En lo alto del Duraznero

PAPÁ

Hoy quería hablar de esto y sé que será un tema bastante complejo de abordar en un solo momento. Pero bueno, aquí vamos. Puedo sentir el olor de la lluvia, a mi niña interior le encantaba eso.

Ahí luego de abrir mis ojos, la veo sentada en la galería de casa, de frente al patio. Ella agitaba sus pies y simplemente observaba.

Me acerqué por su espalda sobresaltándola y me senté en los escalones, dándole la espalda.

—¿Cómo has estado? —le pregunté.

—Hace mucho que no vienes. —soltó en un bufido.

—Lo sé, pero aquí estoy.

—¿A qué vienes? —me preguntó sin nada de curiosidad.

—Vine a hablarte de papá —le dije y me volteé para mirar su expresión, ella me devolvió una mirada molesta.

—¡No quiero hablar de papá contigo! —me gritó, ella me vio tragar saliva.

—Lo siento, hoy no estas de buen humor. ¿Paso algo? —le pregunté, me giré frente a ella y vi, como las lagrimas se acumularon en sus ojos.

—¡Extraño al abue! ¡Detesto que se haya ido! —me dijo llorando.

Al escucharla, un nudo se formó en mi garganta y las lagrimas comenzaron a salir lentamente de mis ojos.

—El abue me dejó sola… él se fue para siempre —Ella se sentó sobre la silla y abrazó sus piernas—. Me dejó sola para siempre.

—Ay, cariño —le digo entre lágrimas—. Sé cuanto la extrañas.

Me acerque a ella y la abrace, ambas lloramos juntas.

—El abuelo fue más padre que nuestro padre.

—Él nunca me dejaba sola. Me preparaba el desayuno, la comida salada y me traía caramelos cada vez que salía a comprar… y ahora, ya hace mucho que no está. ¡Y él nunca me contesta!

Sequé mis lágrimas y me alejé, al mismo tiempo ella también lo hizo. Me miro con sus ojos brillantes y su nariz goteando.

—¿Alguna vez dejaremos de extrañarlo así?

—No, nunca.

Ella simplemente agachó su rostro y siguió llorando.

—Pero, encontraremos otras formas —le dije y busqué su mirada entre los mechones de su largo cabello—. Nunca dejaremos de extrañarlo tanto, pero él volverá a estar tan presente en nuestro corazón. Cada vez que necesites guía o que necesites un simple oído. Él nunca nos dejó.

—¡Sí me dejo!

—No —Ordené su flequillo y dejé su rostro al descubierto—. El abuelo se murió, pero él nunca te abandono y menos te dejó. ¿Sabes? Él siempre seguirá aquí, su amor nunca fue tan simple.

—Pero ya no está.

—Lo sé, físicamente ya no. Pero, siempre lo estará en tu corazón e incluso en todo lo que hagas. El abuelo no te dejo, nunca lo hará. Él te amo más que papá —La vi asentir repetidas veces—. Él fue valiente, él definitivamente lo intento hasta que no pudo más.

Ella solo seguía llorando, yo la miré arrepentida. Me fui y tomé una silla del comedor, la puse a su lado y me quedé sentada.

Estuve en silencio, limpié mis lagrimas y sólo me quedé ahí, respirando profundamente. En un momento, ella se detiene y me dice:

—¿Cómo haces para hablar con él? —me preguntó triste.

—Me mentalizo de que él esta en todos lados, es por eso, que sólo le digo: ¡Abue, aquí tu nieta jodiéndote de nuevo! —exclamó, a lo que ella ríe torpemente.

—¿Lo molestas mucho?

—No tanto, pero siempre busco hablar con él. Sabes, ahorita pasé por algo feo, parte del mundo de los adultos —le dije con una media sonrisa—. Me quedé hablando con él toda la noche que no podía dormir, le conté desde pum a pam… ¿y sabes qué? Me sentí más aliviada, porque no sé como explicarte, pero siento que siempre estará para mí.

—Eso, quiero que me pase a mi también.

—Sólo abre tu corazón y simplemente háblale —le sonreí, ella asintió.

—¿Te puedes ir? Quiero intentarlo desde ya —dijo entusiasmada.

Yo asentí y me levanté, acaricié su cabello y le sonreí.

—Dile que digo que, hace mucho que no lo sueño y me debe un fuerte abrazo.

—¡Eso díselo tú! —me reprocha y me ve reír.

—Tienes razón. Cuídate.

Al decir eso, vuelvo a mi misma. Pienso en mis propias palabras, ciertamente… nunca deje de extrañarlo ni amarlo, probablemente siempre depende de él… pero eso, para mi es reconfortante, me gusta saber que él está cuidando de mí.




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