En manos de la bestia

Golpes al corazón.

 

El alfa hablaba mientras todos guardaban silencio, su palabra era absoluta, nadie lo contradecía, era descendiente directo del dios de las bestias, Cronos, el único lobo de sangre pura a quien no podían ignorar, un lobo gigante y fuerte.

—Hemos perdido a tres de los nuestros, Heredon, Saito y Mastas, guerreros valientes que dieron su vida por nuestro clan, no les importó perecer con tal de proteger el honor de la manada, desde que recuperamos a la flor sagrada, hemos tenido más enfrentamientos contra el clan de los ojos escarlata que antes, nos hemos encontrado con su aberrante presencia tratando de infiltrase en nuestros territorios para recuperar lo que nos pertenece, logramos capturar a tres de ellos recientemente y públicamente recibirán su merecido en manos de un nuevo licántropo. —exclamó Arnes con seriedad y añadió. —Traigan a los prisioneros y amárrenlos en los tres postes.

—¡Si señor! —respondieron los guardias que mandaron traer a los vampiros que tenían encerrados en los calabozos de tortura.

—Nuestra manada guerrera fue quien los trajo aquí evitando que ensuciaran nuestro santuario con su violencia, Miserad, Veltris, Garó, Adren, Wood, Irving, han perdido a tres compañeros, a tres amigos que no volverán, ninguno de ellos será remplazado, pero nuestro padre Cronos aun piensa en sus hijos y de una manera extraordinaria ha traído a un nuevo guerrero a la manada, uno único capaz de compensar esas pérdidas.

Mientras hablaba, los guardias traían a los tres vampiros que eran prisioneros y asomaban los dientes amenazantes, lanzando mordidas y desesperados por las horribles condiciones en las que los tenían, una vez que los amarraron, Arnes continuó hablándole a la manada.

—Hace unos días llegó el líder de una de las cinco casas del clan de la flor púrpura a las puertas de mi palacio, ofreciéndome su lealtad a cambio de pertenecer a nuestra manada, como prueba de su compromiso, me entregó el brazo de su líder Noren y decidí convertirlo en uno de nosotros.

Todo el mundo murmuraba acerca de lo que el alfa estaba diciendo, no podían creer que un enemigo del clan e la flor púrpura hubiese traicionado a su propia familia para unirse a la manda del alfa a quien siempre habían odiado, pero si su alfa lo había aceptado, debía ser por una buena razón, así que la curiosidad les ganó, estaban ansiosos por conocer al nuevo miembro de la manada.

—Me gustaría que pudiera unirse a nosotros nuestro nuevo hermano, adelante Daven.

Arnes miró fijamente a las puertas que se abrían de par en par, el hombre de los cabellos plateados salió a la luz y todos se quedaron impactados por su apariencia, era muy llamativo.

—Tiene cabello blanco…

—Es igual que lady Artemis…

—Los hijos de la luna….

Se decían unos a otros estupefactos, Artemis abrió los ojos de par en par y no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

—Es igual a mí… ¿Cómo es posible? Creí que era la única persona albina que existía.

Existía una leyenda acerca de los hijos de la luna, se decía que nacían con el cabello blanco y los ojos grises, rojos o azules, que su belleza no tenía precedentes, que eran hijos bastardos, abandonados por su propia madre al nacer, fruto del capricho y el egoísmo, estaban destinados a ser diferentes al resto, venerados o discriminados por su pálida piel y sus hilos plateados.

Artemis se sintió intrigada por él, pero guardó la compostura, no quería que mal interpretaran su interés con atracción.

—No soy la única persona blanca, es un alivio ¿Podríamos ser familiares lejanos o solo es una casualidad? —se preguntaba Artemis así misma mientras lo miraba con discreción.

Daven tenía el torso desnudo, solo llevaba unos pantalones negros y sus zapatos de piso, tenía su cuerpo marcado y tonificado, era alto y con ese cabello largo, dejó a las lobas babeando por él, era muy atractivo que tenían miedo de que el alfa se enlazara de alguien tan bello como él.

—¿Estas listo para tu transformación? —le preguntó Daven mirándolo fijamente.

—Si señor. —Daven mantenía la calma y su respectiva seriedad, estaba inclinado ante Arnes en forma de reverencia y respeto.

Por su mente pasaba la idea de saltar y cortarle el cuello, pero eso sería muy impulsivo, moriría sin haber logrado su objetivo de rescatar a Linéa.

—Lo sé, puedo verlo en tu rostro, no tienes miedo y no titubeas, caminas erguido y decidido, como un valiente guerrero, no esperaba menos de ti, sin embargo, aun debo hacer otra declaración antes de presenciar tu transformación. —expresó Arnes con una sonrisa ligera.

Artemis lo volteó a ver con gran rapidez y su corazón comenzó acelerarse, estaba tan nerviosa que las manos le comenzaron a sudar y el corazón le latía con desesperación.

—Por favor no lo digas…que nos sea lo que estoy pensando. —se decía así misma la pobre Artemis mientras se apretaba el vestido.

—Todos ustedes han estado esperando mi emparejamiento desde hace muchos años, he convivido con muchas de ustedes y me he apareado con distintas hembras con el único objetivo de engendrar decendencia, esperando el momento en el que el enlace se diera de una u otra manera, incluso mis familiares me entregaron como regalo a lady Artemis con la esperanza de que ella y yo entráramos en maridaje, pero no sucedió, terminé enlazándome de la mujer de la flor sagrada, el vinculo no esta en nuestras manos, no decidimos de quien emparejarnos, es algo que la naturaleza elige por nosotros y el destino ya tenía destinada a mi luna.

Daven apretó los dientes con las declaraciones de Arnes, la sangre le hervía y controlarse le era muy dificil.

Los ojos de Artemis se llenaron de lagrimas de manera inconsciente y se sentía avergonzada por haber fracasado en su deseo de enlazarse con su alfa, la mirada de Miserad se clavó en ella y esa sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro de manera perversa, Artemis se sintió entre al espada y la pared, completamente desesperada.




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