En manos de la bestia

Celos y contienda.

 

Mi caballero se había convertido en una bestia, el príncipe que me había venido a rescatar ahora era un hombre lobo, su aullido me estremecía, me infundía miedo ¿acaso mi guerrero ya no era el héroe que tanto admiré? ¿sería este el principio de su verdadera naturaleza? Yo fui la causa de su condena, por mi culpa ha perdido su humanidad, ante mi se encuentra un monstruo sediento de sangre, por ahora, Daven ha desaparecido.

Linéa derramó sus lagrimas al ver a su ex prometido asesinar tan salvajemente a esos vampiros, la sangre de estos le salpicó en la cara, el horror que sintió fue tan grande que ya no soportaba estar ahí, la culpa la estaba consumiendo, ella lo había maldecido.

La celebración siguió su curso, todos bebían y comían mientras festejaban la iniciación de un nuevo miembro de la manada, las lobas estaban encantadas con el físico de este nuevo guerrero, era un lobo hermoso, no eran las únicas, Artemis también había quedado admirada con su transformación y es que, hasta hace poco, ella se consideraba la única loba blanca de su raza, la llegada de Daven hizo que su perspectiva cambiara.

—Ya no lo soporto más… todos son unos salvajes, quiero irme de aquí. — exclamó Linéa mientras se agarraba la cabeza.

—Arnes la observaba desde su posición, se encontraba hablando con algunos de sus subordinados acerca del rumbo que tomarían las cosas ahora que él se había emparejado de la heredera de la flor de aconito.

—Su sangre aun es un misterio, es verdad que puede sanar a voluntad, pero la incógnita es que cuando alguno de nosotros ingiere su sangre, el individuo muere ¿no le parece extraño? —le dijo uno de sus generales llamado Baltro.

—Por algo la llaman la asesina de lobos. —le respondió Arnes desviando la mirada hacia ella.

—Es un apodo intimidante si me lo pregunta, pero no solo asesina a los nuestros, también a los vampiros, deberíamos hacer pruebas con ella. — propuso Miserad con sutileza.

 —¿Sugieres que experimente con mi luna? —le preguntó Arnes fulminándolo con la mirada.

—Por supuesto que no señor, jaja, solo digo que deberíamos tener más conocimiento sobre sus habilidades, al fin y al cabo, ese fue nuestro propósito desde un principio. —declaró con una sonrisa ligera.

—Nuestra luna debe cortarse la piel para dejar fluir su sangre ¿te parece bien someterla a ese dolor para que te puedas quitar la curiosidad de encima?

—Ella puede sanarse a sí misma, mi rey, considere que es por un bien mayor, no soy el único que piensa de esa manera, estamos seguros de que nuestra luna accederá a las pruebas con tal de agradarnos ¿o acaso no sería cuestionable que ha estas alturas siguiera siendo leal a su clan?

—¿Qué te traes entre dientes Miserad? —Arnes se acercó a él de manera intimidante y Adbin saltó a la escena.

—General Miserad, nuestro señor ya tiene un plan para averiguar más sobre el poder de la sangre sagrada, uno que no sea tan agresivo para nuestra Lady Linéa, le sugiero que controle sus palabras o sea más inteligente al ejecutarlas, pues puede confundirse su verdadera intención y entonces usted tendrá que ser corregido ¿o ya olvidó la ultima vez que mi amo lo castigó por sus imprudencias?

La mirada de Adbin era afilada e intimidante, inmediatamente Miserad se cayó, apretando los puños sintiéndose avergonzado, pues le gustaba fanfarronear y quedar bien con todos.

—Lo lamento mi señor, no era mi intención ser inoportuno. —le dijo Miserad a Arnes y este lo miró con desprecio.

—Regresa con tus hombres, hemos terminado la plática.

—Por su puesto señor.

 Miserad se fue de ahí maldiciéndolo, aborrecía a su alfa y lo envidiaba profundamente, se creía mejor que él y estaba seguro de que si él fuera el líder haría un mejor trabajo, en su corazón se estaba sembrando un plan de traición hacia su rey.

—Mis disculpas por lo sucedido mi señor, confió en que usted sabrá como manejar el asunto. —le dijo Baltro despidiéndose de él con respeto.

—Ignore al general Miserad, es tan bruto que para lo único que es bueno es para pelear, las batallas le han dejado un daño cerebral muy grande, haré que se mantenga al margen si lo desea. —le dijo Adbin con seriedad.

Arnes buscaba entre la muchedumbre cada vez más impaciente, pues no encontraba a Linéa, su luna no estaba por ningún lado, tampoco veía al lobo blanco y se sintió molesto.

—¿Dónde está? —preguntó entre gruñidos.

—¿A quien se refiere amo?

—Linéa no está….

—¿Quiere que la busque? vi que no se sentía muy cómoda, parecía que le dolía la cabeza, debió irse a descansar, tampoco veo a Rengo y a Murlad, deben haberla acompañado.

—¿Y por que demonios no avisa? Iré a buscar a esa mujer, cree que se manda sola. —Arnes quitó a las personas que estaban en su camino y Adbin iba tras él para tranquilizarlo y de repente, Artemis les salió al encuentro.

—Mi señor… —Artemis estaba llorando y Arnes se quedó quieto, al verla en ese estado sintió pena por ella.

Lady Artemis ¿necesita algo? Ahora mismo el alfa esta ocupado. —le dijo Adbin tratando de ahuyentarla.

—Quiero hablar a solas con mi alfa.

—Ya se lo dije, justo ahora estamos….

—Por favor…concédame este tiempo a solas. —expresó Artemis entre sollozos y Arnes se sintió comprometido con ella.

—Déjanos a solas un momento, encárgate tu del asunto. —ordenó Arnes y Adbin se fue.

La hermosa loba blanca se encontraba frente a él mirándolo con añoranza.

—Se perfectamente que usted ya no me pertenece, pero yo sigo siendo suya, mi alma y mi cuerpo aun lo reconocen como mi único dueño, me duele en el alma no ser yo su luna, ver a esa extraña a su lado me resulta una tortura, sepa que yo lo amo y que me mataría si me aleja de usted ahora que ella esta aquí…se lo ruego, tómeme como su concubina, se que ella no lo ama y es grosera con usted, yo sin embargo, lo adoro, mi devoción es solo para usted.




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