Hace tres semanas desde que nos conocimos, dos semanas desde que te sonreí y una desde que me dijiste que me “amabas”.
—Cariño.
—¿Sí?
—Daniel y su novia vendrán a cenar, ¿te parece bien?
En aquel instante, el corazón empezó a latirme apresurado. Intenté calmarlo, pero no pude.
—Sí
Y sabía porque latía tan rápido, tenía ganas de verte.
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Observé como tu mandíbula se movía mientras masticabas, y también como ella te sonreía, cosa que provocaba un revuelco en mi interior.
Ahora que no me mitabas, te admiré para recordarte un tiempo después de que te vayas.
—Nicole —me llamasté.— Es muy bonita la casa.
—Gracias, Otis.
Creí notar el rubor en mis mejillas, pero me miré en el espejo que había en el comedor y me percaté de que no era cierto, pero lo que sí era cierto era que el latido de mi corazón se había apresurado.
Cuándo terminamos, ella se fue a fumar a la terraza y él se fue a lavar los platos, entonces quedamos vos y yo sólos.
—Siento que te conozco —pronunció en vos baja.
—Yo también.
—Tal vez en otra vida...
—O tal vez en la próxima —me interrumpisté con una sonrisa.
Esperamos él y yo a que ellos entrarán al ascensor y así pudiéramos cerrar la puerta.
Él y tú conversaban animadamente mientras que ella y yo nos intercambiamos alguna que otra sonrisa.
Cuando leíste creí que llegaba al cielo y tú eras el sol que iluminaba mi camino, pero toque tierra y me di cuenta de que tú no eres mío.