En manos de la bestia

sacrificios.

 

Arnes tenía los sentidos bien alerta, el corazón le latía con fuerza, estaba furioso, odiaba la incertidumbre y eso de que su luna se encontraba a solas con su ex prometido, no le daba ninguna gracia, agarró a Artemis de los hombros para que le dijera donde se encontraban ellos.

—¡Dime donde están! ¿Qué estaban haciendo? —la interrogó apretándola con demasiada fuerza.

—¡No lo sé mi señor! Viene a usted de inmediato… —expresó Artemis adolorida.

Jamás lo había visto así, desesperado a causa de los celos, esa mujer provocaba que su alfa se volviera loco.

—¿Por qué nunca actuó así conmigo? ¿Por qué a mí jamás me busco con tanta desesperación? —se preguntaba Artemis atónita, vio como su amor se le escurría entre las manos, dejándola completamente sola.

—¿Por qué una mujer tan bella se encuentra en ese estado? ¿el rey la ha despreciado? Ya lo hizo públicamente al declarar a esa intrusa como su luna, pronto se deshará de usted ¿O acaso piensa que por dejarla vivir en el castillo volverá a darle la importancia que antes tenía? Si la dejó aquí fue por pura misericordia, usted se convertirá en un mueble más del palacio, su juventud se marchitará mientras contempla el amor y el cuidado que le da a su verdadera pareja, me da mucha pena señorita Artemis. —Miserad se encontraba detrás de ella, atormentándola con sus agudas y venenosas palabras.

—Déjeme en paz… —susurró ella entre lágrimas.

—No he venido a burlarme de usted, soy su único amigo, se lo demostré al decirle la verdad de lo que estaba pasando, quise preparar su corazón para las malas noticas y aun así se lo rompieron.

—Váyase de aquí, no quiero hablar con nadie. —insistió Artemis temblorosa.

—Puedo ver su impotencia, es un hecho que usted sola no puede retener a su majestad, el alfa ha declarado a lady Linéa como su única mujer, mientras que usted se convertirá en la loba que alguna vez fue su amante, nadie la recordara como otra cosa, ni siquiera él, pero yo puedo ayudarla con su problema.

Miserad se acercó a ella lentamente, relegándole su cuerpo y jadeando detrás de su oreja.

—¿Qué hace? —Artemis se apartó rápidamente y él la jaló del brazo hacia la oscuridad tapándole la boca.

—Ya me cansé de observarla como un idiota todo el día, siéntase agradecida de que le daré mi semilla para que pueda quedar preñada.

—¡Suélteme! — gritaba Artemis, pero apenas si se distinguía lo que decía por que Miserad la tenía sometida.

—Ay algo que le compartiré para que deje de resistirte, el alfa es estéril, yo robé su expediente médico, me daba curiosidad el por qué, de la tardanza de un heredero, sepa que todos la culpaban a usted y la acusaban de infértil y enfermiza, pero yo sabia que estas caderas anchas no eran las de una hembra estéril, el enfermó es el rey, pero yo puse en su lugar un expediente falso que afirmaba la salud de nuestro señor, todo para ayudarle, debería estar agradecida mi preciosa Lady…

Artemis no sabía que pensar, lo que Miserad le estaba diciendo era demasiado para procesar, pero… ¿podía confiar en su palabra? Todo este tiempo la loba blanca se había culpado y martirizado así misma por su incapacidad de engendrar un heredero, se odiaba por su falta de habilidad para asegurar su lugar al lado del hombre que amaba.

Pero si lo que Miserad estaba diciendo era verdad…entonces estaba perdida y nunca podría darle un hijo a Arnes, pues si él era estéril ella jamás quedaría embarazada.

—Déjeme preñarla mi lady, yo la ayudaré con su deseo de convertirse en madre, déjeme entrar en usted, voy a enseñarle lo que es estar en las manos de un verdadero hombre lobo.

El corazón de Artemis le latía muy rápido, estaba aterrada, Miserad la había llevado a un lugar aislado y muy oscuro, no había nadie alrededor, aunque se negara no podría libarse de los brazos de esa bestia.

—¿Qué voy hacer? Si digo que me atacó nadie me va a creer… si acaso lograra escapar, mi vientre seguiría estando vacío y jamás podría darle un hijo a mi señor…no quiero estar con él, pero no tengo más opción que cerrar los ojos y dejar que haga conmigo lo que quiera, Miserad tiene fama de asesino y violador… ¿Por qué nadie pasa por aquí? Por favor…

—Eso es…si sabe lo que le conviene no se mueva y no llore, que esto parece más un abuso que algo consensual, le prometo que la pasaremos bien.

Artemis tragó saliva al ver que Miserad se desabrochaba los pantalones y se despojaba de su camisa, al verlo desnudo se asustó y agarró un trozo de vidrio y se lo clavó en las costillas, pero él la jaló del cabello he hizo con ella lo que quiso, hasta que se hartó de poseerla la dejó tendida sobre el suelo, completamente en shock.

—Con esto usted quedara preñada de si o si jajaja, avíseme cuando nos convirtamos en padres los tres. —Miserad le guiñó el ojo a Artemis y ella se soltó a llorar, tenía tanta vergüenza que corrió a su habitación a bañarse.

—Que asco….lo odio…maldito animal… —se decía mientras se tallaba el cuerpo con fuerza.

Por otro lado, Adbin seguía buscando a Linéa, le pedía al cielo que no estuviera haciendo una locura que provocara la ira de su señor.

—Daven…mira en lo que te has convertido por mi culpa, fui yo la que te hizo esto… —exclamaba Linéa mientras lo acariciaba, Daven era un hombre lobo muy hermoso y alto, él la había cruzado del otro lado para que huyera de ese lugar.

—No fuiste tú, yo decidí convertirme en esto, deja de culparte y vete de una vez.

—¿Pero que pasará cuando te descubran? ¿y si Arnes te mata? —le preguntó Linéa aterrada.

—No lo hará, fingiré que no te he visto, no te preocupes por mí.

—No quiero que te hagan daño…quiero regresar contigo, vámonos juntos, yo hablaré con mi padre, buscaré la manera de cuarte.

—Linéa…no existe una cura para mí, mi recompensa es saber que logre que regresaras con tu familia sana y salva, corre y no mires atrás. —le dijo Daven con dolor de no verla nunca más.




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