En manos de la bestia

Crueles instintos.

 

La atracción era inevitable, tanto así que a ambos les temblaba el cuerpo, por dentro se rehusaban a siquiera rosarse las manos, pero afuera hacían más que eso, querían arrancarse los labios en cada beso, se maldecían el uno al otro mientras se estrujaban llenos de deseo, la ropa comenzó a estorbarles y pasó lo inevitable, con gran desesperación Arnes le arrancó el vestido a Linéa y la desnudó por completo, mientras que ella con la cara roja y la entre pierna mojada, le quitó la corbata y después le desabotonó la camisa, hasta que él también quedó completamente desnudo, esto era totalmente físico he irracional, se estaban devorando con un hambre voraz.

Arnes poseyó el cuerpo de su luna de manera feroz y salvaje y eso la volvía loca, el cuerpo de su alfa era hermoso, aun con todas esas cicatrices era sexy he irresistible, ella se aferraba a su espalda dejándola completamente arañada.

—Lo siento…te lastimé…. —expresó ella agitada.

—Cállate la boca. —Arnes la sujetó de las dos manos y con la otra le tapó la boca mientras la envestía sin piedad, parecían dos bestias en celo, el cuerpo de Linéa estaba marcado por las manos pesadas de su señor, quien le daba un par de bofetadas en el trasero que la dejaban sin voz por el dolor, le jalaba el cabello y se lo enredaba en la mano para después cerrar el puño y jalarle la cabeza hacia atrás con firmeza.

Todo eso y más pasó entre ellos y no pararon hasta que el cansancio los venció.

Que sueño tan alocado…que fresca esta la habitación ¿acaso deje la ventana abierta? —se dijo Linéa así misma mientras abría lentamente los ojos y una vez que se percató de que estaba a la intemperie, con la camisa de Arnes puesta y recargada en su pecho, pegó un grito que despertó a todo el castillo.

—¡Ay! ¡no puede ser! —gritó Linéa completamente ruborizada.

Arnes abrió los ojos de golpe y al verse con el torso desnudo y los pantalones desabrochados, él también se asustó y gritó más fuerte.

—¡Me robaste la inocencia!   Pervertido…. —Linéa comenzó a lloriquear y no podía dejar de sonrojarse.

—¡Hazte a un lado trepadora! Tu fuiste quien se abalanzó contra mí, mira como me dejaste la espalda, parece que me acosté con un león.

Arnes sentía mucho ardor por que literalmente Linéa le había destrozado la espalda y al verlo se sintió muy culpable.

—¡Es tu culpa! Tu me sedujiste y te aprovechaste de mi vulnerabilidad.

—Ay ya olvídate de eso, me rogabas porque te siguiera… —Linéa le tapó la boca de inmediato.

—¡Sshh! ¡cállate! Baja la voz…. Estúpido, fue mi primera vez. —Linéa comenzó a llorar y Arnes no sabía que hacer al respecto.

—¿Qué? ¿Cómo iba a saberlo?

—Me duelen las pompis y estoy toda despeinada, seguramente me arrancaste mucho cabello ¡mira! Aquí me falta un mechón buaaaa…. —se guía llorando mientras hablaba.

—Eso no es verdad yo…

Arnes se sintió culpable de haber sido tan duro con ella, pero no podía controlarse y ella tampoco, era parte de su naturaleza.

—Ya no llores, me sigue sangrando la espalda, a ti te veo perfecta, ni que te hubiese arrancado el trasero de una mordida.

—¿Cómo pudiste abusar de mí? Yo era una chica virgen hasta que llegaste tu con tus musculotes…

—¡Ay deja de decir tonterias! ¿A caso no querías?

—Si quería y todavía quiero…. —dijo Linéa entre pucheros.

—Yo también…no podemos controlarnos, por eso no debemos estar juntos, mira lo que pasó por estar tanto tiempo a solas.

—¿Qué demonios es el maridaje? ¿un afrodisiaco? ¿una droga?

—Es una atracción intensa, contigo parece una maldición, si esto pasa ahora, no me imagino lo que hare cuando entre en celo, deberás esconderte por que te sacaré incluso de la misma tierra y no sabes al que te espera.

—¿Qué? —Eso sonrojó a Linéa, al grado de estremecerla.

—No puede ser…estamos condenados actuar como animales, que vergüenza….

Linéa se dio cuenta de las expresiones de dolor que hacia Arnes y sintió pena por él.

—Date la vuelta. —exclamó ella entre pucheros.

—¿Para qué? No te quieras pasar de la raya.

—¡Ay solo quiero curarte tonto!

—¿Cómo me llamaste?

—Solo date la vuelta, ven y siéntate delante de mí.

 A regañadientes, Arnes aceptó y se puso delante de Linéa y ella.

—Muérdeme la mano.

—¿Por qué demonios hare eso?

—Debo cortarme para que la sangre caiga sobre tu piel y te sane. —le dijo ella tratando de ser paciente.

—No lo haré, ya no quiero escuchar tus quejas de que te hice esto y aquello, ya me sanaran esos rasguños.

—No pienso quejarme, me da pena ver como te deje, pareces un mártir.

—Ya te dije que no, no voy a morderte, déjame en paz.

—¡Ay pues entonces soporta el ardor!

—¡Eso haré!

Arnes se puso de pie y le dejó su ropa a Linéa para que se vistiera, pues s vestido estaba despedazado.

—¿A dónde vas? —le preguntó ella caminado detrás de él.

—Tengo muchas cosas que hacer, hoy es el día de la asamblea, no me retrases.

—¿Te iras en pantalones?

—Si.

—¿Vas a dejarme aquí?

—Si. —le respondió a punto de perder la paciencia.

—¡Pero ya se me olvidó como llegar a la habitación! ¿y si alguien me ve? ¿Qué van a pensar de mí?

—Ay que fastidiosa eres, ven aca. —Arnes la cargó como a un costal de papas y se la llevo con él a la habitación.

—¡Espera! Se me ve todo…

—Cualquiera que se atreva a mirarte le sacaré los ojos ya cállate.

—¿Como puedes ser tan tosco? ¡bájame!

Arnes dejó a Linéa en la habitación y se fue de ahí a toda prisa, pues no quería que se repitiera lo de anoche, una vez que se quedó sola, Linea se agarró el pecho con el corazón acelerado.

—¿Qué demonios fue todo eso? 

 

 




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