Epílogo

Tres años después 
 

El tiempo había pasado, y con ello, el amor de Andrés y Elise había dado un fruto, una muestra de amor, una criatura llena de felicidad y de amor llegó a sus vidas.

Luz, era el nombre que portaba aquella pelirroja de ojos verdes.

Era verano, el sol iluminaba el jardín, las flores formaban un pintoresco paisaje inundado de colores y aromas.

La pequeña estaba sentada en el suelo, amaba las flores, sus tonalidades, sus texturas y formas la llamaban a admirarlas desde su lugar.

De pronto escucho la voz de su amado abuelo George, eso significaba que había llegado a la mansión, todos los fin de semana, se unían para merendar juntos.

—Hija, llegaron los abuelos —dijo Elise, mientras terminaba de colocar los últimos servicios en la mesa, con la ayuda de Andrés.

La pelirroja sonrió.

George caminaba a paso rápido, seguido por Alisa. Con las comisuras de sus labios elevadas hasta el cielo, llegó  el jardín.

Sonrió hacia su nuera e hijo y siguió de largo.

Alisa, acostumbrada a su actitud, se acercó hasta Elise y Andrés para saludarlos.

—Luz, mi niñita linda —habló George.

La niña sonrió y estiró sus brazos, este no espero más, y la correspondió alzandola y abrazándola suavemente.

—Mi princesa—susurró acariciando su pelirroja cabellera.

—Hoy vendrán Anastasia y Gregory, junto a Richard y Evangeline.

—¡Maravilloso!—exclamó Alisa—sus hijos son tan hermosos, fantaseo con que Richard se una a nuestra preciosa Luz.

—¡¿QUEEE?!—gritaron George y Andrés al mismo tiempo.

Alisa y Elise se miraron y sonrieron de medio lado.

—Por ningún motivo —dijo Andrés.

—Lo apoyo —añadió George—. Mi nieta jamás necesitará de un hombre, los hombres son malos, ¿Cierto mi niñita? —pregunto mirando a la niña que alzaba su mano hacia una mariposa que volaba a su alrededor—. Es más, todos mis bienes los heredará ella, no necesitará jamás casarse.

Andrés, Alisa y Elise se miraron y estallaron en carcajadas.

George ignorando a todos, le prometió a su nieta que jamás dejaría que jugarán con sus sentimientos o le rompieran el corazón.

Momentos más tarde Gregory, Anastasia y sus hijos habían llegado al jardín para ser parte de aquel picnic.

La tarde fue maravillosa, y sin duda se repetiría muchas veces más, por los años venideros.

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"Dream flowers" era el hombre de la florería más famosa y cotizada de todo Londres, e incluso del país. Mujeres y hombres viajaban de todas partes para poder adquirir uno de sus arreglos florales.

Todos sabían que su dueña era la importante Vizcondesa de Chesterfield, conocida por su reputación intachable, inteligencia, y belleza.

Elise se había hecho paso en la aristocracia londinense ganando admiración y respeto por parte de los nobles.

Nadie cuestionó su origen, pues ella demostró que no se necesitaba nacer rodeada de títulos y dinero para ser una mujer intachable, valiosa y única.

Aquella realidad cambió la perspectiva de muchos jóvenes de la alta alcurnia—que cansados de las casaderas interesadas—comenzaron a mirar con otros ojos a las señoritas plebeyas, y de baja posición social, dando importancia a las personalidades y a los sentimientos verdaderos.

La historia de amor de Elise y Andrés marco un antes y un después en la sociedad Londinense. 


 

Elise miraba las estrellas en el balcón. Andrés se acercó y la abrazó por la espalda.

—Te amo tanto tanto—dijo la pelirroja.

Se volteó y quedó frente a él.

—Nuestro amor solo puede crecer, y crecer. Eres mi verdadero amor, eres mi universo —beso la punta de su nariz —. En tu mirada está mi lugar, es allí donde habitaré por toda la eternidad porque nuestro amor es infinito Elise.

Ella beso sus labios con pasión, sonrió con lágrimas cayendo de sus ojos, lo amaba tanto tanto. Aferró sus piernas a su cadera. Andrés la sujeto y caminó hasta la dejarla en la cama.

Unieron sus cuerpos desnudando sus almas, acariciando sus corazones con amor y ternura. Se juraron amor eterno, por y para siempre. En esta vida y en la otra.

"Las verdaderas historias de amor nunca tienen un final"