En las garras del salvaje

Capítulo 4

Xavier Dominis era más de lo que Perla podía pedirle a la vida. Tanta perfección en un solo hombre parecía mentira. ¿Cómo era que jamás lo había vista antes? Las familias de alcurnia de Roca Dragón frecuentaban siempre el mismo círculo social, ella conocía a todos los solteros de la ciudad prácticamente desde la infancia. Por eso Orson y otros jóvenes le hablaban con tanta familiaridad, a todos los conocía desde antes de que aprendieran a andar. Sin embargo, jamás había visto el rostro del caballero ante ella, de eso estaba segura, puesto que, de haberlo visto antes, habría quedado grabado en su mente como fuego.

—Es un placer conocerlo, señor Dominis —respondió Perla con una inclinación delicada, pensada para impresionarlo con su feminidad—. Mi nombre es Perla Duval.

—¿Duval? ¿Acaso es usted pariente del segundo asesor del rey?

—En efecto, él es mi padre —aclaró Perla sonriendo con modestia.

Xavier recorrió con los ojos a la dama que tenía enfrente de forma disimulada. Una joven de hermoso aspecto, fue su veredicto, y no tardó en decidir que deseaba conocerla más a profundidad… bastante más a profundidad.

—Es un verdadero honor conocerla, señorita Duval. ¿Qué le parece si, en lugar de comer pastelillos, la invito a la pista de baile? —dijo con galantería.

Perla sintió que el corazón le estallaba. ¡Qué hombre tan guapo y la estaba invitando a bailar!

—Será un placer —se apresuró a decir, tendiéndole su mano.

El resto del salón pareció difuminarse mientras Xavier llevaba a Perla hacia la pista de baile, él era todo en lo que ella podía pensar. Su mente trabajaba a una velocidad impresionante. ¿Qué era esta emoción que la embargaba? ¿Acaso era Xavier el hombre que llevaba esperando toda la vida?Era un completo desconocido y la estaba haciendo sentir toda clase de emociones excitantes.

Al comenzar a moverse, Perla comprobó con gusto que, además de apuesto, Xavier era un extraordinario bailarín. Ambos parecían deslizarse en la pista como si esta estuviese hecha de hielo.

—Tuve el placer de conocer a su hermano Rafael en Cima de Fuego hace algún tiempo, un caballero muy agradable, me dejó la mejor impresión —dijo Xavier mientras se movían al ritmo de la tonada.

—Ah, ¿es usted originario de Cima de Fuego? Eso lo explica todo —exclamó Perla sin poder contenerse.

—¿Explicar qué? Disculpe —quiso saber Xavier.

Perla sintió cómo sus mejillas se sonrojaban, quiso justificarse, pero rápidamente se decidió por la sinceridad. ¿Qué ganaba con ocultar lo embelesada que se encontraba?

—El hecho de que no lo recuerde. De haberlo visto antes, tendría su rostro grabado en la mente, no me cabe duda —dijo con coquetería.

El aludido se sonrojó ligeramente por el cumplido.

Perla lo observó con atención, su emoción inicial estaba algo mermada. Ahora que sabía de dónde era originario, podía ver que Xavier no era el marido en potencia que ella esperaba. Perla tenía por seguro que jamás viviría en Cima de Fuego, ni en ningún otro sitio que no fuera Roca Dragón, aquí estaba todo lo que amaba y conocía, no deseaba ir a ninguna otra parte. Fuera de la capital le parecía que todo era triste y aburrido, lo mejor del reino estaba aquí. Para ella quedaba muy claro que no estaba dispuesta a cambiar su vida, ni su locación, por ningún hombre, ni siquiera uno tan guapo como Xavier. Eso significaba que a lo más que podía aspirar con él era a un romance pasajero y rápido se hizo a la idea de que eso le bastaba.

—Y dígame, señor Dominis, ¿cómo es que conoce a los novios?

—Lo cierto es que apenas los conozco, vi un par de veces a Maximilian y eso es todo. Estoy aquí porque mi familia tiene negocios con los Ambani. De hecho, todos los Dominis fuimos invitados, solo que mis padres no se sintieron con los ánimos de hacer un viaje tan difícil a la capital, por lo que recayó en mí venir en representación de la familia.

—Supongo que los entiendo, debe resultar un traslado tedioso, sobre todo si se hace por tierra. He escuchado que el camino es sinuoso por entre las montañas.

—Lo es y mi pobre madre padece terribles mareos cada vez que viaja. Ya es una mujer mayor, así que decidimos que era mejor ahorrarle el mal trago. Como el primer hijo, es mi deber ponerme al frente cuando mis padres no son capaces de hacerlo.

—Suena una actitud muy honorable, señor Dominis. Aunque es una lástima que haya tenido que viajar solo.

—A mí no me molesta en absoluto. Además, planeo quedarme un tiempo en Roca Dragón mientras resuelvo otros asuntos. Quiero aprovechar que ya he hecho el viaje para atender los negocios que la familia tiene aquí, además de que también me gustaría conocer un poco más la capital ya que no tengo muchas oportunidades de venir. He alquilado una residencia en la zona sur de Roca Dragón para mi estadía.

El corazón de Perla se iluminó al escuchar aquello. Xavier pasaría una temporada en la capital, tiempo perfecto para que pudieran conocerse y acercarse.

—Es una muy buena idea, Roca Dragón es un lugar vibrante con mucho que ofrecer, va a divertirse a montones aquí —dijo con una sonrisa de abierto flirteo.

—Eso planeo —respondió él con ojos seductores—. Suficiente de mí, cuénteme de usted. Una dama tan bella como usted debe tener una historia fascinante.




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