lamento que hayas escuchado lo que dijo, jamás pensé que diría tantas sandeces... tenía la esperanza de que te trata como la princesa que realmente eres, no la niña que juega a serlo; no quiero que pases más tiempo con él, no sabes de dónde viene, ¿o sí? ¿Sabes su nombre completo o su edad siquiera?

Rowena aplanó sus labios. Quería reprochar, pero no tenía las armas. Terrence lo sabía perfectamente.

¿Quién era Darion? ¿Qué hacía en Mazefrek?

No había conocido ni a sus hermanos, no sabía de ellos. Solo sabía que Darion era un entrometido.

¿Por qué la había observado tanto lo primeros días? ¿Por qué la seguía cuando había problemas? ¿Por qué, por qué, por qué?

—No quiero que nadie te haga daño, Row. Eres mi mejor amiga, siempre será así y si alguien se atreve a herirte, de la forma que sea, no me detendré hasta dañarlo de peor manera —escupió y Rowena se tensó. Jamás había visto a Terry comportarse así, era una persona bastante calmada.

Ella desvío un poco su mirada.

—Fui a preguntarle aquello porque... sé cómo se miran. Quería asegurarme que no te haría daño. Supongo que fue una pésima idea, ¿no? —sonrió melancólicamente— Quería disculparme y, pedirte de todo corazón, que intentes no verlo más.

—Terrence —pronunció Rowena con lentitud—, no puedes venir a pedirme esas cosas. No quiero ver a Darion, pero no porque tú me lo pidas, sino porque yo lo necesito.




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