Vomitó todo lo que había comido al desayuno, a pesar de que hay días que no tiene tantos problemas para lidiar con las náuseas, hoy pareció lo contrario. Arrodillada frente al baño volvió a vomitar. Y luego se sentó en el piso, cansada. Suspiró cerrando los ojos cuando la puerta se abrió.
—¿Estás bien? —Antonio entró con expresión seria y se inclinó frente a ella tocándole la frente.
—Náuseas… —masculló de mala gana—. Normal…
No alcanzó a terminar mientras era alzada por aquel hombre, se asustó tanto con el repentino movimiento que se afirmó de su cuello mirando hacia el piso. Antonio sonrió con malicia dándose cuenta de la reacción de la mujer.
—No temas, solo te llevaré a la cama, no es bueno que te quedes en el piso con el frío que hace —señaló sin soltarla.
Susana bufó.
—Con la calefacción no se siente frío.
No respondió y solo se echó a reír acostándola en la cama y luego acercando tanto su rostro que la mujer abrió ambos ojos sin entender lo que planea, pero aquel solo apoyó su frente sobre la suya.
—Debes cuidarte, en esa panza no estás cargando el hijo de cualquiera —indicó antes de alejarse.
Susana arrugó el ceño ¿Acaso solo la ve como una incubadora? Claro, aún no entiende cuál es su situación en esa casa, o como la ve ¿Sigue siendo a sus ojos un ave cuco que solo subió al nido para robarse su lugar? ¿O aún quiere seguir jugando con su estabilidad mental haciéndole creer que la ama cuando esto solo es una venganza suya?
—Cuando nazca el bebé, entonces ¿Me dejarás ir? —se atrevió a preguntar pese a que no sabe cómo podría reaccionar.
Antonio, que se colocaba su chaqueta, se giró alzando ambas cejas como si no entendiera su pregunta. Susana no pudo sostenerle la mirada y desvió sus ojos dejando escapar un suspiro, tal vez no debió preguntar esto y solo esperar que un día él le diga que es expulsada de esa casa y le lance las maletas encimas.
Estaba pensando en eso cuando sintió que la tomaba de la barbilla y la obligaba a mirarlo.
—Te dije que te amaba ¿Por qué crees que voy a deshacerme de ti? Cuando nazca ese bebé tú serás su madre y mi mujer —respondió con seriedad, luego como si se le acaba de ocurrir algo sonrió aliviando su tensa expresión—. Ah, entiendo ¿Lo dices porque ahora no estamos casados legalmente con tu nuevo nombre? Bien, fijemos fecha a la boda, nos casaremos luego de que nazca el bebé ¿Te parece? Contrataré a una agencia para que se encargue de todo. De todas formas, al abandonar tus lazos con los Fave no habría problemas en legalizar nuestra unión.
Susana pestañeó incrédula, en otra situación se hubiera echado a reír a carcajadas por la ridícula conclusión, pero ante la mirada atenta de ese hombre no se atrevió, solo se dibujó una mueca en su rostro.
Hace un tiempo inició los trámites para cambiar su apellido a pedido de Antonio, ya que sería muy raro que el bebé llevase ambos apellidos, Susana cree que él no quiere que ella siga tomando lo que considera que es suyo. Ahora que ha comenzado a llamarse legalmente como Susana Sáez, su anterior apellido, aquel se le ha metido en la cabeza que deben renovar votos volviendo a casarse. Él quiere ver en su anillo grabado el nombre de Susana Sáez, no de Susana Fave.
El hombre notó la mueca y apretó sus mejillas haciendo que su rostro luciera gracioso, por lo cual la mujer arrugó el ceño ¿Qué demonios hace? Pero antes de pensarlo sintió como la caliente lengua de Antonio pasaba sobre sus labios antes de soltarla.
No reaccionó aún a pesar de la risa del aquel tipo.
—Tus labios están tan rojos que así apretados parecían un apetecible par de cerezas —exclamó terminando de vestirse—. Bien, le diré a Clara que te den algo ligero para comer, será mejor que hoy te quedes en casa y descanses. Afuera llueve muy fuerte, no quiero que te arriesgues.
Susana se masajeó ambas mejillas, aun siente la presión y el dolor y al escucharlo decir eso sintió su sangre hervir.
—¿Es una orden? —preguntó en tono irónico como si quisiera desafiarlo a intentar darle órdenes.
—Sí —respondió de inmediato sin dejar de sonreír—. Si sales hoy a visitar a la abuela, te daré de nalgadas para que aprendas a obedecerme.
No supo como reaccionar a esto, y antes de reclamar él ya había salido de la habitación.
—Maldito infeliz —murmuró entre dientes.
Lanzó la almohada contra la puerta y se restregó los labios con fuerzas usando la manga de su ropa para quitarse la sensación de humedad caliente que le dejó ese tipo sobre los labios, sobre todo porque siente unas cosquillas en la entrepierna, al recordar esa escena, y es algo que no quisiera.
Despertó de un salto cuando sintió los golpes en la puerta, no recuerda en que momento se quedó dormido. Con un “adelante” la puerta se abrió y entró la sirvienta más joven de la casa llevando una bandeja de comida que dejó en silencio sobre el velador, luego inclinó la cabeza y salió.
Susana se quedó viéndola antes de salir, es evidente que no le cae bien. Comió algo con expresión aburrida y aún somnolienta, y se puso a jugar con su teléfono viendo una foto que le llamó la atención, es una página de farándula típica en su país, pero no se esperaba ver la foto de Antonio que con su paraguas cubre a una mujer que camina de espaldas.
“¿La novia del rico empresario Antonio Fave?” “Luego de la polémica noticia de su abandono en un orfanato, nos enteramos de que probablemente el nuevo CEO de la compañía Fave ya tiene una novia”
Ver a ese hombre protegiendo a una mujer con su paraguas es fuera de toda la actitud de ese tipo, claro para quien conoce su verdadera oportunidad, pero el Antonio amable, risueño, obediente, es la máscara que muestra al público. Y si es considerado con alguien, es solo porque sabe que puede sacar beneficios de otra persona.
Pero… ¿Y si se obsesiona de otra mujer no significaría eso poder ser al fin libre? Es la oportunidad que estaba esperando, sin embargo, no se siente tan feliz como lo esperaba. Siente una dolorosa punzada en el pecho y se cuestiona la razón de eso. Se recostó en la cama sin ánimos de pensar en nada más y se volvió a dormir.
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Editado: 25.11.2024