En manos de un psicópata

Capítulo 25

Volver a casa de los Fave es algo que Susana jamás se esperaba. Sobre todo, sabiendo el rencor que Antonio carga por el abandono de su familia.

Pero no se opuso a la idea, en realidad eso le daba más posibilidades de planear una huida, tiene amigos que pueden ayudarla e incluso hasta podría encontrarse con su vieja socia. Además, la abuela Minerva sigue viva según lo sabe. No ha visto noticias que declaren la muerte de la matriarca de la familia.

Con todo, acató en silencio, con un examen médico que autorizaba el viaje de vuelta a su país pronto volvió a su viejo hogar.

Aquella enorme casa de fría fachada, rodeada por arbustos bien cuidado y un jardín al fondo cerca de la pérgola cuyas flores comenzaban a abrirse, le trajo recuerdos de su infancia.

No precisamente recuerdos felices, pero sí la sensación de bienestar que sintió al darse cuenta de que no volvería a pasar hambre ni frio, ni estar expuesta a la maldad de los niños mayores del orfanato. Sus padres adoptivos nunca la quisieron, es cierto, y es verdad también, aunque quisiera negarlo, que su deseo de tener una familia y ser amada solo se enfocó en la severa mujer al mando de los Fave.

Minerva Fave no era una abuela cariñosa, no era de esas ancianitas que miman a sus nietos y los colman de golosinas u amor. No, pero por lo menos a diferencia de los demás no fingía que Susana no existiera. Al contrario, solía estar atenta a todos, desde su vestimenta, comportamiento, notas en la escuela. Ella esperaba que la niña que había traído fuera el futuro de la compañía. Pero se equivocó, Susana no ambicionaba eso, y no porque dudase de sus capacidades, simplemente porque no quería usar su talento para beneficios de una familia que nunca la consideró como un miembro de su clan.

—Este lugar debe traerte recuerdos muy bonitos —le susurró Antonio al oído, con malicia, luego de verla tan callada.

Contrario a lo que fue en realidad al parecer sigue creyendo que su infancia fue colmada de todo lo que a él le robaron.

—No te hagas ideas —respondió Susana arrugando el ceño—. ¿Por qué tenemos que estar aquí?

—Será nuestro hogar, nuestro hijo se criará acá —respondió adelantando sus pasos—. Él tomará el lugar que era mío desde un inicio.

La mujer tensó su mirada mordiéndose los labios, y no se movió de su lugar mirando de reojo la enorme mansión.

—No me gusta, no quiero, odio este lugar —respondió sin pensarlo.

Cuando Antonio se giró hacia ella al escuchar esa respuesta no ocultó su sorpresa. Solía recordarla siempre como una niña de sonrisa siniestra y burlona, como una princesa mimada y cruel. Pero su expresión de ahora, que muestra total desagrado, es opuesta a lo que se esperaba.

—Pensé que te gustaría vivir en el lugar donde te criaron —exclamó con ironía—. ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo de vivir conmigo en esta casa?

—No quiero que mi hijo viva en este lugar —respondió apretando los dientes.

Antonio se acercó hasta estar frente a ella a unos centímetros, su expresión no parece muy agradable, incluso hasta se podría decir que un gesto amargo se dibujó en su rostro.

—¿Por qué? —le preguntó sonriendo a la fuerza.

Susana no respondió en el acto, incluso bajó la mirada intimidada por ese semblante furibundo que antes no había visto en ese hombre ¿Acaso tanto le molesta que se niegue a vivir en esa horrenda casa?

—¿Piensas que yo no merezco vivir aquí? ¿Me sigues viendo como alguien inferior? ¿Sigues pensando que soy solo un perro bastardo? —el tono como hizo esa pregunta la obligó a levantar la mirada, es evidente que la está mal interpretando, pero ante los ojos penetrantes de Antonio su lengua se paralizó—. ¿Piensas que es una vergüenza que yo entre a ese lugar como el presente patriarca de la familia?

Ambas manos del hombre se posaron sobre sus hombros aplicando una dolorosa presión ante su silencio, pero Susana reaccionó apartándolo de un empujón de su lado y se mordió los labios sin notar que sangraba.

Nunca se había sentido tan impotente en su vida.

—Odio esta casa, odio a los Fave ¡Odio el día que me adoptaron! Hubiera preferido seguir en el orfanato —exclamó arrugando el ceño ante la sorpresa de Antonio—. ¿Tú piensas que fui feliz en esta casa? ¡No fue así! Tus padres me ignoraron siempre, la abuela no dejaba de presionarme, toda la familia me despreciaba. Pero yo tenía que tragarme todo eso, porque la abuela decía que como futura heredera debía aprender a sonreír y mostrar una felicidad que no era real ¡Toda tu familia y tú, son una mierda! Si jamás los hubiera conocido… yo jamás estaría en esta situación…

Retrocedió desconcertada por sus propias palabras, rompiendo con la crianza de su abuela, no debió decir eso, supuestamente ante todo el mundo debería seguir mostrando que fue la privilegiada hija de los Fave. Pero ahora que lo reconoce es como si su propia mente se hubiera abierto mostrándole todo lo que por años ocultó incluso de sí misma. No fue feliz, no fue una niña feliz, y por eso al crecer buscó en el sexo opuesto llenar ese cariño que nunca tuvo, buscó irse lejos y crear su propia empresa para olvidarse que alguna vez fue parte de esa familia.

No dejó de retroceder llevándose ambas manos a sus oídos mientras su rostro asustado seguía fijo en esa casa, sus piernas se enredaron entre ellas, pero antes de caer Antonio la sostuvo entre sus brazos para luego abrazarla con fuerzas.

—Lo sé —susurró con suavidad sin soltarla—, fuimos niños desgraciados por culpa de esos infames, pero ellos lo están pagando y lo pagaran toda la vida.

Susana se dio cuenta que eso Antonio lo sabía, entonces solo la provocó para que ella lo dijera en voz alta ¿Por qué le fuerza a traer recuerdos que mantenía bloqueado en su cabeza? ¿Por qué le hace recordar el desprecio y los insultos que como niña debió soportar por no tener la misma sangre de los Fave? ¿Qué saca con hacerle esto?




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