Estoy muy feliz de poder compartir con ustedes una historia tan hermosa y que, a demás de eso, está dedicada a esos amores que son, fueron y serán imposibles. A esos amores que nos matan, a esos amores que son los correctos en el momento equivocado, para esos amores que lo fueron todo y a la misma vez... nada, para esos amores que no se contaron, ni se admitieron, pero que no se olvidaron.
Hay amores inesperados, amores imposibles [...] amores que todo el mundo debería tener derecho a probar, aún que sea una sola vez en la vida. Pero lamentablemente esos amores sólo pueden vivir en nuestros corazones, y no en nuestras vidas. Estamos acostumbrados a aferrarnos a esos amores imposibles, efímeros, a esos que dejan raíces profundas pero que nunca florecen.
Yo, al igual que ustedes, me enamoré de un amor imposible. Me enamoré hasta de las letras de su nombre, de sus defectos, de su ternura disfrazada de frialdad. Eso me atrapó, me enloqueció, pero también fue mi perdición.
Hay amores que son imposibles de sacárselos de la cabeza y mucho menos del corazón. En esos casos, se debe optar por esconderlos dentro de un cajón, esperar a que el tiempo pase y los mate poco a poco, llenándolos de polvo hasta que dejen de latir, de respirar y de sangrar. Pero a veces somos tan curiosos y necios, que cuando creemos que han muerto, nos da por abrir el cajón y revivir lo doloroso de aquéllos momentos. Y es por eso, que hoy les traigo una historia, MÍ historia.
¡Espero que la disfruten tanto como yo disfruté escribirla para ustedes! Y si les gusto, haganmelo saber en los comentarios. ¡Ah! Casi lo olvido, te invito a formar parte de esta pequeña familia, que con el tiempo estoy segura de que crecerá.
Saludos, Nicole B. ♥︎