En manos de la bestia

Mentiras.

 

No me arrepiento, aun si el remordimiento me acosa en mis momentos de vulnerabilidad y me hace sentir culpable, no quitaré el dedo del renglón, me mantendré firme en mi lucha por recuperar el amor del hombre al que amo, las batallas se pelean sin misericordia, en las guerras nadie se tienta el corazón, apostaré el todo por el todo y encontraré la manera de mantener mi farsa hasta el final, ella no lo ama como yo, ella no llegaría tan lejos por él.

—¿Ya la viste? Se pavonea sin ningún tipo de vergüenza.

—Mírala, sale a plena luz del día, presumiendo a su bastardo.

—¿Y será verdad lo que dice? ¿estará realmente embarazada?

—Más le valdría abortar, es una descarada, solo quiere causarle problemas al rey.

—Deberían aventarla por las escaleras y que sangre su vergüenza.

Todos estos comentarios se decían entre las hembras de la manada cada vez que veían Artemis tomar el sol o salir a caminar con sus criadas, la aborrecían, estaban celosas de su belleza, pero además la acusaban de ramera y trepadora.

Artemis se sentía nerviosa cada vez que pasaba delante de aquellas lobas, parecían hienas deseosas de despedazarla y le sudaban las manos, ahora ya no se esmeraban en guardar las apariencias, como ya habían declarado a otra como luna verdadera, ella no significaba nada para ellas y la hipocresía ya no era necesaria.

—Ay, no, aquí vienen de nuevo esas abusivas. —exclamó Sora tratando de mantener la calma.

—Ya no les importa acosarla las veinticuatro horas ¿Qué no tienen nada qué hacer? —preguntó Aquila con enfado.

—Tranquila mi lady, recuerde que solo merecen ser ignoradas. —expresó Brandy con el ceño fruncido.

—Vaya, si que eres una sinvergüenza ¿Qué parte de que fuiste remplazada no entendiste? ¿acaso no te cabe en la cabeza que ya no perteneces aquí? Regresa a tu pueblo de hielo y lárgate de una vez por todas. —expresó Tula, la cabecilla de sus enemigas.

—Si, regresa a tu lugar de origen trepadora, nadie te quiere aquí, el alfa se acuesta todas las noches con su verdadera mujer, a ti ni siquiera te ha visitado y eso que el rumor de que estas preñada ya llegó a sus oídos jajaja. —le dijo Sira burlándose de ella.

—Es verdad jajaja, parece que no le importa que lleves un hijo suyo, porque… ¿si es del rey verdad? —añadió Adenna entre risas de desprecio.

—¿Qué demonios quieres? ¡mi hijo lleva la sangre de mi amado! ¡no se atrevan a dudarlo! —gritó Artemis furiosa.

—Cálmese señorita, no preste atención a sus palabras. —exclamaron sus sirvientas al verla tan alterada.

—Jajajaja, miren que histérica se puso, es evidente que se ofendió, pero solo estamos diciendo la verdad, en todo este tiempo nunca salió preñada, pero ahora resulta que esta esperando un hijo del alfa, justo ahora que se acaba de casar con su verdadera luna, si que eres despreciable, las rameras como tu siempre obtienen su merecido, ojalá que tu cachorro muera en tu vientre y te quedes estéril. —le dijo Tula mientras le daba la espalda, pero Artemis ya no estaba dispuesta a mantener la compostura y se le fue encima, agarrándola fuerte de los cabellos.

—¡Pídeme perdón de rodillas maldita bruja! ¡te arrepentirás de todas tus palabras! —exclamó Artemis enardecida y ambas comenzaron a golpearse.

—¡Ya basta señorita! ¿Qué no ve que esta embarazada? ¡cálmese por favor!

—¡Ustedes dos déjenla en paz! ¡le contaremos de esto al rey! —exclamaron las sirvientas de Artemis mientras trataban de separarlas, pero las amigas de esta se agarraron a golpes con las criadas y se hizo un gran alboroto.

—¡Quítame las manos de encima golfa! —gritaba Tula con rabia y le arañó el rostro a Artemis haciéndola sangrar, pues su piel era muy sensible y delicada y le arrancó cabello mientras la jaloneaba.

—¡No te soltaré hasta que me pidas perdón! —insistió Artemis aferrada.

—¡Ya fue suficiente! —Sora agarró un palo y las amenazó a todas y añadió. —¡dejen en paz a mi lady! ¡si le pasa algo a su bebé les cortaran la cabeza a todas! Aunque ella ya no es la luna oficial, le deben respeto por que el rey la nombró lady, aunque ya no tengan relación y una vez que nazca el bebé verán como la amará incondicionalmente.

—¡Esa zorra no merece nuestro respeto! No es la verdadera luna, por lo tanto, es igual a cualquiera de nosotras, si se le viene el bebé es por que no fue capaz de retenerlo y por que no sirve como mujer, además ella se me vino encima primero, dejen de defender a esa perra.

—¿Cómo se atreven hablarle así? —externó Sora indignada.

—Vámonos, esta maldita me lastimó el cuello.

Artemis era un manojo de nervios, estaba temblando, llena de adrenalina, le ardían los rasguños y no aguantó más la vergüenza y se fue corriendo a sus aposentos.

—Las odio…aborrezco a esas malditas campesinas, vulgares y desagradables., me las van a pagar algún día, cuando Arnes vuelva a mi le pediré que las ejecute, vere rodar sus cabezas como regalo de bodas…

Artemis se encerró en su habitación y se limpió las heridas lavándose con agua fría y se untó analgésicos, como no eran rasguños profundos no le quedarían cicatrices, pero se negó a salir así en publico y tardó tres meses en dar la cara.

Durante su encierro su periodo se retrasó y se dio cuenta de que realmente estaba embarazada, su corazón le dolió tanto que lloró amargamente, pues ese bebé no era el hijo de Arnes, si no producto del abuso de Miserad el cobarde.

—Dios mío… ¿Qué voy hacer? ¿por qué? —Artemis lloraba desesperanzada, odiaba estar preñada del lobo equivocado y trataba de consolarse ella misma diciendo:

—Tengo que ser positiva, este bebé me salvará, daré a luz a un heredero al trono de mi rey, nadie sabrá que no es su hijo…ni siquiera él…

Los días pasaron y Artemis no entendía por que Arnes no la había visitado, estaba segura de que ya sabía de su embarazo, pero no la había llamado.




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