En manos de un psicópata

Capítulo 41

Antonio la estrechó en sus brazos y luego besó su frente. Intenta controlar su respiración, está muy excitado pero no debería hacerle eso a Susana aprovechando su pérdida de memoria.

Notó que ella se quedaba en silencio y quieta ni siquiera se movió cuando la aprisionó entre sus brazos. No sabe que pasa por su cabeza. Pronto se dio cuenta que esta molesta, sus ojos se detuvieron en los suyos, disconforme, con no haber terminado lo que empezaron.

—Será mejor que durmamos, mañana será un día muy largo —señaló Antonio cerrando los ojos.

Pero la mujer se zafó de sus brazos y antes de que pudiera reaccionar se subió encima suyo sentándose justo sobre su entrepierna, al sentir el rose, con el cuerpo cargado de libido, obviamente reaccionó sin poder evitarlo.

—No quiero dormir, quiero tener sexo con mi marido —refunfuñó Susana.

—No, hoy no, vamos a dormir —respondió Antonio.

Pero la mujer haciendo oídos sordos se empezó a mover sobre él, de una forma que Antonio por más que quisiera no podía. Su respiración se aceleró, sus latidos se agitaron y la sangre infló a su amigo haya abajo.

La tomó de la cintura pero en ese momento Susana se levantó de la cama.

—Bien, si no quieres me voy a mi habitación, no voy a abusar de un hombre que me dice que no —indicó.

No dio un paso cuando esta vez fue Antonio quien se colocó encima de ella luego de agarrarla del brazo y devolverla a la cama, por su mirada, su respiración agitada y su actitud salvaje pudo notar que ya lo había atrapado. La mujer le sonrió coqueta antes de pasarse la lengua por los labios.

—Entonces ¿Quiere jugar, señor esposo? —le preguntó insinuante.

—Susana, tú... después no te arrepientas, te quise dejar ir pero tú...

Ella sonrió al calor de la excitación rodeando con sus brazos el cuello de aquel hombre.

—No me arrepentiré, hazlo duro, quiero saber lo que se sentía tener sexo con mi marido, y no temas, no es necesario ser delicado, tengo experiencia, me he acostado hasta con tres hombres —dicho esto entrecerró los ojos con malicia y más ante la mirada estupefacta de Antonio.

—¿Con tres? Pero cómo tú...

No le respondió, solo le mostró dos dedos para indicar debajo suyo y luego hizo el gesto sobre su boca como si le hiciera sexo oral a un ente imaginario. Antonio apretó los dientes, sabía del historial de hombres con que Susana se acostó antes de casarse con ella pero solo imaginarlo lo hace querer buscarlo y matarlos.

La besó con violencia tomándola de la nuca haciendo que el beso sea tan profundo que la mujer no pudiera respirar. Antes de deslizarse hacia su entrepierna.

No se detuvieron durante toda la noche, como si ambos estuvieran necesitando desesperadamente la compañía del uno y del otro. El último éxtasis hizo temblar el cuerpo de Susana antes de dejarse caer sobre el pecho sudoroso de Antonio, y luego se rió con suavidad haciendo circulitos con su dedo sobre el cuerpo de su esposo.

—Eres mejor que esos tres, que todos, todos, todos....

—No hables de eso —la interrumpió porque le molesta pensar en esos hombres.

Aquella volvió a reírse con los ojos entrecerrados, su cuerpo ya está tan agotado que apenas logra mantenerse despierta.

—No seas celoso... de todas formas al único que he amado en mi vida es a tí.... Antonio Fave.

Al escuchar que Susana lo ha nombrado con el apellido Fave de inmediato tomó su rostro para mirarla pero aquella se ha quedado dormida. Antonio suspiró estrechándola entre sus brazos y viéndola dormir.

—Susana no vuelvas a irte, quisiera amarrarte una cadena a la pierna y dejarte encerrada de por vida para que nadie pueda verte más que yo. Pero sé que si hago eso vas a odiarme y no quiero volver a ver odio en tu mirada —musitó apoyando su frente sobre la mujer dormida—. Solo quedate conmigo... para siempre... incluso en la muerte sigue estando a mi lado.

Susana despertó sintió la cama tibia a su lado sin Antonio. Intentó levantarse pero sus piernas no fueron capaces de sostener su peso y cayó sentada sobre la cama. En eso la puerta del baño se abrió y Antonio apareció desnudo frente a sus ojos.
Se quedó perpleja antes de sonreír con maldad.

—¿Quieres otra ronda?

Antonio no respondió pero la alzó en sus brazos.

—No forcemos demasiado tu cuerpo —dicho esto miró la cicatriz de la bala y su mirada mostró tristeza.

—Está bien —le respondió al entender sus razones.

—Vamos a tomar un baño de tina, ya deje lista el agua —dijo aquel llevándola en sus brazos hacia el baño.

—¿Nos bañaremos juntos? —le preguntó Susana con curiosidad.

Antonio solo movió la cabeza en forma afirmativa y ante eso Susana se acurrucó en sus brazos dándole muchos besos en la mejilla, como una adolescente inquieta que no puede controlar su felicidad ¿El hecho de bañarse juntos la pone tan feliz?

—¿Esto te gusta? —indicó curioso mientras la metía dentro de la tina antes de entrar también frente a ella.

—Es la primera vez que nos bañamos juntos, siempre me dejabas sola en la cama y tenía que ducharme sola, eras muy poco cariñoso antes. Quisiera saber porque ahora Antonio es tan dulce conmigo —señaló entrecerrando los ojos con una semi sonrisa.

Antonio se quedó paralizado ¿Es que acaso ha recordado todo? No pudo evitar acercarse y colocar sus manos mojadas sobre las mejillas de Susana, aquella sintió cosquillas y se rio. Nunca había visto una sonrisa tan hermosa y brillante como esa, quisiera pasarse la vida viendo esa sonrisa en el rostro de la mujer.

—Sí, con el primer orgasmo recordé todo —señaló con gesto divertido—. Creo que debo ser un caso único que recupera sus memorias con el sexo.

—Susana...

Ahora fue ella quien colocó sus manos sobre las mejillas de Antonio, sus ojos se detuvieron en los ojos azules del hombre y se colocó seria.

—Perdón —dijo de repente sorprendiendo a Antonio que no entendió por qué se disculpaba—. Tu eras ese niño de ojos azules que lloraba en el orfanato, yo me prometí volver por tí y nunca lo hice... olvidé la promesa que hice contigo, porque entendía tu dolor, sabía lo que se sentía que tu familia te abandonara de esa forma, que te dejará en un lugar desconocido, el miedo a la soledad, la incertidumbre de lo desconocido. No sabía que quienes me adoptaron eran tu familia. Si ahora me das la oportunidad prometo que no volverás a estar solo...




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