En manos de la bestia

En manos de la bestia 2

 

El criminal más buscado estaba frente a mí, nuestro enemigo más poderoso y el alfa del clan más fuerte que ni si quiera los vampiros podían hacerle frente, acababa de entrar por la puerta, estaba segura que fácilmente media los dos metros de altura, su complexión era atlética y fornida, no podía verle bien su rostro por que la luz me lastimaba los ojos, pero por su voz, supe que era muy intimidante, así que enmudecí instantáneamente.

—Oye niña, tienes dos opciones o te callas y conservas tu lengua o te la corto y me la como delante de ti. —estás fueron las primeras palabras que cruzamos, lo primero en salir de su boca fue una fuerte amenaza contra mi integridad, lo había confirmado, ese hombre era una bestia sin corazón.

—Quiero que me quiten estás cadenas y que me devuelvan mi libertad, no pueden retenerme en contra de mi voluntad. —le dijo Linéa mirándolo fijamente pero su rostro aun estaba difuso.

—Claro que puedo, aquí se hace lo que yo digo, te vas a quedar en mi territorio el tiempo que yo decida ¿te queda claro? —exclamó Arnes con esa voz gruesa de ultratumba.

—¡Déjenme ir! ¡Mi familia no dejará que se salgan con la suya! Ellos vendrán por mí y… —Arnes la interrumpió agarrándola con fuerza de la cara con una sola mano y le dijo sin reparo alguno:

—Los estoy esperando, si intentan profanar mis tierras te traeré sus cabezas para que te hagan compañía, baja tu tono de voz o me veré en la necesidad de diciplinarte mocosa.

Arnes la soltó con fuerza y Linéa sintió dolor pues él tenía mucha fuerza.

—¡Yo no le tengo miedo! Si le hace daño a mi clan me las pagará… —declaró Linéa y Arnes intentó pegarla por haberlo amenazado, pero Adbin su subordinado le detuvo la mano.

—No se deje provocar señor, recuerde que usted es muy fuerte.

—Iba a pegarle a la pared, no a ella, déjala tres días sin comida ni agua, que la oscuridad y la pestilencia de este calabozo la hagan compañía.

—No… ¡no me dejen aquí! —gritó Linéa con todas sus fuerzas y Arnes se fue cerrando la puerta con fuerza.

Aquel lugar era muy oscuro, había ratas que intentaban subírsele encima para morderla, tenía hambre, estaba cansada y su futuro era incierto, la angustia se apoderó de ella y fue inevitable no llorar y extrañar a los suyos.

—Irina…papá… deben estar muy preocupados por mí ¿de que me sirve poseer esta sangre si no tengo la fuerza para arrancar estas cadenas he irme de aquí? Daven…no dejen de buscarme por favor…

Los días pasaron y Línea seguía exigiendo que la liberaran, estaba desesperada, pensaba que iba a volverse loca en ese lugar tan horrible, se estaba muriendo de sed, el hambre era cada vez más dominante, pasados los tres días, Adbin el sirviente de Arnes llegó a donde estaba Linéa para darle algo de comida, pero como seguía tan necia la privaron tres días más de alimento.

—¿Por qué trajiste de vuelta la comida? —le preguntó Arnes al verlo con la bandeja llena.

—Lo lamento mi señor, pero la prisionera se rehúsa a comportarse, trató de morderme cuando me acerqué a ella, ha bajado mucho de peso, si ha sobrevivido es porque se muerde los labios y bebe de su sangre para mantenerse de pie, pero necesita alimentarse. —manifestó Adbin preocupado.

—Si no piensa comportarse entonces que se muera de hambre, solo que antes le drenaremos toda la sangre. —exclamó Arnes sin remordimiento.

—No diga eso señor, la necesitamos saludable para que el poder de la flor sea apropiado para nosotros, quizá si cambiamos de táctica ella responda mejor a nosotros.

—¿Quieres que la mimemos como si se tratara de una princesa? Es una prisionera, nada más, que aprenda a obedecer, tiene que aprender quien manda aquí, déjenla sin alimento dos días más.

—Pero señor…

—Es una orden Adbin. —declaró Arnes clavándole la mirada y Adbin no tubo más remedio que obedecer.

—Como ordene amo…

Adbin sintió compasión de Linéa y trataba de persuadirla para que cambiara de actitud, Linéa ya no tenía fuerzas y Adbin la regañó.

—¡Ya fue suficiente señorita! No se quien es más terco, si usted o mi amo, por un lado, usted no piensa rendirse y no quiere comer nada de lo que le ofrecemos ¿piensa morir de inanición? Y por el otro, mi señor no tiene reparo en dejarla morir de hambre, como si usted no pudiese perder la vida, escúcheme bien, yo no soy su enemigo, no voy a lastimarla.

—Me raptaron…me tienen aquí con las ratas… eso es lo que hace un enemigo. —exclamó Linéa con voz débil.

—Lo lamento, pero si usted cooperará, ya la habríamos sacado de aquí, se lo suplico, deje de retar a nuestro alfa, él puede ser más duro de lo que ya ha sido con usted, no colme su paciencia.

—Pero yo no quiero estar aquí…quiero ver a mi padre y a mi hermana, quiero ver a Daven… y estar con mi clan, me da miedo este lugar…. —exclamó Linéa entre lágrimas y esto conmovió mucho a Adbin.

—Coma todo esto y siga mis consejos, le prometo que si su conducta mejora, puede salir de aquí.

—¿Dejaré de ser una prisionera? —preguntó Linéa sin poder ponerse de píe por si sola.

—No…pero podrá salir de este calabozo y dormir en un lugar más digno, sea respetuosa y sumisa con el amo, le prometo que después de dos días, saldrá y verá la luz otra vez.

—Por favor quíteme las cadenas un rato, me duelen mucho las muñecas.

—No puedo hacer eso, abra la boca, le daré yo mismo de comer.

Adbin era un sirviente alto de tez blanca y cabello naranja, sus ojos eran verdes y era muy apuesto, joven y amable, desde ese momento él y Linéa sintieron confianza el uno por el otro.

—Que bueno que no me soltaste. —exclamó Linéa con vergüenza.

—¿Por qué?

—Te habría matado sin pensarlo dos veces, te hubiera estrangulado con las cadenas, lo siento.

—Bueno, no sería la primera vez que un prisionero intenta hacerlo, la verdad es que, en tu estado, te hubiese vencido. —le dijo Adbin con una sonrisa.




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