En manos de la bestia

En busca del culpable.

 

Ya habían pasado los tres días que Arnes le había dado a Artemis para que pudiera procesar lo sucedido, durante este tiempo, Daven procuró a su pareja destinada y vigilaba su puerta cada día, aun a pesar de haber tenido días pesados donde entrenaba o iba de cacería con su manada, seguía yendo todas las tardes y noches a la residencia de lady Artemis y esto quebrantó mucho su corazón, pues aveces Daven no comía y dormía el mínimo, estaba comprometido a encontrar al culpable, Artemis no le había revelado quién era porque tenía mucho miedo de Miserad.

—¿No quieres pasar? Hace mucho frío aquí afuera y, además, te he preparado algo de cenar ¿no has comido muy bien verdad? Todo es culpa mía, por favor no te desveles más, si quieres…puedes quedarte adentro conmigo. —le dijo Artemis con nerviosismo.

A sus ojos Daven era muy hermoso, incluso su forma lobuna era diferente a la de los demás, pues parecía un lobo de plata y su pelaje brillaba como los rayos de la luna.

—Esta bien. —le respondió Daven quién también tenía los sentimientos a flor de piel.

—Te confieso que está es la primera vez que cocino para alguien, no se si está rico o no, pero me esforcé para que tuviera un aspecto apetecible, del sabor…bueno, espero que este rico. —exclamó Artemis con los nervios de punta, le temblaba la voz y se sonrojaba de todo, Daven le sonrió y se sentó con ella a la mesa, no sabía si el maridaje era el culpable o si el hambre lo hacía disfrutar al triple de la comida, pero fue lo mejor que llegó a probar en años.

—Esta delicioso, gracias. —anunció Daven quien estaba dejando limpio el plato.

Artemis ponía atención a cada detalle de su lobo plateado, sus ojos se deslizaban una y otra vez apreciando sus brazos fuertes y lo ancha de su espalda, Daven tenía el cabello largo y eso le daba un toque muy seductor y varonil, inevitablemente, los dos se encontraban en la misma situación.

Daven también la miraba de vez en cuando de reojo, admirando su singular belleza y sus preciosos ojos color carmesí, el color que tanto aborrecía, hoy le parecía hipnotizante.

—¿Te quedaste con hambre? Lo siento, debí preparar más… voy a limpiar todo esto. —Daven la agarró de la mano para detenerla y añadió casi de manera inconsciente, su corazón hablaba por él en ese mismo instante.

—Quédate un poco más…siento que cada día quiero grabarme más los detalles de tu rostro, atesorar cada parte tuya en lo profundo de mi corazón, no te sientas mal por mi llegada, es algo que no puedo evitar y tampoco me pesa, quiero protegerte, ahora vivo para proveerte, cuidarte, estoy feliz con el solo hecho de saber que después de un día ajetreado tendré la fortuna de volver a verte y eso me llena, es suficiente para que mis fuerzas se renueven, pero no podré protegerte si no me dices quién te lastimó, se que tienes miedo, pero nadie podrá hacerte daño, no conmigo protegiéndote.

Daven miró fijamente a Artemis y ella se quebrantó, sabía que no podía seguir encubriéndolo, pero delatarlo era muy dificil.

—Me dijo que si le decía a alguien me mataría a mi y a Arnes, dijo que le haría daño si yo hablaba, ahora que me he enlazado contigo, tengo miedo de las represalias que pueda tomar contra ti, si se entera que me he enlazado de ti, intentará quitarte la vida. —le dijo Artemis temblorosa.

—No importa si tu agresor resulta ser alguien influyente o poderoso dentro de la manada, no dejaré que te haga daño, puedes confiar en mí. —exclamó Daven mientras la agarraba de las manos y al ver que estaba muerta de miedo, sintió pena por ella, no quería forzarla a decirle la identidad de su agresor, pero era necesario para que pudieran detenerlo.

—Perdón…van a pensar que lo estoy protegiendo…pero él es tan desalmado que…

—Entiendo que estes aterrada, pero si no sabemos su nombre, ese bastardo seguirá haciendo daño y creerá que puede salirse con la suya, tienes que decirme su nombre.

—Es Miserad…. Él abusó de mí y quedé embarazada, él fue quien se aprovechó de mí y mató a mi bebé… —confesó Artemis destrozada.

—¿Miserad? Ese infeliz…. —la ira consumió a Daven y sintió que la sangre le hervía por dentro.

El sol ya había salido y Daven tenía que marcharse para reunirse con su manada, quería reventarle la cabeza a Miserad y hacerle pagar por todo el sufrimiento que le había hecho pasar a su loba blanca, pero debía ser cauteloso, por que ese infeliz ni siquiera se esperaba un castigo por sus actos, después de todo, era el mejor guerrero de la manada de los colmillos de obsidiana.

—¿A dónde vas? —le preguntó Artemis llena de angustia.

—Debo irme, confía en mí, voy a vengarte de la mejor manera posible. —Daven le dio un beso en la frente y se fue una vez que percibió el aroma de Arnes, Adbin y Linéa, quienes iban a verla para que ella diera su testimonio delante de algunos testigos que habían escuchado cosas terribles de Miserad.

Pues, aunque no estaban seguros si se trataba de él, era el único sospechoso por el momento.

Cuando Artemis los vio, ya se encontraba más decidida a sumergir a Miserad en las consecuencias de sus despreciables actos.

—¿Estás lista para hablar? —le preguntó Arnes con empatía y ella asintió con la cabeza.

—Es Miserad…él fue quien me lastimó…Ahora Daven lo sabe, por favor…no permitan que ese despreciable lobo le haga daño a mi pareja destinada. —exclamó Artemis llena de preocupación.

—¿Y donde está ahora? —preguntó Linéa con urgencia.

—Se ha ido al cuartel de entrenamiento en el que Miserad dirige, lo diré todo, incluso delante de él, pero vayamos con Daven antes de que se enfrenten por mi culpa.

Daven caminaba bien erguido, con la mirada afilada y el deseo de vengarse a flor de piel, no le importaba lo que pasara con él en el futuro, solo quería asegurarse de que no hubiese más amenazas que impidieran que Artemis tuviera un futuro brillante.




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