En tus Manos

Capítulo 3 [No estás sola]

Los gritos sumergidos en la oscuridad son el caos más mortífero en el que Ashley hubiera preferido mantenerse. 

Las incontables voces a su alrededor se fusionaban con el estruendoso pitido de la máquina al costado de su cama, las cuales se volvían mas cercanas y molestas. 

Mas reales. 

Estaba completamente desorientada, y en el momento en que sus ojos se acomodaron a la fuerte luz que iluminaba la habitación, Ashley se sentó con lentitud sobre la fría camilla de habitación, sosteniendo su cabeza entre sus ásperas manos. 

«¿Que estoy haciendo aquí?» Fue la primera pregunta qué embargo su mente. 

Y como un desastroso flashback, los recuerdos de su boda fallida, la partida de su prometido al saber que sería padre, inundaron su cabeza. 

Su ritmo cardíaco empezó a aumentar a medida que asimilaba su situación. 

Ella y su bebé en una maldita cama de hospital. 

¿Por qué estaban ahí? Ashley trataba de indagar en su cabeza las razones, y pronto recordó la causa. 

El accidente. 

«Todo estará bien» Trataba de asegurarse en silencio. 

Justo cuando se colocaba la mano en su estómago, el sonido de la puerta abriéndose retumbó por el pasillo, y de ella emergieron dos mujeres totalmente desconocidas para Ashley.

Lo que provocó que intentara retroceder su cuerpo, aunque no pudo llegar lejos debido a que su cabeza decidió protestar ante el busco movimiento. 

La chica más cercana a ella se detuvo, levantando sus manos para impedir que Ashley se moviera bruscamente. —No tiene por qué temer, señorita. Somos enfermeras de guardia. 

Ashley intercalo su mirada en ambas enfermeras, hasta que asintió sin estar totalmente confiada. —¿Qué estoy haciendo aquí? —inquirió en voz baja. 

—Llama al doctor. —musitó la enfermera que se había dirigido a Ashley minutos atrás, dirigiéndose a su compañera—. Me quedaré al pendiente. 

—Está bien, vuelvo enseguida. —respondió la segunda chica, saliendo rápidamente en busca del doctor de turno. 

—¿Que estoy haciendo aquí? —volvió a repetir Ashley de forma más demandante—. ¿Mi hijo se encuentra bien? Necesito saber que mi hijo está bien. 

La enfermedad frunció los labios, dándole una mirada de comprensión. —No puedo darle ese tipo de información, señorita. El doctor estará aquí pronto para chequearla, solo respire un poco, su pulso es alto, debe calmarse. 

Ashley hizo caso omiso a las indicaciones de la enfermera, y en un atípico e impulsivo movimiento, arrancó la intravenosa de su cuerpo. —¡Necesito que alguien me diga que mi bebé está bien! 

La enfermera se abalanzó hacia ella, intentando detenerla. —Por favor, necesito que se calme. Si no tendré que aplicarle un sedante. 

Ashley tomo del brazo a la enfermera, haciendo que ambas formarán contacto visual. —Por favor... Dime qué mi bebé está bien. —suplicó, con lágrimas formándose en sus ojos—. ¡DÍMELO! —gritó, volviendo a colocar una mano sobre su palpitante cabeza, cubierta de un espeso vendaje. 

—Respire, señorita. Está teniendo un ataque de pánico. 

Ashley se quedó completamente quieta, con las lágrimas rebosantes en sus ojos.

No estaba en condiciones de poder levantarse, y quizá una parte de la medicina que su cuerpo estaba ingiriendo provocaba que sus piernas se mantuvieran entumecidas. 

—Tengo que calmarme. —manifestó en un susurro—. Si estoy bien, mi pequeño lo estará. 

«Si estoy bien, mi pequeño lo estará» Se repetía, sin levantar su mirada al escuchar pasos ligeros que se adentraban a la habitación. 

Hasta que unos brazos la rodearon, brindándole un sentimiento de comodidad y relajación, pero que, de manera inconsciente e impotente, temblaban a su alrededor. 

—¡Mi niña hermosa! ¡Gracias a Dios que despertaste! Esto ha sido el infierno sin ti. No vuelvas a hacerme pasar por eso. —susurro su progenitora, tomando el rostro de Ashley para depositar un beso sobre su frente. 

Ashley tomo a su madre del brazo. —¿Tu sabes algo de mi bebé? 

Cinthya, la madre de Ashley, se tensó tras la pregunta, mirando de reojo al médico al que minutos atrás interceptó para que la dejase entrar. 

No sabía cómo explicar que el bebé por el cual su hija insistía en saber, había muerto una semana atrás. Exactamente, el día de terrible accidente. 

Era un milagro que Ashley estuviera con vida. 

Pero no todo era victoria, nadie podía salir de un accidente de tal magnitud sin tener secuelas. 

—¡¿Por qué te quedas callada, mamá?¡ —Ashley se aferró al brazo de su madre—. Tú eres la única que puede decirme que mi bebé está bien. —a la madre de Ashley se le empañaron los ojos con lágrimas, aunque pensaba mantenerse fuerte por su hija, verla tan destruida causaba el efecto adverso. 

—El bebé... no pudo ser salvado, Ash. —respondió su madre, bajando la voz—. Los médicos hicieron todo a su alcance, pero... no pudieron hacer nada para sal-varle. —ella escucho como a Cinthya se le entrecortaba la voz en la ultima palabra.

—Eso es mentira, ma-mamá. —tartamudeo Ashley, volteando a ver por primera vez al personal médico—. Eso es mentira ¿Cierto? 

—Su madre dice la verdad, señorita Carlisle. Lamentamos mucho su perdida. —la mirada comprensiva del médico, la hizo caer en cuenta que nadie estaba emitiendo bromas con respecto a su salud. 

Ashley poso ambas manos sobre su estómago, donde debía estar procreándose una vida, pero en su lugar, solo existía un intangible vacío. 

Uno que Ashley no sabía cómo manejar, por que, para ella, ese bebé iba a ser su salvación, la pequeña dosis de felicidad que ese pequeño ser deposito en su vida con solo su existencia. 

Su luz sobre tanta oscuridad que amenazaba con consumirla. 

—Ashley —Cinthya saco a su hija de sus propios pensamientos autodestructivos. 

—Yo debí haber muerto, no él. —susurró ella, con voz quebrada. 




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