En las Fauces del Lobo | Próximamente En FÍsico

39. Siempre hay soluciones

Momentos importantes. Momentos que te marcan. Momentos que cambian tu vida para siempre. Aquello que estaba por suceder era exactamente a lo que se enfrentaría Darion. Sabía que aquello impondría un cambio importante en su vida y en la de varios.

Aunque no era consciente de cuánto.

Esus lo miraba con rabia, su cara deforme por el enojo. Darion pareció contentarse con la reacción, le gustaba hacerlo enojar.

Darion se preparó para cualquier ataque, estaría listo. Había amenazado a Rowena y eso era más que suficiente para encender la cólera en él. Se recordó que esa misma noche había logrado matar a un Demonio con ayuda de Luna y de Rowena.

Aulló y Esus lo imitó.

En el interior del bosque había mucho ruido, los lobos aullaban, los pájaros volaban, las criaturas salían a hacer escándalo. El plan seguía su curso. Darion temía que los lobos fuesen a Mazefrek antes de poder contenerlos.

Rowena estaba ahí.

Donde estuviese, sea donde la pusiese... siempre parecía estar en peligro.

Darion se abalanzó contra Esus pensando en Rowena, su motivación final para todo lo que estaba en sus manos, para hacer lo que le correspondía; Esus se defendió con la fuerza de un alfa.

—Eres débil —gruñó Esus con burla—, ¿qué habría de diferente hoy respecto a los otros días?

Darion gruñó y le mordió una pata con fuerza, Esus aulló de dolor y trastabilló. Lo observó con molestia y volvió a atacar.

Había algo diferente esa noche. Darion no sabía el qué. No era la Luna Llena porque ella afectaba a todos los de su especie, la diferencia era la misma de siempre; pero había algo más que le daba más fuerza, y no eran los entrenamientos que hacía en el Bosque.

Darion tenía su propia Luna Llena, su motivación personal. Y si alguien se atrevía a amenazarla, podría temer por su vida.

Esus mordió a Darion con la misma fuerza, en su cuello. Darion aulló, harto de que siempre le dejara marcas, que siempre le desgarrara el cuello. Furioso, se levantó y volvió a saltarle encima, mordiendo ahora su cuello, desgarrando, sintiendo por primera vez la sangre de Esus en su hocico.

Sabía a victoria.

Esus se sacudió tratando de quitarse a Darion de encima, pero éste se aferró a él con fuerza, hincando sus caninos en su piel, la sangre bajaba por su hocico, Esus se contuvo de aullar, pero no pudo evitarlo cuando el dolor comenzó a ser demasiado.

Darion por fin lo soltó y se apartó, con una risa ronca, relamiento la sangre que baja por su hocico. Esus lo observó sorprendido.

—Aprendiste nuevos trucos, lobito.

Sin mediarlo, se lanzó contra Darion para atacarle de nuevo, para darle una lección y volver a humillarlo, pero Darion estaba preparado. Había pasado años estudiando sus movimientos, su forma de atacar... y había esperado otro tanto para poder usarlo en su contra.

Esquivó su ataque y lo golpeó por el costado, Esus perdió el equilibrio y trató de controlarse, sorprendiéndose. Volvió a atacar, pero Darion fue más rápido y lo derribó. Esus quedó en el suelo, Darion lo apresaba para que no pudiese levantarse.

Los dos tenían heridas, los dos sangraban. Por una vez, Esus parecía cansado, herido... por una vez Darion lo había hehco sangrar bastante.

Gruñó acercando sus caninos a él, con amenaza.

—Es tu fin —susurró Darion.

Esus rio por lo bajo, su voz no era tan potente ni tan segura como antes. Guardaba rencor y parecía haber una chispa de orgullo.

—Llegaría —confirmó con la cabeza—, como llegará el tuyo. Cuestión de alfas —aseguró.

Darion lo observó en silencio, sin separarse ni dejar de hacer presión.

—No me harás cambiar de opinión —dijo por fin, después de haberlo meditado.

—Y no me interesa hacerlo.

Los dos se observaron. Esus estaba molesto porque la misión estaba sin completar todavía, tenía la esperanza de que Darion decidiese acabar con su vida más adelante, cuando la gloria en Leoscis ya los hubiese recibido, cuando fuesen una manada digna... quería saborear el fruto de lo que había estado trabajando. Pensando en ello, se decidió que no era su momento.

No iba a dejar que Darion se quedara con su puesto en ese momento. Ni siquiera confiaba en que hiciese lo que tenía que hacer. Sería un pésimo alfa si seguía con la vida que tenía, si seguía enamorado de Rowena.

No dejaría a su querida manada en las garras de ese lobo traicionero.

Esus se sacudió con fuerza y tiró a Darion, que golpeó contra las ráices de un árbol y chilló por la sorpresa y el dolor. Esus se puso en sus cuatro patas y aulló.

Darion volvió a acomodarse en sus cuatro patas, listo para volver a atacar.

Los dos se abalazanron sin esperar, se golpearon, mordieron, atacaron... la sangre volvió a volar, los lobos estaban jadeando, heridas cubrían su cuerpo y su pelaje parecía estar bañado de sangre.

Esus estaba rabiosa, se negaba a dejar su manada en malas garras, estaría dispuesto a matar a Darion; Darion se negaba a morir y dejar a Rowena, a dejar a su manada bajo el mandato de Esus.

«Esta vez o Esus o yo» se recordó Darion.

Ambos saltaron, llenando el silencio del Bosque con gruñidos, aullidos y jadeos. Darion apresó el cuello de Esus con sus dientes y los hincó con fuerza. La sangre brotó. Esus se sacudía sobre la tierra queriendo liberarse.

Darion esta vez los sujetó con fuerza, lo clavó sobre la tierra. Recordando todo lo que le había hecho, todas las humillaciones. Pensó en Rowena y en cómo había osado en amenazarla, como había dicho que la mataría.

Su mente se nubló de furia, con pensamientos e imágenes.

El cuerpo de Esus dejó de moverse, de respirar... pero Darion no lo soltó. Siguió arañando y mordiendo, saboreando la sangre de la victoria. Cuando se detuvo alzó la vista a Luna Llena y aulló con orgullo.

Entonces la luz plateada lo golpeó. Y su cuerpo comenzó a cambiar, a romperse, a arañarse, a escurrir más sangre de lo que hacía ya. Darion sintió que iba a morir en ese momento.




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