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34. Secretos & promesas

34 | Secretos & promesas

Una promesa puede volverse un secreto entre dos personas, un secreto compartido deja de ser secreto para volverse promesa. Las promesas no pueden romperse, porque de serlo te ahogan mientras duermes y no te dejan avanzar, es una cuerda que se ata a dos extremos, y aunque trates de romperla, como un recuerdo persiste en quedarse; un recuerdo es una atadura, y una promesa sin cumplir es la condena de tu vida.

Una punzada aguda golpeó la cabeza de Rowena mientras abría los ojos. La luz del sol golpeó directa en sus ojos. El dolor se había vuelto insoportable.Giró sobre su cuerpo con un gemido y trató de hacer presión.

Se levantó del suelo y observó su alrededor.

¿Dónde estaba? Estaba en el Bosque Maldito, pero ella no había caminado hasta ahí. Su último recuerdo es la casa... esa maldita casa que grita con la anciana manca en la mecedora. Esa maldita casa que siempre le hacía algo, la hacía olvidar de alguna forma.

El dolor golpeó con másfuerza, y dos lágrimas escaparon de los ojos de Rowena. El dolor, la frustración... no lo soportaba más.

Había estado ahí de nuevo, había estado tan cerca. Masajeó su cráneo con la esperanza de detener el rebote de su cerebro, el dolor era tan agudo que le cortaba la respiración.

Buscó la fotografía en la cesta, pero ésta ya no estaba. La había perdido. Lo último que recordaba era la oscuridad, había escuchado esa risa... esas palabras. Esa voz sonaba masculina, grave e irreal, venía de todas partes y había helado su sangre. Infundía miedo.

Debió dejar la fotografía en la casa.

Rowena se sentó en el suelo y abrazó sus piernas, permitiéndose llorar por el coraje que sentía. Estaba tan molesta poirque lo había conseguido, pero a la vez no había servido para nada. No había conseguido nada.

Los canes se acercaron a ella, le dieron su calor, la llenaron de besos. Y cuando Rowena se sintió recompuesta, lista para seguir adelante, se puso en pie.

El dolor en su cabeza no la había abandonado, y parecía no tener ninguna intención de dejarla. Quizá debía concentrarse en otro objetivo y dejar la casa del bosque para después.

Buscar al grigko parecía otra tarea imposible, y pensar en todo lo que había sucedido le hería lo más grande. Su pecho ardía al recordar lo que había visto la noche anterior. Darion la había traicionado.

En realidad, no la había traicionado, porque nunca había sido algo de ella. Desde siempre estuvo siguiendo órdenes, siguiendo la base de un plan como ella misma hacía.

Apretó el mango del arco que cruzaba su cuerpo. Dejó que sus dedos recorrieran las figuras que su padre había tallado con tanto cariño, narrando cada una de sus aventuras. 

Admiraba a su padre tanto, pero no era como él.

Ella también había querido eso alguna vez. Tener aventuras y un lugar donde guardarlas, tener a alguien a quien contarle todas sus historias... pero ahora tenía tan miedo y ahora sí que estaba sola.

Había alejado a todos para no herirlos, y la única persona que sentía que podía confiar para enfrentarse a todo, resultaba ser de todo menos de confianza... pensar en Darion hacía que su cabeza doliese más, pero no lo podía evitar.

Había confiado en él, le había abierto su corazón, había dejado que se acercara como nunca nadie lo había hecho, y ahora le dolía tanto... todo le estaba saliendo mal, todo estaba mal. ¿Qué había hecho para merecerse eso?

Cansada, se arrodilló y miró a Cielo, mientras las lágrimas no dejaban de surcar sus ojos y caer sobre sus mejillas, sobre la tierra.

—Por favor —rogó a Destino que debía observarla en lo alto—, no quiero esto. No quiero más esto. Cambia la historia o cámbiame a mí.

Sus sollozos era lo único que podía escucharse en ese extremo del Bosque.

—No quiero sentir dolor, ya no quiero sentir. Ya no quiero saber siquiera lo que es verdad, regrésame a lo que era o quítame lo que siento —suplicó sin poder contener sus lágrimas. Su respiración se había acelerado al igual que su corazón.

Pero nadie parecía atender su ruego, nadie parecía estar ahí para escucharla, atenderla o consolarla.

⋆☽⋆

Las llamas de las antorchas indicaban dónde cada miembro de Mazefrek hacía guardia. Habían tomado medidas diferentes a la última vez, y parecían estar más dispuestos a darle caza a Rowena.

Vigilaban cada rincón, y Darion, Esus y Finn debían ingresar al interior del Bosque Maldito, prepararse para lo que la noche siguiente tendría lugar. Era de madrugada, y la gente, a pesar de estar cansada, aún parecían tener energía. Querían acabar de una vez por todas con Rowena.

Esus todavía no había dicho nada, no le había dirigido la palabra a Darion, pero Darion sabía que se vendría bronca. Podía sentir la respiración pesada de Esus, estaba más que molesto.

Sin Rowena en su poder, bajo su control, las cosas podrían salirse un poco de control. Aunque Esus trató de pensar que aquella chiquilla no podría estropear sus planes. Ellos eran más y tenían todo calculado, podrían dar con ella.

Pero en ese momento tenían un poco complicado adentrarse en el Bosque, y el resto de la Manada #16: Escarlata ya debía estar esperando. Esus miró enfurecido a Darion, pero éste lo ignoró.

—¿Algún plan? —preguntó Finn mirando con preocupación las antorchas que se movían de un lado a otro.

—Esta gente no se atreve a acercarse tanto al Bosque —aseguró Esus con una mueca, calculando la distancia que tenían hasta la Orilla del Cuerno.

—Pero no pueden vernos entrar —gruñó Darion en respuesta, queriendo golpear a su alfa—, imposible.

—Ya solo queda un día para largarnos de esta pocilga —respondió Esus con sorna—, ¿qué importará que nos vea?

Darion alzó la vista hacia Esus, alarmado por sus palabras. Quiso saltarle encima, pero tuvo que controlar el impulso. Sus manos se hicieron puñnos y de tanto apretar para contenerse, sus nudillos perdieron todo color.




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