Zoé comienza de repente a sentirse mal, y de inmediato le llega la sospecha de un posible embarazo, corre y mira el calendario para revisar su ciclo menstrual y se percata de un ligero retraso. Sin avisar sale velozmente de la casa, toma su auto para dirigirse a la farmacia por una prueba.
Minutos más tarde retorna a la mansión con la prueba en mano, aprovecha la ausencia de todos, para realizar el test con tranquilidad. Inmediatamente llama a su mejor amiga Emily, quien también es su confidente y es la única que la comprende.
—Amiga, ven a la mansión. Te necesito urgentemente.
—¿Qué pasó, Zoé?
—Ven rápido, aquí te cuento—responde con decepción.
En su habitación, la madre de Zoé comienza a maquinar como sacarle más dinero a Lucas, debido a que Zoé le sugirió que limitara sus tarjetas. Se encuentra en la compañía de su empleada de confianza, quien la sigue a todas partes:
—Ada, estoy acabada. Tanto que luché por mantener mi posición y mi abolengo. Todo se vino abajo por culpa del imbécil de mi marido, ojalá se esté pudriendo en el infierno.
—No se desespere, señora, las cosas pueden mejorar.
—¿Cómo? No tengo ni un centavo, y la casa prácticamente Zoé la remató, es difícil para mí vivir de las migajas de Lucas, últimamente se ha vuelto muy tacaño, todo por culpa de la egoísta de mi hija. Es una malagradecida, gracias a mí se casó con un viejo millonario y simplemente no me agradece.
—La señorita Zoé, se porta muy mal con usted, señora.
—Hasta tú te das cuenta de cómo me tratan, pero no bajaré la guardia. Tarde o temprano, me tiene que dar lo que me corresponde por derecho, entre bomberos no nos pisamos las mangueras. Zoé no es perfecta, esperaré pacientemente el dulce momento en que caiga, ahí sí que me dará lo que le pida. Mientras, Ada, por favor sírveme un té y busca mis pastillas, me duele la cabeza de tanto pensar—forja Grace con malicia.
—Enseguida, señora.
A los pocos minutos llega Emily la mejor amiga de Zoé, rápidamente va arriba. Grace escucha un ruido y sale a ver, se percata de la llegada de la amiga de su hija a quien conoce muy bien, por lo que decide quedarse a un costado de la habitación de Zoé, para oír la conversación. ¡¿Tan rápido pasó su dolor de cabeza?!
—Qué bueno que viniste, míralo por ti misma, estoy embarazada—le entrega el test de embarazo.
—¿Qué? —se maravilla y también Grace, quien oía detrás de la puerta.
—Esto no me puede estar pasando a mí, tuve un descuido el cual trajo consecuencias, seguro fue en el viaje a Marsella, ciertamente olvidé tomar la píldora—advierte Zoé con preocupación.
—De igual forma, un hijo es una bendición, Zoé.
—Lo que menos quiero es tener un hijo de Lucas, sería prácticamente su nieto.
—Querida, trata de ser feliz con él, asume tu destino, tú aceptaste ser su esposa, tienes que asumir los resultados.
—Lo sé, y no sabes cuánto daría por volver el tiempo atrás, seguramente me estuviera graduando contigo en la universidad, apenas tengo 24 años y siento que mi vida, se detuvo a causa de este matrimonio arreglado.
—No lo veas así, Lucas, te ama. Es un buen hombre, no veas tu matrimonio como un castigo, tendrás un hijo, es una bendición.
—No pienso igual que tú, voy a interrumpir este embarazo—apunta con determinación.
—¿Qué? No lo hagas, Zoé.
Irrumpe de manera abrupta en su habitación, la ambiciosa de su madre y dice:
—Tu no detendrás tu embarazo, te lo impediré.
—Ni en mi propia casa tengo privacidad, sino es mi madre, es Linda quien me espía—expresa Zoé fastidiada.
—Es mejor que yo me vaya, Zoé.
—Si vete y regresa otro día, tengo que hablar muy seriamente con mi hija, Emily—menciona Grace.
—Con permiso, nos vemos luego, Zoé.
—Espera Emily…
—Déjala que se vaya.
—Adiós, amiga, más tarde te marco—advierte Emily con sensatez.
—Emily es muy prudente. Tengo que ponerte los puntos sobre las ies, muchacha.
—No quiero sermones, mamá, ya tomé una decisión.
—Pero, hija, ese empeño tuyo de darle la espalda a la suerte. La vida se empeña en ser generosa contigo y tú, simplemente te comportas con ingratitud.
—No soy igual que tú, mamá.
—Eso lo sé, eres igual de soñadora y terca que tu padre, mira donde nos llevaron sus sueños, se convirtieron en pesadillas.
—Mejor sal de aquí, mamá. Necesito pensar.
—No me iré, escúchame por Dios. Con tu embarazo tienes asegurado tu futuro, tu esposo jamás te dejará y de seguro te dará más de su fortuna. Ese hombre se volverá loco cuando se entere, no lo eches a perder por un capricho, Zoé.
—Mi embarazo no es un negocio, y ni se te ocurra decirle nada a mi marido, o te juro que te mando a un asilo.
—Piensa lo que te dije, me necesitas, hija. Hazme caso, no seas testaruda que solo quiero lo mejor para ti, por Dios—busca su madre de persuadirla.
—No quiero tener a este hijo, mamá, ponte por un momento en mi lugar, sin pensar en el cochino dinero.
—El dinero para nada es sucio, quita esos pensamientos de tu cabeza, el dinero es poder, es vida aquí en la tierra, Zoé y tu marido lo tiene de sobra, tu hijo nacería en cuna de oro. Míralo de ese modo, su hijo mayor se convertirá en sacerdote pronto, tu hijo tendrá la oportunidad de heredar más de la fortuna ya que según, Elijah, odia lo mundano—expone descaradamente.
—¿Tú conociste a Elijah? —pregunta Zoé, aún ella no lo conoce.
—Sí, es una lástima, es muy apuesto. Pero, en parte es bueno que se haya ido para el seminario, así no sería una tentación para ti—explica con malicia.
—No digas sandeces, mamá, será un sacerdote por Dios—se horroriza Zoé de sus pensamientos.
—Es lo que más me tranquiliza, porque Elijah es aún más guapo que Lucas, tiene los mismos ojos verdes de Linda.
—Ya te fuiste por lo superficial como de costumbre. Voy a dormir un rato, por favor.
—Está bien, querida. Voy por mi pastilla, todavía me duele la cabeza.