En las garras del salvaje

Capítulo 7

El sirviente llegó con el postre. Pastel de fresa. Por encima de la mesa, Xavier le sonrió a Perla con complicidad y ella entendió que era un guiño a la forma en la que se habían conocido. Le pareció un buen detalle. Sin embargo, no ayudó en nada a su sensación de querer largarse de ahí de inmediato. Algo iba condenadamente mal, Perla no sabía qué, pero ya había sido suficiente de ignorar sus instintos. Tal vez Gilda había tenido razón al decir que Xavier era una manzana podrida y eso era lo que su corazón le estaba advirtiendo. Aunque, a decir verdad, él no había dado el más mínimo atisbo de tener un carácter negativo. Al contrario, seguía siendo tan galante como Perla lo recordaba en la boda, no tenía nada que reprochar de su comportamiento durante la cena. Su conversación era amena y sus modales esforzados, un completo caballero. A simple vista la velada estaba yendo de maravilla, tal como imaginó que sería, sin embargo, en su interior no dejaba de crecer una sensación de alarma. Perla no tenía idea de qué era lo que su corazón le advertía con tanta insistencia, pero tenía que hacerle caso. Debía encontrar una manera cordial de marcharse sin ofender a su anfitrión.

—¿Sucede algo malo? Te noto inquieta —dijo Xavier.

—Eh, no, yo… eh… solo me perdí un momento en mis pensamientos, lo siento —se excusó tratando de controlar su agitación interior—. La cena ha estado deliciosa, lo he pasado muy bien. Te lo agradezco.

—Me alegra escuchar eso —respondió Xavier haciendo su servilleta a un lado y poniéndose de pie para caminar hasta donde se encontraba Perla para tenderle la mano y que pudiera levantarse de su asiento. Quedaron uno frente al otro, con sus cuerpos a centímetros de tocarse entre sí.

—Me parece que ya es tarde —dijo ella mirando hacia la puerta, tratando de pensar en una excusa para marcharse.

—Aún tenemos tiempo. Dices que la estás pasando bien y pienso encargarme de que lo pases aún mucho mejor —susurró Xavier antes de inclinarse con intención de besarla.

Sus labios se acercaron a los de ella con seguridad, pretendiendo dar inicio al tan esperado romance. Lo único que Xavier llevaba pensando toda la cena.

El instinto tomó posesión y Perla dio un brinco hacia atrás para huir del beso.

—Lo siento, no puedo hacer esto. Debo irme —dijo de forma nerviosa, con todas las alarmas de su interior encendidas.

Xavier la alcanzó de una zancada y la tomó por los costados.

—¿De qué hablas? Lo estamos pasando bien, tú misma lo dijiste, no puedes irte ahora. Viene la mejor parte —dijo confundido—. Si te preocupa que alguien se entere, ya te di mi palabra de que seré discreto. Créeme que yo también lo último que deseo es que esto se sepa.

Perla comenzó a negar, era difícil explicar motivos que ni ella misma entendía. No había razón para irse, al menos no una que pudiera expresar de forma lógica, simplemente sentía que debía irse de inmediato.

—Por favor, debo marcharme —dijo intentando que él la soltara.

Xavier afirmó su agarre sobre sus brazos para impedirle moverse, empezaba a irritarse. Llevaba días pensando en esta cena y ahora que iba a comenzar la parte interesante, ella quería marcharse. Definitivamente no estaba dispuesto a permitírselo así de fácil. Él no era alguien con quien pudieran estar jugando.

—Espera, déjame persuadirte para que te quedes, sé que te puedo hacer cambiar de opinión —le dijo antes de inclinarse de nuevo para besarla.

Perla se giró para rechazar el beso, de modo que los labios de Xavier dieron con la piel de ella. Decidió seguir en su intento de todos modos y comenzó a llenar su cuello de besos. Perla movió el hombro para rechazarlo, pero Xavier no dejó que eso lo desalentara a seguir. Bajó beso a beso hasta llegar a la zona del escote. Perla se removió para comunicarle su incomodidad, pero él no se detuvo, siguió besándola presionando su boca cada vez con más fuerza contra la piel de ella.

—Basta, por favor, ya dije que debo irme —expresó Perla visiblemente disgustada—. Suéltame.

—Deja de resistirte, ya verás que pronto te hago entrar en calor —respondió Xavier con voz ronca, manteniéndola a la fuerza en su sitio.

—Deseo que te detengas ahora —demandó Perla cada vez más desesperada por quitárselo de encima.

Intentó empujarlo, pero él no se inmutó, siguió besándola por todas partes con insistencia. Perla no sabía qué hacer, jamás había estado en una posición en la que un caballero no cumpliera de inmediato sus exigencias. Ahora se daba cuenta que Xavier no era ningún caballero, que todo había sido apariencia. Gilda había tenido toda la razón al aconsejable que no se precipitara, que si algo parecía demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo fuera. En ese momento, Perla entendió las numerosas señales de alerta que había sentido en su interior durante la cena, algo en ella había logrado leer a la mala persona que se escondía detrás de la sonrisa de Xavier y quiso advertirle, solo que Perla había sido lo suficientemente tonta como para ignorar sus instintos durante casi toda la cena.

Xavier caminó unos pasos al frente llevando a Perla con él, hasta que la espalda de esta quedó contra la pared más cercana y luego comenzó a recorrerla con las manos. Aunque ella se mostraba renuente, él estaba convencido de que poco a poco caería seducida, solo hacían falta algunas caricias y besos para que cambiara de parecer de querer irse. Tendrían una noche satisfactoria juntos como habían planeado, él se encargaría de ello.




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