En manos de la bestia

La oscuridad de la luna

 

Miserad había recibido su justo castigo, su existencia había llegado a su fin, una vez que quemaron su cuerpo, se deshicieron de las cenizas aventándolas en la entrada del castillo de Odegar, al enterarse del fracaso de su títere, el rey de los vampiros hizo un gran berrinche y pegó el grito en el cielo.

—¿Por qué todos son tan incompetentes? ¿es tan dificil asesinar aun perro? ¡estoy cansado de vivir rodeado de criaturas inservibles! ¡estoy harto!  —gritaba Odegar lleno de frustración mientras aventaba y rompía todo a su paso.

—Tranquilícese señor, si sigue así va a destruir toda su habitación. —le dijo uno de sus mayordomos tembloroso.

—¡No me digas lo que tengo que hacer! Si fuera un simple humano ya me habría enfermado con tanta rabia, me habría arrugado y avejentado, todo esto es su culpa, no sirven para nada…soy demasiado hermoso para ustedes, no me merecen, malditos bastardos, los odio a todos. —estalló Odegar mientras se recargaba en un mueble agitado.

—¿Quiere comer algo mi señor? Ya es la hora de sus sagrados alimentos, quizás a si mejore su semblante y…

—¡Largo de aquí!

—¡Si señor! —el mayordomo salió corriendo de la habitación y huyó por su vida.

—No cabe duda de que, si quiero algo bien hecho, debo hacerlo yo mismo, voy a matar a Arnes con mis propias manos, le arrebataré a su preciada luna y me coronaré como el rey del clan más fuerte, los lobos no volverán a estar por encima de nosotros…

Por otro lado, Irina y Stephan ya se encontraban de regreso a la mansión, Arnes les había dejado en claro que podían venir cuando quisieran siempre y cuando abandonara la idea de enterrarle una flecha en la cabeza, Irina estaba más tranquila de saber que su hermana permanecía en el castillo del lobo por voluntad propia y su alma estaba en paz.

—¿Ya estás mejor? ¿Dejarás de meterte en problemas a partir de ahora? —le preguntó Stephan a Irina mientras caminaban entre el bosque.

—Ahora que se que Linéa es feliz con él, no voy a interponerme, tampoco soy la villana de esta historia, además, mantendré toda mi atención en cuidar el corazón y el sistema nervioso de mi prometido. —externó Irina con una sonrisa coqueta.

—Hablando de eso, ya es la segunda vez que te escucho hablar de nuestro compromiso sin una expresión de rechazo ¿Qué cambio? Creí que querías tu libertad.

—Me di cuenta de que el hombre con el que me habían unido, no era tan malo, siempre te preocupas por mí, sé que estás pendiente de mi seguridad y eso me agrada, además viniste hasta aquí solo para salvarme ¿Cómo quieres que no me enamore? —En ese mismo momento Irina se tapó la boca y se puso muy roja.

—Stephan se quedó en shock y se detuvo, giró hacia Irina y la miró sorprendido.

—¿Qué dijiste?

—No voy a repetirlo otra vez, me arde la cara, estoy segura de que parezco un tomate…

—Repítelo, quiero saber si escuché bien o mi cerebro está dañado por pelear con tantos vampiros. —le insistió Stephan con el corazón acelerado.

—Dije que me enamoré de ti…

Stephan se puso en frente de Irina y la jaló hacia él y la abrazó, ambos eran anti romance, pero no podían resistirse al amor que había florecido entre ellos.

—Es un alivio… —pronunció Stephan soltando un suspiro.

—¿Por qué dices eso?

—Por que no pensaba romper mi compromiso contigo, incluso si no querías casarte, buscaría la manera en la que desearas quedarte a mi lado, por que yo…simplemente no puedo hacerme a la idea de casarme con alguien que no sea mi revoltosa prometida.

—¿Crees que deberíamos besarnos? —le preguntó Irina nerviosa.

—De igual manera pensaba robarte un beso.

Irina y Stephan se besaron apasionadamente, parecía que el amor estaba en plena primavera, no solo Linéa se había enamorado, si no que ahora Irina era victima de cupido, ambos cazadores regresaron a la mansión deseosos de hablar con su padre para definir el día de la boda y esto alegró grande mente a Noren y al clan.

Parecía que las cosas se estaban acomodando por si solas y que la alegría sería lo único que reinaría en la vida de nuestros amigos, pero el verdadero mal estaba cerca y parecía que nada podía detenerlo.

Las pesadillas de Linéa se volvían más constantes ahora, no había noche en la que no la acosaran, no sabía si eran visiones de una vida pasada, pero los sueños con la madre luna, el rey sol y el dios de las bestias la estaban agotando mental y espiritualmente.

—¡Ahhhh! —Linéa pegó un grito desgarrador que terminó alarmando a Arnes, estaba empapada en sudor, con el corazón galopándole como loco, él no sabía que estaba pasando con su luna, pero comenzaba a angustiarse.

—¡Linéa! ¿Qué sucede?

—Necesito agua…tengo mucha sed…

—¿Qué es lo que viste? —le preguntó Arnes mientras le acercaba la jarra llena de agua.

—Son los mismos sueños que tuve cuando el poder de la flor sagrada se activó en mi sangre, comencé soñando lo mismo todas las noches, la historia de la madre luna y como el deseo de convertirse en madre al llevó a engañar a su marido el sol, el romance que vivió con tu ancestro Cronos y los hijos que abandono…en esta ocasión vi a sus tres hijos, antes solo los veía como recién nacidos, después no podía verles el rostro, solo identificaba que eran dos hombres y una mujer, lo sabía por que ya tenían cuerpos adultos, pero ahora conocí sus rostros…no se si dejarlo pasar…no creo que esto se trate de simples pesadillas.

—¿A quienes viste en tus sueños? —le preguntó Arnes mientras le agarraba la mano.

—a los tres príncipes alvinos, esta vez se trataban de Daven, Artemis y….el rey de los vampiros Odegar…

—¿Qué? ¿Odegar?

—La madre Luna los había engendrado solo para usarlos como sacrificios para asegurar que pudiera recuperar su forma humana, hacia con ellos un mar de sangre…la luna comenzó teñirse de rojo y entonces supe que en todo este tiempo…ella siempre fue la verdadera villana.




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