Febrero 12, 6:00 a.m.
Los pajaritos cantan, el sol sale y yo necesito dormir más y dejar de asistir a menos centros nocturnos para bailar y vivir una vida llena de alcohol, dramas maritales como también filas largas para entrar al baño y descargar mi orina para seguir bailando.
Siento que lo peor de este tipo de vida que llevo es que siempre que estoy en fila para el baño siempre ponen las mejores canciones y es justo el momento en que me odio por ser una bebedora en las noches de baile y de vida nocturna de una joven adulta.
Me levanto de mi cama que es innecesariamente grande para una persona que vive sola y que no tiene pareja para compartir, pero que aun así la encuentra muy cómoda y suave para disfrutar de una buena noche de sueño. Se podría decir que esta cama sirve para lo que muchos llaman sueño reparador.
Tardo en darme cuenta de que se he perdido cinco minutos en despabilarme y entonces me doy cuenta de que son cinco minutos menos para bañarme y hacerme mi limpieza facial; ese tipo de cosas solo me pasa a mí. Me dejo de tonterías y camino, no, corro al baño para ducharme rápido y por lo menos hidratarme bien el rostro y solo comenzar a maquillarme para la universidad y el trabajo. Es el último semestre de la carrera así que es mejor hacerlo bien y solo quedan dos meses de esta, por mi tesis y proyecto final no preocupo porque ya los tengo listo y solo me encuentro corrigiendo unas cuantas faltas ortográficas y otras de redacción.
El agua por fortuna está tibia y no sufro mucho con esta, por lo que me termino de despertar y como lo inteligente que es mi equipo de sonido se prende y se reproduce una de las mejores canciones que puede haber en la tierra. Me desvisto, dejo la ropa en el lavabo y entro a la ducha cantando.
─Bésame, quiero que me beses, pero no te olvides de que solo soy tuyo... ─sé que desafino, pero lo disfruto y canto a todo pulmón ─. Dime en verdad dime cuanto te caliento, no lo olvides soy tuyo y solo tuyo...
Así pasan los cinco minutos más geniales de la mañana en donde canto al menos tres canciones de él, el hombre más guapo y perfecto que puede haber.
Cuando estoy lista lo primero que hago es hacerme un desayuno ligero porque no tengo hambre, solo tengo el constante recuerdo de lo pudo haber sido el mejor de los conciertos al que pude haber asistido y fotografiado. Las ventajas de trabajar para una empresa publicitaria es que siempre me mandan a los mejores conciertos que pisan el país y por supuesto de la ciudad así que no hay mucho de que quejarme.
En mi celular suena la alarma dándome la señal de que ya es hora de conducir a la cede de la empresa para la que trabajo. La apago mientras limpio el pequeño desastre que he hecho para este desayuno ligero, pero satisfaga mi apetito matutino, lavo rápidamente los trastes para ponerlos en su lugar y que se puedan secar correctamente. Detesto la idea de que puedan desarrollar hongo, luego de eso solo tomo mi almuerzo y comida para tomar mi bolso, portafolio, llaves y cámara.
─Apagar luces ─digo a la nada, aunque sé muy bien que la nada a la que hago referencia es mi sistema de seguridad y confort. Las luces se apagan y yo li digo gracias, aunque sea una máquina.
Cierro la puerta y me dirijo al estacionamiento.
♥♥♥
─Llegas tarde ─es lo primero que escucho de la recepcionista y solo le sonrío a modo de respuesta ─, te está esperando el jefe.
─Como todas las mañanas luego de un concierto o apertura de un nuevo sitio de baile y de bar ─ contesto dejando a un lado la pluma luego de firmar mi registro ─. Con permiso.
─Suerte.
Lo grita y aunque siempre digo no la necesito, creo que hoy sí.
─Creo que hoy no es para los perdedores la suerte ─ ella solo ríe y yo igual al final de todo.
Es como un sueño abrir las puertas de la planta en la que trabajamos, porque es un piso entero lleno de cubículos sin paredes y un gran ventanal que deja ver la mancha urbana. Lindo y hermoso a su manera.
Todos voltean y no es raro porque soy la más hermosa y linda persona que no se ha convertido en una desgracia humana tras trabajar con este barajan a el cual llamo jefe. El gran y temido por muchos y otros algunos el señor Carlos Nafar.
Sonrió porque me gusta tener miradas en mí, pero sobre todo porque quiero disimular lo mal que puede ver. No siempre sucede, pero siempre veo un poco de miradas de lastima y otras tantas de lastima.
Odio la lastima.
─Señores, buenos días ─digo para todos con un tono de voz bastante alto para que todos me escuchen ─. Realmente agradezco que me miren por lo hermosa que soy, pero creo que si lo siguen haciendo me desgastaré o en todo caso me sonrojaré.
Todos ríen por lo que acabo de decir por lo que solo puedo reír
─Hola Natalie ─saluda Sofi, la secretaria de Nafar ─, el señor Nafar quiere hablar contigo.
─Como era de esperarse Sofi ─hablo sin verla terminando de acomodar mis pertenencias y encender mi computadora ─, en fin, gracias por avisarme. Dile que estaré ahí en dos minutos, que necesito preparar mi mente para hablar con él.
─Sabes que se molestará.
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Editado: 30.11.2024