En manos de la bestia

Alma rota.

 

Después de los abusos de Miserad, Artemis tuvo un aborto esa madrugada, alrededor de las cuatro de la mañana, el dolor era insoportable, se encontraba completamente sola, pues tras lo sucedido con las lobas que la acosaban, ella se desquitó con sus sirvientas y las despidió, castigándolas y alejándolas de su presencia, las insultó llamándolas incompetentes y buenas para nada, así que se quedó completamente sola, para Miserad fue muy fácil escabullirse para hacerle daño, pues sus guardias tampoco la cuidaban debidamente y seguido se quedaban dormidos o se alejaban de la puerta, la fama de que era una cualquiera comenzó a correrse por el castillo, sabían que se acostaba con un lobo, pero nadie sabía de quién se trataba, ni la verdad que se escondía detrás de aquellos rumores.

El martirio empezó con dolores pélvicos fuertes, calambres insoportables que iniciaban en la espalda baja y terminaban en sus partes íntimas, respirar se volvía cada vez más complicado, la sangre le chorreaba entre las piernas formando charcos donde quiera que se paraba, estaba tan pálida por la perdida de sangre que le temblaba el cuerpo.

—Auch…me duele…por favor ayúdenme… por favor…—exclamó Artemis encorvada mientras caminaba haca la puerta llena de dolor.

No había nadie para auxiliarla, los guardias que se supone debían cuidar su integridad, estaban desaparecidos, se habían ido a dormir y no había ni un alma para pedir ayuda.

Las paredes se hacían cada vez más pequeñas, este era el ataque de ansiedad más fuerte que había tenido en su vida, las esperanzas de darle un hijo al alfa se habían esfumado, la desesperación y la angustia nublaban su mente y buen juicio.

—Nada tiene sentido ahora, esta era mi última oportunidad…después de esto me echará, no volverá a besarme, no volverá a tocarme…los días de protección y alivio terminaron, no me queda más que afrontar mi destino. —exclamó Artemis entre lágrimas de dolor.

Aquella madrugada, Adbin se había reunido con Arnes en secreto junto al médico oficial del castillo, ambos tenían una terrible noticia, era de esperarse que Artemis no fuera santo de devoción del consejero y mayordomo del alfa, había descubierto su falta y esperaba que fuera severamente castigada.

—Mi señor, lamento sacarlo de la cama a estas horas de la madrugada, pero es muy importante que escuche nuestras palabras. — exclamó Adbin con una seriedad sospechosa.

—¿Qué sucede? Se te esta volviendo una costumbre interrumpirme de mis deberes maritales. — declaró Arnes molesto y añadió —¿Qué hace el medico aquí?

—Su alteza, lo que sucede es que… —Adbin lo interrumpió de golpe tomando la palabra.

—Por favor lea estos estudios médicos, son los mismos que se realizó hace unos meses, alguien robó una copia para perjudicarlo, pero después de una larga búsqueda el doctor Ains pudo recuperarlo, el ladrón no revisó bien y entre el hurgamiento de documentos dejó el original tras papeleado y se llevó la copia para su propio beneficio.

—¿De que me estás hablando? Cuando me hice el chequeo médico Sali perfectamente. —externó Arnes confundido.

—Fue mi culpa señor, yo confundí las pruebas con las de un soldado, ese es el expediente original, por favor revíselo.

Cuando Arnes lo leyó sus ojos se abrieron de golpe, parecía muy sorprendido, se había realizado un conteo de espermas y estudios de sangre para descartar infertilidad de su parte, no solo estaban los resultados de él, si no también de Artemis, ambos no entendían como era que no habían salido embarazados después de tantas noches juntos y antes de que Linéa se convirtiera en su luna oficial, ellos se mandaron hacer aquellos análisis.

—No puede ser….soy estéril… — exclamó Arnes con el ceño fruncido.

—No creo que ese sea el diagnostico ahora mi señor, usted mismo me contó que nuestra luna le dio a beber de su sangre hace poco y con su habilidad para curar cualquier enfermedad, deberíamos descartar esa posibilidad con nuevos estudios, puede que ahora este curado, pero eso es lo de menos ahora, cuando usted tubo su ultima noche de apareamiento con Artemis usted aun no bebía la sangre de nuestra luna ¿o me equivoco?

—No…

—Eso quiere decir que lady Artemis calló en adulterio y tubo intimidad con otro lobo, el hijo que esa mujer esta esperando no es de su majestad.

Las palabras de Adbin penetraron los oídos de Arnes como si un taladro quisiera entrar por la fuerza dentro de su cabeza, apretó el papel y lo hizo pedazos, estaba muy enojado.

—Lady Artemis hizo todo esto con alevosía y ventaja, pensaba meterle a ese bastardo como si fuera hijo suyo para sí cubrir su vergüenza, merece ser castigada con severidad. —declaró Adbin indignado.

Linéa había escuchado todo eso y se había quedo sorprendida con lo sucedido.

—No puede ser…entonces ese bebé no es de Arnes… ¿Qué va a pasar con ella ahora? Parece que Adbin busca su destierro a como dé lugar… pero si lo que dijo Arnes es verdad ¿A dónde irá en ese estado? Si ahora mismo tiene tres meses de embarazo ¿Qué será de ella y de su cachorro?

—¿Qué haremos con ella mi rey? —le preguntó Adbin mirándolo fijamente.

—La quiero fuera del castillo… ¡yo mismo la sacaré de aquí! ¡que a ella y a su bastardo se los devoren mis enemigos! A partir de ahora queda fuera de mi protección.

Arnes se dirigió hasta sus aposentos para desenmascararla, pero Linéa salió corriendo tras de él para impedírselo.

—¡Espera Arnes! ¿Cómo puedes sacarla lejos del castillo y ha estas horas? ¡está embarazada! ¡los vampiros que merodean detrás de las murallas la asesinaran a ella y a su criatura! Al menos espera a que salga el sol…. —exclamó Linéa angustiada, sabía como era Arnes enfadado y lo cruel que podía llegar a ser con quienes lo traicionaban.

—¡No la defiendas! ¡ella quería perjudicarte! Queria aportarme de tu lado a como diera lugar, no quiero tener bajo mi amparo a una víbora sin escrúpulos como ella, me fue infiel…. Me vio la cara…




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