En manos de la bestia

La verdadera luna y la luna de repuesto.

 

 

 

No solo Artemis luchaba con sus ataques de histeria producidos por el estrés de verse en un futuro desechada como una simple luna de repuesto a la que ya no necesitaban, estaba acostumbrada a los lujos, al estatus elevado que le había dado ser el enfoque del alfa, era como una diosa, una reina a quien no habían coronado y aun así adoraban, las atenciones y los cuidados hacían que las burlas de las otras lobas que aspiraban a ser la mujer oficial de Arnes le fueran irrelevantes, pues ella era la única que podía ser digna de llevar al alfa al maridaje, tenía la esperanza de que tarde o temprano, el enlace entre ellos sucediera.

Creía que un hijo sería la excusa perfecta para llevarlo amarla más, darle un cachorro significaría asegurar su lugar en el castillo, por lo menos por simple misericordia, al ser la madre del heredero al trono, nadie podría echarla de ahí, las lobas dejarían de humillarla y atormentarla, nadie diría que ella es estéril, que no es lo suficiente mente fértil para ser la madre de la manada.

Si tan solo estuviese preñada, tendría al menos una esperanza de mantenerse cerca de Arnes, regresar a sus frías y tormentosas tierras, no era una poción para ella, no volvería a las garras de su interesada familia que la vendería a cualquiera que le llegara al precio.

—Miserad esta mintiendo, no existe una mujer que pueda llevar a mi lobo al maridaje… yo soy la única que es digna de él…todo es una farsa, son mentiras. —se dijo Artemis a sí misma mientras se mordía las uñas, caminaba de un lado a otro llena de ansiedad y sentía un agujero negro en la boca del estómago que le recordaba su vulnerabilidad.

Por otro lado, Sora y Aquila las sirvientas personales de Artemis llevaron a Brandy al médico para que la revisaran, tenía la muñeca muy hinchada, posiblemente la tenía fracturada, pues Artemis le lanzó un objeto pesado y ella lo detuvo con esa parte del cuerpo.

Cuando llegaron al lugar, llamaron a la puerta del consultorio, pero no tenían respuesta alguna pues el doctor se encontraba atendiendo a parte de la manada que se había enfrentado al clan e los ojos escarlata y los estaba cociendo.

—¿Dónde están las enfermeras? ¿los otros médicos? ¿Por qué nos ignoran? —se preguntaban ellas con frustración.

—Somos unas simples sirvientas, para ellos no tenemos valor alguno, tendremos que revisarla nosotras mismas, consigamos algo de hielo para que la inflamación baje y podamos ver que tiene. —dijo Sora apresurada.

—¿Qué sucede? ¿Por qué no están con lady Artemis? —les preguntó Adbin quien se las encontró en el pasillo.

—¡Señor Adbin! —las tres lo saludaron con respeto y él desvió la mirada a la mano de Brandy

—¿Qué el pasó?

—Lo lamentamos señor, no podemos estar con nuestra lady por que ella nos corrió, se puso muy agresiva cuando se enteró de que nuestro señor ya había entrado en maridaje con la mujer que lleva la sangre sagrada y nos arrojó todo lo que tubo al alcance, lastimó a Brandy cuando un objeto pesado le calló encima, quería cubrirse le rostro, si no lo hubiera hecho sería más grave el asunto. —exclamó Sora apenada.

—¿Y por que no las atienden en la enfermería?

—Nos han ignorado y nuestra amiga ya no aguanta el dolor. —manifestó Aquila con tristeza.

—Tu mano esta muy inflamada, probablemente tengas rota la muñeca, no puedes atender a tu lady en ese estado y por lo visto su señora es muy temperamental, acompáñenme, conozco a la persona indicada para atenderlas. —declaró Adbin y ellas lo siguieron.

Estaban muy sorprendidas al ver que se dirigían a la alcoba real, de Arnes y tragaron saliva pensando que las llevaba directo a la muerte por no haber permanecido al lado de Artemis aun a pesar de su dificil carácter.

—¿Mi lady? ¿puedo pasar? Tengo un favor que pedirle. —manifestó Adbin mientras las puertas se abrían de par en par por Rengo y Murlad.

—¿Qué sucede? ¿todo esta bien? —le preguntó Linéa acercándose a la puerta y en cuanto las sirvientas de Artemis la vieron se quedaron sorprendidas al ver a una mujer desconocida en la alcoba de su alfa.

Y no era cualquier mujer, era hermosa de pies a cabeza y además, Adbin la llamaba Lady, igual que Artemis.

—¿Podría curar a esta sirvienta por favor? Me parece que tiene rota la muñeca, tuvo un accidente, se que es la primer aves que le pido algo así, pero ella es indispensable para cuidar de su ama.

—¿Su ama? —Linéa desvió la mirada hacia ellas y asintió con la cabeza en el momento en el que vio su muñeca.

—Adelante, siéntenla ahí.

Las sirvientas estaban en shock, ella era la heredera de la sangre sagrada, la misma sangre que asesinaba a lobos, humanos y vampiros por igual.

—¿Pueden pasarme alguna navaja o cuchillo? —le preguntó Linéa a sus guardaespaldas y Murlad le acercó una daga que había en el escritorio de en frente.

—Gracias, no teman, debo abrirme la carne para que funcione, no morirán, solo si la bebieran directamente sufrirían terriblemente, cuando unto mi sangre sobre la piel cerrada, soy capaz de curar cualquier enfermedad o herida, extiende la mano por favor.

Le dijo Linéa y ellas estaban sorprendidas por lo amable que era, así que se abrió la palma de la mano haciendo un gesto de dolor y dejó caer su sangre sobre la muñeca de Brandy y luego la colocó encima de la fractura y al instante, la inflamación comenzó a desaparecer y Brandy sintió como sus huesos se acomodaban, después, la herida de Linéa desapareció.

—Listo, ya no debería doler, puedes moverla si quieres.

—Ah, si…muchas gracias señorita… —Brandy movió la muñeca y no había ningún dolor, incluso el dolor de espalda que había tenido durante muchos años, se fue.

—Wuao…se curó por completo, al igual que su herida. —dijeron Sora y Aquila impresionadas.

Linéa se había jurado no dar su sangre a ningún clan enemigo, pero al ver el dolor en la expresión de Brandy no pudo ser egoísta y sintió alegría al ver lo feliz que estaba y sonrió.




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