Enamorada del hijo de mi marido.

Capítulo 6. El acercamiento.

Horas más tarde…

Elijah había mediado con su hermana, al menos se sereno un poco y no hizo más berrinches:

—Qué bueno que Linda, se calmó—menciona Elijah, después de salir de la habitación de su hermana, quien se había quedado profundamente dormida.

—Sí, hijo.

—Papá espera, no me lo tomes a mal, pero la madre de tu esposa, es muy grosera. Me desagrada su actitud, hasta me atrevería a decir, que rompe con la paz del hogar—expone Elijah.

—Sé muy bien quien es Grace, tampoco soy tan tonto. Tengo que ver, lo de una casa para ella.

—¿No tienen ni un centavo? —pregunta velozmente.

—No, están en la ruina total, hijo.

—Si quieres puedo hablar con ella, y hacer que recapacite en cuanto a su actitud—propone para mantener el equilibrio.

—Grace no cambia ni con un hechizo, Elijah—asiente Lucas graciosamente.

—¡Ay papá! ¿En dónde fuiste a parar?

—Soy hombre, no me entenderás.

—Te entiendo perfectamente, te enloqueciste por una jovencita—lo mira de reojos.

—A veces pareces tú el padre y yo el hijo.

—Ja, ja, ja, resolveremos está situación. Posiblemente la señora Grace, no tiene porque irse de la mansión, si está tan mal como dices.

—Mi buen Elijah. Hijo, quiero que te quedes y vivas con nosotros, hace falta alguien ecuánime en esta casa para poner orden.

—No lo sé, papá. El seminario me queda muy lejos.

—Eso no es problema, ven conmigo—se dirigen juntos al despacho y Lucas, le entrega las llaves de un coche último modelo:

—¡Papá! —exclama consternado.

—Es para ti, hijo, te compré un auto exclusivo es puro lujo—menciona Lucas, quien es amante de las marcas lujosas.

—No era necesario, tanta gente con necesidad y me compras un auto que vale miles de dólares.

—Por favor, Elijah. No me desprecies el regalo y piensa bien, en venir a vivir a la mansión. Al menos quédate unos días, te lo ruego. Necesito ayuda con Linda—suplica.

—Está bien, papá. Me quedaré unos días solo por mi hermana, la pobre se siente muy sola. Por eso es tan rebelde, solo quiere llamar tu atención.

—Mi niña, si ella supiera que la amo con mi vida.

—También tendrás otro hijo, es extraño que, a mis veinticinco años vaya a tener un hermanito.

—Y yo a mis cincuenta y tantos tendré nuevamente un hijo.

—Ja, ja, ja, eres increíble, papá.

—Nunca olvides que te quiero, mi santo—lo mira con dulzura.

—Y yo a ti padre, eres mi mundo—juntos se entrelazan en un sutil y tierno abrazo.

*****

En la sala principal:

—Tienes que moderar tus impulsos, mamá. O Lucas, te pondrá de patitas en la calle—dice Zoé.

—La llegada del curita, no será beneficiosa para mí—arquea Grace el entrecejo con descontento.

—Lucas quiere que Elijah se quedé, hasta le compró un auto.

—¡Diablos!

—Sé que no te la llevas bien con Dios, por eso reniegas tanto, ja, ja, ja—se burla de su madre.

—No estoy para bromas, Zoé, estoy ya harta de esta mansión.

—Le diré a Lucas, que te compre un apartamento, algo pequeño.

—¿Pequeño? Ni lo sueñes sino es una mansión, no me iré a ningún lado.

—Eres bastante contradictoria, mejor me iré al jardín a respirar un poco de aire puro y también, para hablar un momento con mi padre.

—No sé, cómo pudiste esparcir sus cenizas en el jardín y plantar encima un rosal. Estás mal de la cabeza.

—Jamás lo entenderías.

—A ti nadie te entiende, mientras voy a dormir necesito relajarme, le diré a Ada que me suba un té.

—Adiós.

Minutos más tarde…

Sale Zoé esbozando una sonrisa ante las quejas de su madre, al llegar al jardín se tropieza con Elijah, ambos se miran fijamente y se sonríen. Elijah se acerca y le pregunta:

—¿Todo bien, Zoé?

—Así es.

—Todavía no te conozco muy bien, podemos conversar un momento, ¿si quieres?

—Claro que sí, sentémonos—se sientan en una de las mesas del jardín y se disponen a platicar:

—¿Eres feliz? —pregunta Elijah repentinamente.

—¿Por qué la pregunta?

—Pregunte primero.

—Si piensas, que te confesaré mis pecados, pierdes tu tiempo—señala con aticismo.

—No te ofendas, solo fue una simple pregunta. Solo quiero ser tu amigo—la toma sin malicia por la mano y ella siente como un intenso escalofrío se internaliza en su vientre. De pronto se toca su panza. —¿Te sientes bien?

—Sí, solo que sentí como algo revoloteó dentro de mí.

—Claro, estás embarazada. Las mujeres en tu estado presentan cambios, voy a tener un hermanito—toca con sutileza su vientre y ella se paraliza.

—Si—balbucea y se levanta algo inquieta.

—No quise incomodarte, Zoé, en serio—se disculpa.

—Discúlpame tú a mí—de la nada rompe en llanto.

—¿Qué te sucede? Tranquila.

Caminan uno pocos metros y se alejan sin querer de la vista de todos, llegan hasta el rosal donde están plantadas las cenizas del padre de Zoé y ella huele rápidamente el aroma de una rosa.

—Son realmente hermosas, amo las rosas rojas—dice Zoé más calmada.

—Está muy lindo este rosal, no lo había visto antes.

—Es mío, lo mandé a plantar para enterrar las cenizas de mi padre, este rosal es muy significativo para mí.

—Eres una chica muy sensible.

—Y también muy solitaria—susurra.

—Si necesitas hablar y desahogarte, aquí estoy. Quiero que me veas, como un amigo y no como el hijo mayor de tu esposo.

—El cual tiene casi mi misma edad—menciona con desánimo.

—¿No amas a papá?

—No quiero hablar de eso.

—Te juro que no te juzgaré, como futuro sacerdote. No estoy para juzgar a nadie, sino al contrario quiero que todos encuentres sosiego y hacer de este mundo, un lugar más apacible para la sana convivencia—explica con discreción.

—Ojalá todos pensáramos como tú.

En medio de sus vibrantes emociones, Zoé se posa de la nada en el regazo de Elijah y se abraza a su pecho por impulso. Desde la ventana de su habitación, Lucas los mira con reserva y siente un poco de celos, sin embargo, no evidencia nada extraño. Aunque trata de disimularlo, Lucas es un hombre posesivo y ha encerrado a Zoé en su propia burbuja. Le da miedo perderla por ser tan joven y por la diferencia de edades que hay entre ellos.




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