En manos de la bestia

Marcada.

 

Era un salvaje, me trataba con brusquedad y no le importaba jalonearme, me apretaba los brazos con fuerza, sus mordidas dolían mucho y aun así me sonrojaban, especialmente aquella me hizo en el pecho, jamás pensé que se acercaría tanto a una zona tan peligrosa, creí que me arrancaría la ropa y mis pechos quedarían al descubierto, me mordió tan fuerte que esa herida no sanó.

Él tenía algo que me hipnotizaba, no importaba cuanto lo detestara o creyera odiarlo, el maridaje era real y esa noche los dos por fin lo creímos, tanto que nos besamos sin pudor alguno, estaba tan excitada que lo envolví con mis piernas atrayéndolo hacia mí, sabíamos que estar tan cerca seria peligroso, lo odiaba, lo juro…pero aun así lo besé y me besó, sus gruñidos eran erotismo puro.

Me mordisqueaba los labios como si se resistiera a no arrancármelos, su saliva era deliciosa, fresca y dulce su lengua, nunca me sentí así de acalorada, deseosa de todo lo que él pudiera brindarme, los dos estábamos tan calientes que parecía que teníamos temperatura, el vapor salía de nuestra boca como dos bestias en celo, no se quien de los dos cedió primero, lo que, si sé, es que el odio no nos importo en ese momento, hasta que él gruñó lleno de orgullo.

 Me jaló el cabello de la nuca y me acercó a él con fuerza, clavándome su ardiente mirada.

—Ni creas que voy a pasar por alto todas tus ofensas, la próxima vez que me llames bestia te arrancaré la ropa y te enseñare lo que un animal como yo es capaz de hacerle a una mujer malcriada como tú.

Me dijo en un tono amenazante, pero en el fondo quería que cumpliera con su amenaza, maldito maridaje, me tiene a sus pies…

Arnes se apartó de mi y se llevó el brazo de mi padre, en cuanto su perfume dejó la habitación, mi cordura regresó y entonces la angustia se apoderó de mí otra vez, ¿mi papá se había sacrificado por mí? ¿O Daven se lo había cortado a la fuerza?

—Él no sería capaz de traicionarnos…Daven es un caballero, fiel al clan de la flor púrpura, leal a su señor Noren, fiel a mí… necesito verlo y exigirle una pronta respuesta, Irina… ¿no vendrá nadie por mi verdad? ¿Tendré que quedarme aquí con nuestro enemigo? —Las lágrimas rodaban de sus ojos a su barbilla, tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas, seguía siendo la prisionera de un monstruo a quién no podía resistirse.

Era semejante a una maldición, cualquier resentimiento se desvanecía cuando su aroma estaba cerca de mí, no podía negarme al invasivo sentimiento que me poseía sin ningún tipo de aviso.

El maridaje es real, esta marca es real, debo resignarme a vivir con mi verdugo y ofrecerle mi sangre a su pueblo ¿Qué clase de castigo es este? Me ha capturado nuestro enemigo más fuerte, le pertenezco al alfa del clan de los colmillos de obsidiana y no hay escapatoria.

Linéa por fin se quedó rendida ante el cansancio, el sol brilló en todo su esplendor, Arnes se encontraba debajo de su balcón tapándose la boca, completamente ruborizado, con su corazón palpitando a mil por hora.

—Es una hechicera, una bruja sin educación ni modales ¿Por qué demonios me fui a enlazar de esa mujer? Por su culpa no podré pensar en otra cosa que no sean sus besos, maldita sea, ya probé su saliva y voy a querer besarla más….

Arnes también estaba cansado y se dirigió a su oficina a dormir un rato en el sofá, se rehusaba a dormir en la misma habitación que Linéa y mientras caminaba, Artemis lo bio de lejos, había escuchado que su señor había llevado a una mujer a su habitación y eso la intrigaba.

—Es verdad que él y yo no estamos enlazados, pero… aun así, pensar que pasó la noche con otra mujer me revuelve el estomago ¿realmente entró en maridaje con la prisionera? No lo creo, si no él no estuviera huyendo de ella.

Artemis lo siguió sigilosamente y una vez que pasaron unos minutos, entró a su oficina y lo encontró durmiendo en el sofá, tenía las manos heridas, era notorio que se había desvelado golpeando a alguien, su ropa estaba manchada de sangre y estaba sucio, pero, aun así, seguía siendo el hombre más hermoso que conocía.

—Eres un chico malo ¿no es así? Sin embargo, a mí no me molesta…

Artemis se arrodilló delante de él con cuidado para no despertarlo, le despejó el cabello de la cara y se acercó a él para besarlo, después se acorrucó aun lado y se quedó con él hasta que Adbin llegó.

—¿Mi señor?

Al ver a Artemis recostada en su pecho, Adbin carraspeó la garganta y los ojos rojos y brillantes de la loba blanca lo miraron con enojo.

—Señorita Artemis ¿Qué hace aquí? —le preguntó Adbin con seriedad mientras se acomodaba los lentes.

—¿Ya no soy tu lady? ¿Por qué? —lo interrogó Artemis deseando conocer la verdad detrás del cambio de estatus tan repentino que le daba Adbin en su saludo.

Pero es que había algo que los lobos despreciaban y era el poli amor, antes de que Arnes estuviera sin su luna, tenía la aprobación y el derecho de encontrarla con todas las hembras que deseara, podía probar todo tipo de cosas y tener todo tipo de aventuras, pues el maridaje debía ocurrir de sí o sí.

Pero su alfa se había tardado más de lo normal, por eso quisieron forzar el enlace poniéndole Artemis en el camino, pero la magia nunca sucedió.

Los lobos estaban en contra de la infidelidad, si alguien estaba enlazado de otra criatura debía guardarse para su pareja especial, no estaba bien visto que un lobo buscara a otra hembra además de su luna.

Aun que el alfa podía tener ciertas excepciones, por eso no podía decirle nada, pero Artemis sí.

—Nuestro señor tiene el sueño muy pesado, no ha dormido en toda la noche, que yo sepa, él no la mandó llamar ¿o sí? —le dijo Adbin mirándola con total seriedad.

—¿Desde cuando necesito tu permiso para verlo? Mi alfa no me niega nada, soy la luz de sus ojos y me consciente en todo lo que le pido, soy libre de buscarlo cuatas veces se me dé la gana, deja de meterte en lo que no te importa criado.




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