En manos de la bestia

El gran error de Miserad.

 

Miserad vio su oreja caer al suelo al mismo tiempo que la sangre le brotaba escandalosa, tenía los ojos bien abiertos y rápidamente desvió la mirada hacia Daven, el cual se encontraba en posición de combate, empuñando sus dos espadas, Miserad apretó los dientes furioso, no tenía de otra, más que enfrentarse al novato.

—¿A quién he ultrajado? ¿eso fue lo que te contó lady Artemis? Me acosté con ella por que me suplicó que la preñara para enjaretarle un hijo al rey, me abrió las piernas para poder cumplir su cometido. —exclamó Miserad mientras se tapaba la oreja que le habían cortado.

—Ya te lo dije, agarra un arma y defiéndete, no te creo nada de lo que dices infeliz. —Daven estaba tan enojado que su presencia era simplemente imponente, la manada conocía las historias del guerrero de las dos espadas, quién era veloz como un rayo, la prueba fue el momento en el que le cortó la oreja a Miserad, nunca lo vio venir.

—¡Soy tu superior! ¿Cómo te atreves a pedirme un duelo? ¿te volviste loco? ¡soy más fuerte que tú! ¡no sobrevivirás si me enfrentas!

—Estás dando demasiadas vueltas, voy atacar primero. —Daven salió disparado contra Miserad y este se quedó perplejo junto a sus compañeros quienes no podían seguir con sus ojos al novato.

—Es demasiado rápido….ni siquiera Miserad puede verlo… —se decían unos a otros llenos de incertidumbre.

Miserad miraba a todos lados, el nerviosismo se hizo presente, por primera vez en su vida, Miserad supo que no tenía oportunidad alguna y en cualquier momento este guerrero podía cortarle el cuello.

De pronto, Miserad calló de rodillas y miles de heridas se le dibujaron en el cuerpo mientras este estaba envuelto en unas inexplicables ráfagas de viento cortante.

—¡Ahhhhhhh! —gritó Miserad lleno de sangre.

En un abrir y cerrar de ojos, Daven apareció delante de él con sus espadas listas para cortarle la cabeza.

—Este es tu fin maldito bastardo. —exclamó Daven mientras se preparaba para decapitarlo.

Pero enseguida, apareció Arnes y con su fuerte voz lo detuvo.

—¡Detente Daven! —le ordenó Arnes con voz firme y Daven no tubo más remedio que frenar de golpe su ataque mortal.

—No puedes ejecutarlo sin antes someterlo aun juicio, eso sería demasiado bueno para él, por sus actos merece un castigo más severo ¿no crees? —le preguntó mientras le tocaba el hombro.

—¡Daven! —gritó Artemis con el alma llena de angustia, al verlo salpicado de sangre pensó que talvez estaba herido y corrió a su encuentro para asegurarse de que se encontrara bien.

Al ver a Miserad, Artemis sintió miedo y se colocó detrás de Daven y este la abrazó.

—No temas, esta basura ahora está a tus pies.

Artemis miró con desprecio a Miserad y este la fulminaba con la mirada.

—Entiendo lo que dice señor, este perro merece un peor castigo, pero al menos déjeme pedirle un favor. —le dijo Daven a Arnes y este asintió con la cabeza.

—¿Qué deseas?

—Quiero que le pida perdón de rodillas Artemis, quiero que postrado en el piso suplique por su perdón.

—Está bien, aunque eso no lo absolverá de las consecuencias de sus actos. —declaró Arnes mientras miraba con desprecio a Miserad.

—¿Qué? ¿Cómo es posible que la defiendan? ¡fue ella quien quiso hacerlo responsable de un hijo que no era suyo! ¡es una mentirosa! ¡prefiero que me corten la cabeza a pedirle perdón a una mujer como ella! —gritaba Miserad quién odiaba sentirse humillado.

—Haz lo que te digo o tu castigo por desobedecerme será peor que ir al infierno Miserad.

Miserad apretó los puños con la mirada en el piso, no era esta la forma en al que quería acabar, su sueño era derrocar a Arnes y convertirse en el alfa del clan d ellos colmillos de obsidiana, pero le tenía miedo a su alfa y estaba a nada de obedecer sus órdenes, pero entonces, algo inesperado sucedió.

Una neblina oscura comenzó hacerse presente, a plena luz del día, dejando a Linéa en shock.

—Esta neblina…la conozco…. —se dijo a si misma mientras miraba debajo de sus pies.

—¿Qué esta pasando? Preguntó Artemis mirando a su alrededor.

Daven también reconoció aquella espesa bruma.

—Odegar….

Arnes frunció el ceño y de repente, Miserad desapareció delante de sus ojos, en un instante, la neblina se lo había llevado.

—Se ha ido. —exclamó Adbin con seriedad.

—Ese maldito vampiro se lo llevó. —manifestó Arnes apretando los dientes.

—¿Por qué hizo eso? —preguntó Línea extrañada.

—Estoy seguro de que pronto tendremos noticias de ese infeliz, dudo mucho que lo haya secuestrado, nadie dará un peso por su rescate, algo debe estar tramando, manténganse alerta, Odegar se consiguió un nuevo juguete. —declaró Arnes mientras se alejaba.

Las suposiciones del alfa no eran tan vagas, efectivamente, el rey de los vampiros se había llevado a Miserad a su castillo, con el único fin de utilizarlo.

—¡Ahhhh! ¿Qué demonios quieres de mí? —le preguntó Miserad confundido al verse rodeado de vampiros.

—Tenía ganas de un perro, así que fui yo mismo a la perrera para conseguir a mi nueva mascota. —le dijo Odegar mientras lo miraba de pies a cabeza.

—¿Qué?

—Conozco tus planes, se muy bien que deseas derrocar a tu alfa retándolo a un duelo delante de la manada, pero dudo mucho que le ganes, ni siquiera pudiste con el guerrero plateado, ponerle un dedo encima al descendiente del dios de las bestias es demasiado irreal para ti, es imposible, mírate, estas muy herido.

Miserad gruñó, el vampiro tenía razón, pero no podía aceptarlo.

—Si piensas recibir algo a cambio por mi secuestro, te advierto que no te darán nada, esperan que me pudra como un animal herido, fallaste en tu plan jaja.

—¿No te gustaría cumplir tu sueño de asesinar a tus enemigos? Yo puedo cumplir tu deseo, pero dependerá de ti sobrevivir a mi veneno, si lo haces, te convertirás en un híbrido, mitad vampiro, mitad lobo, tendrás una fuerza descomunal y seguramente, el alfa no podrá hacerte frente, será todo tuyo.




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