En manos de la bestia

Nuestra luna.

 

Linéa no sabía como reaccionar ante tal declaración ¿su Luna? ¿Qué significaba eso realmente? El trato que estaba apunto de recibir era completamente diferente, pues ya no sería una prisionera, si no la luna oficial del clan de los colmillos de obsidiana, su reina y la mujer que daría a luz a los cachorros de su alfa.

Por el momento, solo ellos sabían del maridaje entre Linéa y Arnes, el día de la asamblea sería revelada esta noticia que dejaría impactados a más de uno, mientras tanto, Linéa fue movida de habitación a nada más y nada menos que la alcoba de Arnes.

—¿A dónde me llevan? Estaba cómoda en la habitación anterior, aunque no había ventanas. —exclamó Linéa confundida al ver como se apresuraban para instalarla.

—La llevaremos a un lugar más digno, no es posible que nuestra Luna este en un simple cuartucho de invitados. —declararon Murlard y Rengo, mientras la escoltaban de un brazo cada uno, ambos eran gemelos castaños y de semblante agradable, altos y fuertes.

—Necesito que me expliquen que es una luna, soy la heredera de la flor sagrada, pero no tengo idea del entusiasmo que les causa eso de la luna, aun puedo envenenarlos ¿saben? Su cambio de humor me da torticolis, ahora me tratan como si fuera de la realeza. —manifestó Linéa entre pucheros y molestia.

—Pues ahora lo es y Rengo y yo seremos su escolta oficial, los otros lobos nos envidiaran por que ahora la tomamos del brazo, tenía que ser usted nuestra luna, no es casualidad que la portadora de la sangre sagrada sea ahora la madre de nuestra manada.

—¿Qué? ¿de quién soy madre?

Por otro lado, Arnes se había metido a bañar, aun tenía el cabello mojado, tenía las manos recargadas en uno mueble donde estaban sus lociones y el espejo donde se arreglaba, tenía las orejas rojas porque Adbin había hecho algo impensable.

—Ya cálmese amo, nuestra luna ya no tarda en llegar, cálmese por favor. —le dijo Adbin abanicándole el rostro.

—¿Cómo quieres que me calme? ¿Quién demonios te dijo que la trajeras a mi habitación? —le recriminó el alfa furioso.

—Entiendo que este avergonzado, todas estas sensaciones son nuevas para usted, jamás había experimentado el maridaje, no tiene por qué sentir vergüenza por las sensaciones que está experimentando.

—¡Ay! ¡vete al diablo! Ya te dije que no me enlace de esa mujer, probablemente me quiso dar un infarto, no quiero tener nada que ver con esa malcriada y revoltosa criatura.

—Ya relájese mi señor, ya puedo olerla, esta por abrir la puerta. —externó Adbin exhalando con la paciencia que lo caracterizaba.

—¿Ya viene? —preguntó Arnes con el corazón acelerado y rápidamente se pasó las manos en el cabello para verse presentable y carraspeó la garganta mientras se cruzaba de brazos.

—¿Y esta alcoba tan gigante? ¿es para mi sola? ¡waooo! Esperen…este olor…

—¡Bienvenida a su nueva recamara querida Luna! Esperamos que sea de su agrado, a partir de ahora, compartirá sus aposentos con nuestro querido Alfa. —manifestó Adbin con una sonrisa brillante.

—¿Qué?... —Linéa desvió la mirada y se encontró con la imagen de Arnes quien la miró y después le volteo la cara enojado.

—¿A caso quieren que me mate? Él y yo no nos llevamos bien, me encerró en un calabozo y casi me mata de hambre, no sabe controlar su temperamento y es un neurótico, me arrancará la cabeza a la primera oportunidad… —exclamó Linéa envuelta en pánico.

—¡Tu fuiste la que me insulto primero! ¿tienes idea de lo que le hago a mis enemigos por menos de eso? —exclamó Arnes con molestia.

—¡No me lo imagino! ¿Qué puede ser peor que secuestrar a alguien y retenerlo en contra de su voluntad?

—Ay no, ya van a empezar. —susurró Adbin volteando los ojos.

—Ya se lo que necesitan ustedes dos, tiempo a solas, pasar un buen tiempo de calidad para conocerse mejor y ver que no son tan distintos como creen, por algo están enlazados.

—¡De ninguna manera pienso pasar un solo minuto a su lado! —declaró Arnes furioso.

—¡Yo tampoco!

—Lo lamento, ya es tarde para eso, les dejare encerrados aquí, solo yo tengo la llave y me la tragaré. —les dijo Adbin dejándolos congelados.

—¿Cómo te treves hacerme esto mal nacido? ¡soy tu alfa! —exclamó Arnes furioso.

—Mi trabajo es mantenerlo a salvo y para eso debe aceptar su enlace con esta señorita. —manifestó Adbin quien ya había cerrado la puerta.

—¡Espera Adbin! —Linéa corrió hacia la puerta, pero era inútil, no podía abrirla, estaba en pánico, muerta de miedo al estar encerrada con esa bestia, tragó saliva cuando sintió la mirada penetrante de Arnes clavándose en su alma.

—Ay…

—Hazte aun lado que voy a derribar la puerta. —le dijo Arnes resoplando como un toro.

—Quizá Adbin tiene razón, debemos hablar ¿sabes hablar sin enojarte? ¿sin gritar? —le preguntó Linéa mirándolo fijamente, jamás había apreciado tanto su rostro como en ese momento, la cicatriz en su ojo no le restaba belleza, al contario, le sumaba mucho.

Era muy hermoso, tanto que Linéa se embelesó y no le quitó los ojos de encima y sin querer le recorrió todo el cuerpo, de pies a cabeza como si lo escaneara y esto sonrojó a Arnes.

—¡Deja de mirarme con esos ojos de bruja!

—¿Ojos de qué? —le preguntó Linéa furiosa y añadió. —Mira grandulón, intento ser razonable contigo, pero tú no coperas, solo me insultas.

—No me llames grandulón… —gruñó mirándola fijamente.

—Y tú no me gruñas, si no fueras mi enemigo y no me hubieses secuestrado, conocerías a mi verdadero yo, una chica educada, refinada, amable, cariñosa y simpática.

—Yo no veo nada de eso, eres grosera, ruidosa, malcriada, necia, tonta, inmadura, ingenua, entrometida y…

—¡Ay ya deja de decirme eso! —por su puesto que no verás mis cualidades con ese carácter demoniaco que te cargas, que puedo esperar de una bestia como tú.




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