En las Fauces del Lobo | Próximamente En FÍsico

11. Perdida entre ramas

Sentirte perdido puede ser una sensación espeluznante        

Sentirte perdido puede ser una sensación espeluznante. Un sentimiento que nadie quiere vivir en carne propia porque te arrastra a un abismo inmenso, oscuro y lejos de toda realidad.

Rowena no se sentía así pese a estar dentro del Bosque Maldito y a penas podía ver la luna, las estrellas y el sol que eran los únicos entes capaz de guiarla. No se sentía perdida, sino viva, como si alguien le hubiese abierto los ojos.

El sol aún brillaba entre los árboles y las hojas cuando Rowena salió de la choza cargando a Yen, tenía los ojos muy abiertos y los labios apretados, mientras su cabeza se llenaba de dudas y el viento empujaba a Rowena para salir, el grigko la observaba desde la puerta.

«¿Mi vida será un caos o se resolverá?» se preguntó mientras se dignaba a caminar. Unos pasos ya alejada de la choza, bajó a Yen y se giró para ver al grigko, quien ya no estaba a la vista.

Mordió su labio inferior y siguió caminando.

Perderse puede ser una sensación, pero a veces podemos no sentirnos así y estar verdaderamente perdidos, como en el caso de Rowena, quien no había dejado rastro de dónde estaba.

Caminó durante el resto del día, mientras se perdía más y más en el interior del bosque. Lo único que tenía importancia en ese momento era lo que había vivido en el interior de la choza del grigko.

Antes de que el sol se ocultara, Yen se recordó cerca de un árbol y Rowena se subió a él, se sentó sobre una rama y observó el mundo dentro del bosque que, alguna vez, pese a sus pesadillas, lo vio como algo lejano.

Observó el cielo por entre las hojas y susurró palabras que nadie más podía escuchar, solamente ella y su madre.

—¿Crees que mi vida será tan caótica como leyó el duende oscuro? —le preguntó, acariciando una de las hojas entre sus dedos.

Luego soltó un suspiro yobservó la rama con desánimo. No tenía idea de qué pensar. ¿En verdadencontraría el amor? ¿Salvaría a millones de personas y a su vez perjudicaría aotros miles?

Deseó que su padre estuviese con ella, seguramente él tendría más cabeza que ella, podría aconsejarla, protegerla, animarla y abrazarla.

Sin embargo, no era así, Rowena estaba totalmente sola en el interior del Bosque Maldito.

—Mamá —llamó al cielo y lo observó por debajo de sus pestañas— ¿qué se supone que debo hacer ahora?

El viento sopló y acarició la mejilla de Rowena, las cuales se sonrosaron por el contacto frío, luego soltó otro suspiro y bajó la cabeza para observar la rama en la que estaba sentada.

Pronto iba a oscurecer y antes de que eso sucediese, Rowena debía bajar del árbol y encontrar un sitio donde dormir, aunque dormir en el bosque, sin abrigo ni nada era horrible. Siempre tenía nuevas heridas al despertar.

No quería bajarse. Quería seguir hablando con su madre.

—Debo irme si no quiero quedarme en la cima, atrapada en la oscuridad —murmuró con tristeza mientras observaba por entre las ramas y hojas cómo el sol iba desapareciendo y con eso, la luz.

Se levantó de la rama con cuidado y comenzó a descender, Yen la observaba desde abajo con los ojos muy abiertos, seguía recostada.

Una vez que Rowena llegó junto a ella, se sentó y la abrazó.

Rowena estaba perdida físicamente, pero emocionalmente solamente se sentía libre y confundida.

⋆☽⋆

En La Casa del Té en Mazefrek, la señora Helmik atendía a una clienta, una mujer de cabello rojo sujeto en un listó verde, era joven, preciosa y su rostro estaba lleno de pecas, aunque en el pueblo se creía que ese tipo de personas traían mala suerte y la señora Halmik, por más que admitiera la belleza de la mujer, quería atenderla lo antes posible para que se fuera y no dejara su mala suerte en el local.

Era claro que Odette Vulpes sabía lo que la señora Helmik estaba pensando. Ya estaban en el mostrador y Odette estaba totalmente erguida, observando cómo la mujer delante de ella movía sus manos con nerviosismo e intentaba retener el sudor que amenazaba en su frente.

—¿Va a querer algo más? —pregunto.

Odette se tomó el tiempo, pareció meditar el asunto, aunque lo tenía muy claro. Observó la tienda con cautela, cada estante y ocultó su sonrisa de satisfacción al notar que la impaciencia de la mujer crecía dentro de ella.

¿Era una condena para ella ser pelirroja? Para nada. Adoraba destacar de entre los demás, su cabello era como el fuego y muchos le tenían miedo así que la dejaban tranquilo. Aunque había otros fanáticos que la molestaban día y noche para lanzarla improperios.

—No —contestó por fin con una sonrisa—, eso será todo por hoy.

La señora Helmik sonrió forzosamente y asintió con la cabeza.

Metió los productos que la mujer compró en una bolsa y se la entregó para después recibir el dinero. Luego salió de la tienda y caminó hacia otro punto en el pueblo, todos se alejaban de ella, tomaban una distancia prudente cuando se acercaba e intentaban no mirar sus ojos cafés.

—Una pelirroja —murmuró Cedric, entrando a la tienda mientras cargaba una caja.

Su madre lo observó, asintió con la cabeza y tomó un trapo y un desinfectante.

—Una sucia y mala fortuna pelirroja —respondió.

Cedric hizo una mueca.

—Pues era bastante bonita —murmuró su hijo, dejando la caja en una mesa con algunos productos en exposición.

La tienda de los Helmik era demasiado grande, de un color dorado como la miel y había toda clase de productos relaciones con el té. Eran una de las familias más ricas, por lo que tenían bastante fortuna.




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