La celebración del recién llegado animaba el ambiente en el local de comida, todos lucen animados y dispuestos a beber hasta el final. Excepto Susana. Se mantiene aislada de cierta forma bebiendo solo un jugo de mango.
El olor a carne y el alcohol solo le revuelven el estómago ¿Quién hubiera imaginado que alguien como ella que luce tan alejada de ese tipo de celebraciones antes era la reina de toda festividad?
Esos días ahora le parecen tan lejanos, incluso hasta sentir que no era ella quien vivía cada noche en fiestas.
—¿Por qué tan callada? —le preguntó Bastián sacándola de sus pensamientos con brusquedad.
El hombre se sentó a su lado.
—Estoy solo cansada —respondió sin ánimos de iniciar una conversación.
—Bebes solo jugo ¿Eres intolerante al alcohol? —el hombre la contempló con curiosidad.
Susana no respondió. No lo es, solo bebe jugo por su embarazo, sabe que el alcohol puede ser dañino para el desarrollo del bebé. Pero no va a decirle eso.
—No, esta noche no quiero beber, solo eso —su tono seco da a entender de que no quiere seguir conversando, pero Bastián finge no enterarse de eso.
Nunca pensó que acercarse a esa mujer resultara tan difícil, usualmente con su rostro apuesto y simpatía siempre ha logrado su cometido, engañar a las mujeres que trabajan en el diseño de zapatos, luego grabarla en escenas sugerentes para después extorsionarlas y quedarse con sus diseños que vendérselos a otras empresas. De esa forma ha logrado tener buena vida quedándose con créditos de diseños que nunca fueron suyos.
—¡Susana, amiga, vamos a bailar! —gritó Mía abalanzándose a los brazos de Susana, se ve que ya está bastante bebida.
—Mejor te sientas y te calmas —le respondió preocupada, mirando su estado etílico.
Bastián las miró preocupado.
—Voy a pedirle un refresco, y claro, también un jugo para ti —señaló con tono galante.
—No, no es…
Pero Susana no terminó su frase antes de que aquel hombre pidiera otro jugo de mango para ella. Ni tampoco se percató cuando aquel dejo caer dos pastillas en el jugo sin que nadie se diera cuenta. Susana está preocupada de mantener tranquila a Mía que quiere bailar en un restaurante que no es un lugar para eso.
Por ello no pensó en las malas intenciones de Bastián y se tomó el jugo sin prestarle atención a aquel hombre, mientras ayudaba a Mía a refrescarse.
De la nada comenzó a sentirse extraña, mareada, como si en realidad hubiera tomado alcohol, asustada, miró el contenido de su jugo para asegurarse de que no hubiera nada de alcohol. Levantó el teléfono intentando llamar a su obstetra para pedirle ayuda, pero no puede ver los números que danzan ante sus ojos, y cuando quiso pararse se hubiera caído de cabeza al piso, sino fuera por el hombre que la sostuvo en sus brazos.
—Susana ha bebido mucho, voy a llevarla a su casa —fue todo lo que escuchó.
La jefa se levantó preocupada, pero Mía se lanzó a sus brazos animándola a cantar juntas cuando en el lugar tampoco hay karaoke. Es evidente que deberá llevar a esa pequeña mocosa a su casa antes de que siga haciendo el ridículo.
—Muchas gracias —le dijo a Bastián—, te lo encargaré, será tu responsabilidad.
—No se preocupe, jefa, Susana está en buenas manos —respondió con una suave sonrisa antes de abandonar el local.
Mía se echó a reír de la nada luego de unos minutos.
—¿Cómo pudo emborracharse si solo ha estado tomando jugo? —exclamó sin decir de quién hablaba.
Su jefa arrugó el ceño, sin entender de que hablaba.
Susana apenas podía sostenerse de Bastián, sus piernas no le responden y su cuerpo lo siente tan caliente que respira fatigada. El hombre sonrió, y contempló el rostro enrojecido de la mujer, que ante la vista de cualquiera luce como una borracha.
No fue fácil, pero nada impide que sus planes se cumplan.
Pero en medio del camino hacia su auto, un hombre se atravesó de golpe. Al alzar la vista, dispuesto a discutir, se encontró con un tipo mucho más alto que él, de expresión fría y asesina, de ropa carísima y unos zapatos negros de punta que resonaron en el pavimento a cada paso que da acercándose más.
—¿Me entregas a mi mujer? —dijo en un tono intimidante.
Bastián se quedó enmudecido, la sola imagen de ese hombre es amenazante. Aun así, nada impedirá que cumpla su cometido cuando está a pasos de lograrlo.
—Creo que está equivocado, nos deja pasar —respondió con una sonrisa condescendiente.
—Entrégamela —le habló en tono de orden, quedando tan cerca de él que pudo notar esa mirada de alguien dispuesto a todo, es una mirada que parece decirle que incluso va a matarlo—. Hazlo por la buena.
Bastián se quedó paralizado, y dándose cuenta de que físicamente no sería capaz de enfrentarse a ese hombre, incluso en lo económico, ya que es evidente que tiene mucho dinero y podría mandar a los abogados para hundirlo, terminó por soltar a su presa. Ya más adelante podría volver detrás de ella, porque duda mucho que sea la mujer de este hombre, si fuera así ¿Por qué trabajaría en una pequeña empresa de moda en zapatos?
Antonio tomó a Susana en sus brazos, alzándola sin quitar su mirada asesina del tipo que se la ha entregado, más al ver como su mano hace unos segundos se aferraba a la cintura de la mujer.
—Ya sacaremos cuentas más tarde —señaló en tono amenazante dándole la espalda mientras el chófer de su vehículo le habría la puerta de atrás.
Apenas se subió al auto, Susana comenzó a reírse, es evidente que no está bien.
—¿Has sido tan irresponsable de beber alcohol cuando estás embarazada de mi hijo? —musitó con seriedad tomando con brusquedad la barbilla de la mujer mientras arrugaba el ceño—. Vamos lo más rápido posible al médico.
Esta última frase se la dirigió a su chófer y el auto se puso en movimiento de inmediato.
—Sí, es una de esas usuales pastillas de droga que le dan a las personas para manejar su voluntad —dijo el doctor seriamente luego de revisar la muestra de sangre—. Solo queda esperar que el efecto se acabe.
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Editado: 25.11.2024