En manos de la bestia

Disputa por la presa.

 

Las bestias salvajes tienen un sentido de pertenencia muy grande, su instinto los hace luchar a muerte por su territorio, especialmente por sus presas, los lobos y los vampiros tenían los ojos en un mismo objetivo, poseer a la mujer de la sangre sagrada, ambos clanes tenían a sus cebos, sus conejillos de indias para morder aquellas dos mujeres y ver quien de ellas era la elegida por la luna, por eso escogían a los lobos más viejos, enfermos o débiles y a los vampiros más ambiciosos y hambrientos a quienes sometían a crueles periodos de hambruna y eran usados como soldados desquiciados que harían cualquier cosa por comer,  para los lobos era la reencarnación del amor de su diosa y para los vampiros el arma para conquistar el mundo y señorear sobre las bestias y la humanidad.

Ambos se encontraban luchando entre ellos y contra el clan de la flor púrpura para penetrar su defensa y devorar a sus presas.

—¡Vengan aquí malditos bastardos! van a tener el honor de morir en mis manos. —pronunció Linéa apuntándoles con sus armas y disparó a quema ropa hacia los vampiros que intentaban herirlas.

Irina suspiró profundamente para concentrarse, era una excelente arquera y le dio a un lobo en la pata delantera haciéndolo chillar de dolor, este después gruñó y se la sacó con los dientes, aguantando el ardor y volviendo a la batalla.

—¡Bien hecho Irina! —dijo Linéa felicitando la destreza de su hermana, mientras ella seguía disparando a los seres de las sombras.

Bladimir estaba con un ojo en la batalla y otro sobre las hermanas, debían pelear, pues ninguno podía cuidarlas ahora.

—Terminaré con esto lo antes posible para regresar con ustedes, esperen un poco más. —se dijo a si mismo mientras le abría la mandíbula aun vampiro y se la arrancaba tirándola lejos de él.

Aquella pelea era muy intensa, los líderes de los diferentes clanes de la flor púrpura tenían que pelear con lobos y vampiros al mismo tiempo, eso era devastador para ellos, en cuanto a su condición física, comenzaban agotarse y estaban heridos.

Linéa se sentía impotente al ver la condición de sus líderes, pues, aunque lo estaban dando todo, los seres de las sombras estaban tirando a matar, los sobrepasaban en numero y en fuerza, no importaba cuantas veces disparara, ninguno caía.

—Son más difíciles de matar de lo que pensé, son como sabandijas escurridizas. —exclamó Irina y los ojos de Linéa se abrieron de golpe al ver que un lobo brincaba por encima de su hermana abriendo el hocico para arrancarle la cabeza.

Ese momento transcurrió en cámara lenta, Linéa podía escuchar su respiración y podía sentir las palpitaciones de su corazón en sus oídos, los cebos ya habían sido enviados a cumplir con su objetivo, mientras el lobo Iba por Irina, uno de los vampiros estaba por clavarle los colmillos a ella.

—¡Irina! —Los gritos de Linéa hicieron que Daven y Stephan reaccionaran acabando con sus oponentes y una de las dagas de Stephan atravesó la cien de aquel lobo voraz haciendo que su cadáver callera a unos metros de distancia de su prometida.

—¿Estas bien? —le preguntó Stephan a Irina y ella no le respondió pues el vampiro que había atacado a Linéa por la espalda ya la tenía completamente sometida.

—¡Hermana!

—¡Mmm! ¡mmm! —el vampiro le había tapado la boca y con la otra la tenía inmovilizada he hincada en el suelo, era muy fuerte y la estaba lastimando.

—¡Suéltala bastardo! —gritó Irina apuntándole en la cabeza.

—Jajajaja, No hay manera de que me des sin lastimar a tu hermana ¿O es que quieres hacerle un agujero en el cráneo?

—¡Cierra la boca! Te perforare los sesos malnacido.

—Tengo tanta hambre… pero me contendré, mi príncipe me dijo que comería todo lo que quisiera si lograba encontrar a la heredera de la flor de aconito, aun no se si es ella o tú, pero su sangre huele diferente al resto.

El vampiro le cortó el pecho haciendo una abertura en su blusa dejando correr su sangre llamando la atención de los lobos y de los otros vampiros, quienes, al instante, reconocieron aquel aroma peculiar.

—¡Mmm! —Linéa gimió de dolor y mordió la mano del vampiro logrando que la soltara y rápidamente sacó una daga que tenía guardada en su pierna y se la clavó en el ojo.

—¡Ahhhh! —el vampiro gritó y se quitó la daga que le quemó el ojo por que tenía residuos de la flor sabrada cuando sus antepasados fundieron la plata para crear esa arma y este no pudo regenerar su herida.

La sangre de Linéa llamó tanto la atención de las bestias que se quedaron petrificados por un momento, Karsen Herleif, Daven, Bladimir, Stephan y Daven, los miraban confundidos, pues se habían quedado como estatuas.

—No es suficiente… ¡háganla sangrar más para convencerme! — gritó el príncipe Odegar impaciente, quien veía todo desde un espejo mágico que le permitía comunicarse con sus subordinados, su voz los llenó de miedo y estos reaccionaron salvajemente he intentaron agredirla, pero los lobos les hicieron frente para impedirles el paso, por nada del mundo dejarían que ellos se llevaran el premio.

—¡Karsen quédate conmigo! ¡los demás regresen a la mansión y cuiden con sus vidas a las señoritas! Nosotros nos quedaremos aquí para impedir que los sigan. —expresó Daven empuñando sus espadas.

—Eso no será posible, estamos rodeados. —manifestó Stephan al ver a más vampiros acercándose a ellos.

—Irina. —exclamó Linéa llamando la atención de su hermana.

—Dime. —le respondió ella con el corazón agitado.

—Ellos creen que soy la heredera de la flor de aconito, están tan convencidos que están peleando por ver quien se queda conmigo, dispárame en el hombro con una de tus flechas y empapa el resto con mi sangre.

—¿Qué? ¿Estás loca? ¡no pienso hacer eso! ¡no voy a lastimarte! —manifestó Irina negándose a su petición.

—No digas tonterías Linéa, solo son sospechas, no tenemos nada asegurado. —le dijo Stephan quien se preparaba para atacar.




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