De niña adoraba a mi hermana al igual que todos.
Ella al ser una persona bonita, podía tener lo que quería sin luchar.
No me sentía agraciada, después de todo, las comparaciones siempre estaban presentes.
Quizás en el fondo la envidiaba...
Ella no sólo era bonito sino: inocente, buena y muy confiada.
Aunque a medida que fui creciendo nuevas proyecciones sobre ella estuvieron.
Ella manipulaba ser el centro de atención y convencia a otros con solo llorar y sonreír.
Entonces deje de entenderla, porque... ella ya no es "bonita" para mí.
¿Quién de verdad es mi hermana? ¿Qué es lo que quiere realmente?
REFLEXIÓN: Un camino para dos